Irán advierte a Washington contra “cualquier tipo de intervención” en Irak
Jamenei rechaza que se trate el conflicto como una guerra entre suníes y chiíes
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, rechazó ayer “cualquier tipo de intervención de EEUU en Irak”. La contundencia de sus palabras indica que no sólo es contrario a la ayuda militar, sino a las maniobras para remplazar al primer ministro, Nuri al Maliki. Jamenei acusó a Washington de querer manipular las diferencias confesionales para recuperar el control del país que ocupó hasta 2011. Pero Teherán también está moviendo sus fichas en el país vecino.
“Nos oponemos firmemente a la intervención en Irak de Estados Unidos y otros [países]”, manifestó Jamenei en declaraciones recogidas por la agencia estatal iraní, Irna. En su opinión, al Gobierno norteamericano no le han gustado los resultados de las elecciones del pasado abril y “busca un Irak bajo su hegemonía y gobernado por sus marionetas”.
Durante su discurso del pasado jueves, el presidente Barack Obama respondió a la petición de ayuda de Bagdad con la oferta de 300 asesores militares y condicionó el eventual apoyo aéreo contra los rebeldes que deseaba Al Maliki a la formación de un Gobierno más incluyente, una forma diplomática de decir “sin Al Maliki”. El primer ministro iraquí, que en 2006 obtuvo el respaldo tácito tanto de EEUU como de Irán, se ha convertido en una figura divisoria por sus políticas sectarias y su concentración de poder.
Los milicianos consolidan sus posiciones en la frontera con Siria
Ahora Jamenei no sólo rechaza el plan de Washington, sino que echa por tierra la especulación de que ambos gobiernos estaban dispuestos a cooperar para defender a Bagdad del desafío del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) –que también amenaza al régimen sirio, otro aliado de Irán–. La ofensiva de los extremistas suníes, que en menos de dos semanas han conquistado un tercio de Irak, les pilló por sorpresa a los dos. Y dado que esos yihadistas tachan de herejes a los chiíes, todo apuntaba a que los viejos enemigos, que desde enero también negocian una salida al contencioso nuclear, podían encontrar un terreno común.
“Los responsables estadounidenses tratan de presentar la situación como una guerra sectaria, pero lo que está sucediendo en Irán no es una guerra entre chiíes y suníes. La principal disputa es entre quienes quieren que Irak se una al campo de EEUU y quienes desean un Irak independiente”, zanjó Jamenei, que tiene la última palabra en todos los asuntos políticos.
Irán siente que tiene la sartén por el mango y confía en poder resolver la crisis sin tener que compartir los laureles. De ahí que Jameneí se mostrara convencido de que “la nación, el Gobierno, y las autoridades religiosas de Irak son capaces de poner fin a la sedición”.
No está claro que ni siquiera sus aliados chiíes compartan su confianza. Para empezar fue Al Maliki quien casi suplicó la ayuda. Por otro lado, los sadristas, el único movimiento popular surgido tras la caída de Saddam, aunque se oponen a la intervención estadounidense, también recelan de las maniobras iraníes.
“La fetua del gran ayatolá [Ali Sistani] llamando a la yihad ha sido un error”, confía a esta corresponsal un miembro de la comisión política de Al Ahrar (el grupo sadrista). “Nunca en los últimos cien años, la máxima autoridad chií ha hecho un llamamiento similar. Ni siquiera durante la guerra contra Irán”, añade convencido de que eso transforma el conflicto en un enfrentamiento chiíes-suníes.
La fuente, que pidió el anonimato porque criticar a la autoridad religiosa constituye un asunto muy delicado, aseguró que la fetua se coció en Irán. “[Kazem al] Haeri la pronunció antes que Sistani”, explica en referencia a un gran ayatolá iraquí establecido en Irán. “El miércoles [11 de junio] vino [el general de los Pasdarán iraníes Qasem] Suleimani, el jueves viajó a Nayaf [la sede de la autoridad religiosa chií] y el viernes tuvimos la fetua”, añade lamentando la implicación de los religiosos en el juego político.
Desde entonces, el propio Sistani ha tratado de matizar el alcance de su edicto, con una aclaración de que su llamamiento a las armas no es para enfrentarse a los suníes sino para defender la patria, y que por lo tanto se extiende a todas las confesiones. En su último mensaje, el pasado viernes, Sistani se mostró muy crítico con el Gobierno de Al Maliki. De nuevo parecía haber coincidencia entre los deseos de los chiíes y de Irak.
La violencia no sólo amenaza con dividir Irak en tres entidades (chíí, suní, además de la ya existente kurda) sino que ha puesto de relieve el enfrentamiento regional entre Teherán y Riad, cada uno de los cuales se ha erigido en líder de una de las ramas del islam. Irán ha declarado que no dudará en proteger los lugares sagrados chiíes. La suní Arabia Saudí, por su parte, ha advertido a su rival que no intervenga en Irak. El reino, como otras monarquías de la península Arábiga, reaccionaron horrorizados cuando la ocupación estadounidense dio paso a unas elecciones que empoderaron a la mayoría chií de este país.
Por otra parte, los insurgentes suníes consolidaron ayer sus posiciones con la conquista de dos nuevas localidades en la provincia de Al Anbar. Tras hacerse el sábado con el puesto fronterizo de Al Qaim, en la linde internacional con Siria, los rebeldes tomaron Anah y Rawah, a orillas del río Eúfrates, en la carretera que une Bagdad con Damasco. El avance fue confirmado de forma indirecta por el portavoz militar, el general Qasem Atta, al admitir que el Ejército se había retirado de ellas por “razones tácticas”.
La explicación del oficial no tranquiliza a los iraquíes que aún no dan crédito a la espantada de sus fuerzas armadas ante la ofensiva que los yihadistas lanzaron hace dos semanas en Mosul, la segunda urbe del país. Ahora este nuevo avance en Al Anbar amenaza la ciudad de Haditha, en cuyas proximidades hay una presa. Cualquier daño a sus instalaciones afectaría a la red eléctrica nacional, además de poder causar una inundación.
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