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Columna
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Maratón electoral y clases medias

En América Latina, 56 millones de personas han salido de la pobreza en una docena de años

América Latina ha pasado el ecuador de lo que Daniel Zovatto (Infolatam) calificaba de “maratón electoral”. Entre 2009 y 2016 el mundo latinoamericano habrá celebrado 34 elecciones presidenciales, de las que en este mes de octubre se producirán tres: Brasil, el próximo domingo; Bolivia, el 12, todavía el día de la raza, pero indígena; y el 26 en Uruguay. Y paralelamente ha ido arraigando la idea de que progreso económico y consolidación de la democracia, por lo menos con denominación de origen electoral, entregan el destino de casi 600 millones de habitantes al voto de las clases medias. Veamos cómo funciona esa teoría.

Para Uruguay no vale, porque todas las elecciones democráticas del siglo XX ya las decidió la clase media más antigua de América Latina; y para Bolivia tampoco, por la razón contraria: la clase media es apenas una realidad en embrión. Igualmente, los resultados tanto de Montevideo como de La Paz mal parece que vayan a cambiar la faz del planeta, con triunfo de los equipos gobernantes, quizá en coalición en el caso del Frente Amplio uruguayo, y probablemente arrasando Evo Morales en Bolivia. Es en Brasil donde cabría compulsar la teoría y sus consecuencias.

Según el PNUD, entre 2000 y 2012 un total de 56 millones de latinoamericanos abandonaron la pobreza para ingresar en la clase media, aunque muchos de ellos siguieran en alto grado de vulnerabilidad; y en Brasil, de acuerdo con las estadísticas del expresidente Lula y su sucesora, Dilma Rousseff, serían más de 30 millones los así agraciados. La contienda del día 5 que, según todas las encuestas debería prolongarse a una segunda vuelta el 26, se da por seguro que tendrá como protagonistas a la presidenta y a una relativa advenediza, Marina Silva, moral y políticamente a su derecha, lo que significaría, caso de ganar, enfriamiento con el chavismo, pero en especial, como ferviente evangélica, consulta a la Biblia antes de tomar grandes decisiones, así como ponerle mejor cara a EE UU.

El consenso sociológico imperante es el de que los que estén bien instalados en la mesocracia, aun agradeciendo los servicios prestados a la católica Rousseff, pueden valorar las ventajas del cambio, y hay en Brasil 42 millones de evangélicos sumamente disciplinados y en veloz crecimiento; mientras que los que permanezcan en estado de vulnerabilidad temblorosa y pobres de solemnidad seguirán esperando su oportunidad de Lula-Rousseff. En la suerte electoral influiría, por tanto, la fiabilidad de los números de esa transformación socioeconómica. Según la CEPAL, se es clase media en América Latina cuando el ingreso oscila entre 15 y 50 dólares por cada uno de los integrantes del núcleo familiar, al tiempo que se calcula que hay 100 millones de brasileños que viven con salarios de entre 300 y 400 dólares mensuales, tres veces el salario mínimo; siempre por debajo del umbral fijado para obtener el diploma de clase media.

El crecimiento a tasas chinas de los últimos años se da ya por concluido, con una previsión para 2014 del 0,9% en Brasil, y poco más en el resto de América Latina. La maratón electoral reflejará verosímilmente en el futuro cuánta verdad haya en esa apresurada fabricación de clases medias.

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