El atentado contra Hitler comienza a caer en el olvido en Alemania
Este domingo se cumplen 70 años del intento de asesinato al Führer
La bomba que debía matar al Führer y cambiar el curso de la guerra pesaba 975 gramos, estaba escondida en un maletín de cuero y estalló a las 12.42 horas del 20 de julio de 1944 en la sala de conferencias del fortificado centro de operaciones para el frente oriental, Wolfschanze. La bomba mató a cuatro oficiales y solo dos personas de las 24 que se encontraban en la sala lograron salir casi indemnes. Una de ellas era Adolf Hitler.
70 años después, Alemania volvió a rendir homenaje este domingo a los héroes de la Operación Walkiria, un grupo de oficiales aristócratas que conspiró para matar a Hitler. Ellos quisieron acabar con la guerra en el frente occidental, formar un nuevo gobierno y buscar una alianza con los aliados occidentales para acabar con el comunismo. Durante años, fueron tratados como “traidores” por el país que surgió de las ruinas. Pero el nuevo aniversario, y a pesar del interesado gesto de las máximas autoridades del país de resaltar la memoria de los oficiales que pagaron con su vida la osadía de acabar con la vida de Hitler, dejó al desnudo un nuevo fenómeno que fue ignorado en los actos oficiales.
Según una encuesta realizada por el prestigioso Instituto de Demoscopia de Allensbach, solo un 45% de los alemanes mayores de 16 años fueron capaces de responder afirmativamente a una pregunta capital de la agitada y trágica historia del país: “¿Sabe usted lo que ocurrió el 20 de julio de 1944?”. Peor aún, el estudio dado a conocer por el instituto demoscópico descubrió que las generaciones jóvenes desconocen lo que sucedió hace 70 años en Wolfschanze.
La ignorancia de los jóvenes alemanes no es gratuita. Según Emil Müller, un joven de 19 años que terminó la enseñanza media en una de las mejores escuelas de Berlín, la hazaña trágica del conde Claus Schenk von Stauffenberg, encargado de colocar la bomba, y sus aliados nunca fue un tema en las clases de historia contemporánea. “Debo ser el único de mi clase que conoce la hazaña del conde. Me la contó una amiga que es su bisnieta”, dijo el joven a EL PAÍS.
“Alguien ha intentado asesinarme”, dijo el Führer a su ayuda de cámara mientras se sacudía los escombros, aquel 20 de julio de 1944. “¡Mein Führer, usted vive, usted vive!”, exclamó el mariscal Wilhelm Keitel cuando vio salir al dictador. Casi cinco horas después de haber dejado la bomba, el conde von Stauffenberg llegó a las puertas de la sede del alto mando de la Wehrmacht en Berlín, convencido de que Hitler había muerto.
El aristócrata y otros tres oficiales fueron fusilados esa noche en el patio del edificio, que ahora es sede del Ministerio de Defensa, donde debían haber puesto en marcha el último capítulo de la legendaria Operación Walkiria. “¡Larga vida a nuestra sagrada patria Alemania”, gritó el conde antes de ser acribillado por las balas.
El desinterés que existe en Alemania por la gesta de los autores de la operación Walkiria también fue resaltado por Anjte Völlmner, exvicepresidenta del Bundestag y militante distinguida de los Verdes, quien recordó que después del atentado fallido 180 personas fueron ejecutadas. “Muchos alemanes tienen dificultades para recordar el nombre de, al menos, cinco personas”, dijo.
La amnesia colectiva tiene raíces profundas. Durante años, Alemania tuvo dificultades para rendir homenaje a las personas que pagaron con sus vidas la osadía de intentar acabar con la vida del Führer. Los familiares de las víctimas, por ejemplo, vivieron confrontados durante años con el reproche de ser los hijos y las viudas de un grupo de “traidores”. Hasta casi finales del siglo XX predominó en el país la convicción de que el atentado había sido planificado por un grupo de aristócratas que habían apoyado a Hitler cuando se inició la guerra y que solo deseaban continuar la contienda contra el Ejército Rojo de Stalin.
Los entretelones de la hazaña trágica y la amnesia colectiva de Alemania no fueron aspectos fueron resaltados este domingo en el acto oficial que se realizó en el edificio donde hace 70 años el conde von Stauffenberg fue fusilado. Los oradores, entre ellos, el presidente de Alemania, Joachim Gauck, prefirieron honrar la memoria de los héroes trágicos, para resaltar que en la época más oscura que haya vivido el país también hubo personas que decidieron, como recordó el presidente, “ser valientes y no ser cómplices cuando los demás están equivocados”.
“El 20 de julio nos recuerda lo que queremos y podemos: permanecer valientes a favor de nuestros valores. No convertirnos en cómplices cuando otros cometen injusticias”, sentenció Gauck en el acto oficial, en el que no estuvo presente la canciller Angela Merkel, que abandonó Berlín para iniciar sus vacaciones estivales.
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