Cameron frente a Juncker
La batalla que acaba de tener lugar en el seno de la Unión Europea y que ha concluido con la derrota del británico David Cameron, dejará huellas y, en cualquier caso, habrá sido el preludio para una evolución importante de la construcción europea.
Es todavía demasiado pronto para calibrar sus consecuencias económicas y geopolíticas, pero está claro que supone una ruptura interna del equilibrio europeo. En otras palabras, es la primera vez que, de una divergencia en la orientación intereuropea, resultan un vencedor y un vencido. Poco importa lo que Cameron haya podido obtener para salvar parcialmente la cara. Vuelve a casa con lo que parece, a ojos de la mayoría de los británicos, una áspera bofetada europea.
La auténtica pareja dirigente de Europa no es el eje franco-alemán, sino el par Merkel-Draghi
Cameron debe este fracaso, en primer lugar, a un error de juicio político: creyó que podía imponer a un candidato elegido únicamente por el Consejo Europeo y no por el Parlamento, cuando la casi totalidad de los gobiernos han comprendido el interés político de asociar al segundo con el primero, aunque solo sea para compartir las responsabilidades en el momento del balance. Jean-Claude Juncker tiene la ventaja para todos de ser un candidato fiable, maleable, representante de la mayoría de los electos en el Parlamento Europeo. Aunque Angela Merkel sea más bien escéptica en cuanto a su habilidad para flotar en la actual tempestad europea, lo prefiere antes que a un candidato que parecería impuesto por el Consejo Europeo.
La primera consecuencia de esta elección, más allá de crear el precedente esencial de que, de ahora en adelante, el presidente de la Comisión deberá ser elegido en el seno de la coalición mayoritaria en el Parlamento, es que la vía está ya abierta a una posible salida de Reino Unido de la Unión. Los dos años que vienen deberían aclararnos rápidamente esta posibilidad y sus efectos.
La segunda consecuencia ligada a la elección de Juncker se halla, de momento, oculta: nadie sabe cuál es su verdadera agenda, cuáles sus orientaciones de fondo, en resumen, qué prioridades va a hacer prevalecer. El acuerdo alcanzado el jueves y el viernes pasados estipula claramente que ninguna modificación de los tratados europeos es posible, aunque para complacer a Francia, Merkel acepta una cierta flexibilización del Pacto de Estabilidad que se llevará a cabo bajo su control. De hecho, el método que ha elegido no trata tanto de modificar las reglas como de permitir gradualmente al Banco Central Europeo tácticas de ajustes monetarios para tranquilizar a los mercados y permitir a los países más endeudados recibir ayudas.
La auténtica pareja dirigente de Europa no es ya el eje franco-alemán, sino el par Merkel-Draghi. Y si la elección del nuevo presidente de la Comisión ha sido claramente hecha por el Consejo Europeo, es gracias a la señora Merkel. Ciertamente, será ratificado por el Parlamento del que proviene, pero sin cambios en las normas del Pacto de Estabilidad. Europa no ha terminado de engullir su crisis.
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