El nadador de estrechos
Hassan Baraka, un marroquí de 27 años afincado en Madrid, unirá a nado los continentes
Ni las más fuertes corrientes marinas ni las medusas más pesadas ni los irresolubles conflictos políticos han detenido por ahora las brazadas de Hassan Baraka, un joven de Marruecos de 27 años, que se entrena en España en deportes extremos con el objetivo de lograr el reto de unir a nado los cinco continentes por diferentes estrechos. Hassan llega hoy a su país para afrontar a partir del miércoles el último y definitivo trayecto a nado en aguas libres, entre África y Asia, de la expedición Un marroquí nada alrededor del mundo, en la que airea, junto a un mensaje de paz, otro no menos rotundo y ecológico: “Veo el océano contaminado, lleno de plástico”.
Con mucho entrenamiento, Hassan Baraka ha tenido la suerte de transformar su pasión en casi una misión. Nació en Tetuán, de padres diplomáticos, con muchos destinos, hasta que llegó a Madrid y se asentó. Estudió en España el bachillerato y luego administración de empresas en la Complutense. Podría haber derivado en otro tiburón financiero, pero desde niño le habían atraído todos los deportes y especialmente los que ponen el cuerpo al límite. Al final optó por montar una consultoría deportiva. Jugó al fútbol, hizo yudo, se aficionó al rugby y hasta terminó con dos buenas marcas en sendas pruebas de Ironman.
Un día de verano, volviendo a Tánger desde Tarifa en el ferri del estrecho que separa Europa de África en 14 kilómetros, ratificó que desde que se ponía en la cola del barco y hasta que culminaba toda la travesía casi tardaba tres horas. Y se hizo una apuesta: “Unir el país donde nací al país donde crecí”. El 25 de julio de 2013 lo cruzó a nado en cuatro horas y un minuto. Cubrió una distancia mayor, 16,6 kilómetros, porque las corrientes le arrastraron mucho. La idea tuvo éxito y acogida, sobre todo en Marruecos. Logró dos buenos patrocinadores (Ain Atlas, de agua mineral, y el banco BMCE) y soñó otras metas. Se montó todo un equipo, de cuatro o cinco personas, con entrenadora (la exnadadora olímpica uruguaya Serrana Fernández), preparadores y hasta responsable de prensa, y entre todos diseñaron cómo nadar otros estrechos en todos los continentes.
En julio cubrió la travesía en el Bósforo, en Turquía, entre Europa y Asia. En agosto se fue hasta Alaska y enlazó las islas Little Diomede (Estados Unidos) y Big Diomede (Rusia) para hermanar bajo aguas de entre cuatro y seis grados de temperatura América y Asia. En septiembre la etapa fue entre África y Oceanía, desde Nueva Guinea hasta Indonesia, escoltado por medusas que no paraban de picar. Y ahora le toca sortear el mar Rojo, los 20 o 25 kilómetros de distancia entre Egipto (Dahab) y Arabia Saudí (Magna), entre África y Asia.
Tras el esfuerzo deportivo hay, además, algunos lemas. El principal: “Yo, que soy deportista y también musulmán, quiero demostrar así que todos somos hombres y pueblos hermanos y que al final no somos tan diferentes y que el islam no es un foco de problemas sino una religión de paz”. Y otro medioambiental: “Nado en aguas libres, en el mar, y veo que el océano está contaminado, lleno de bolsas de plástico que se comen los peces que luego nosotros nos comemos”.
Su fundación, apoyada por la princesa Lalla Hasma, hermana del rey Mohamed VI de Marruecos, aprovecha el tirón de Hassan para montar eventos en los lugares a los que llega para explicar esas ideas aparentemente tan básicas a los niños. Hassan ha estado entrenándose entre tres y cuatro horas diarias, casi 10 kilómetros, en la playa alicantina de San Juan. Sobre próximos desafíos no avanza nada: “Es que ahora no puedo concentrarme en otra cosa”.
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