La última ciudad fantasma de Europa
Grupos ciudadanos de Chipre lanzan una iniciativa para recuperar el distrito turístico de Famagusta, cerrado y abandonado desde la invasión turca en 1974
Alexis Ghalanos, el alcalde griego de Famagusta, sueña con regresar a las playas de Varosha, el distrito turístico de la ciudad costera del noreste de Chipre. Añora los divertidos veranos de los primeros años setenta del siglo pasado, cuando las actrices Sofía Loren y Elizabeth Taylor se dejaban ver en los hoteles de la riviera más cosmopolita de Mediterráneo oriental. Ghalanos, de 74 años, observa con nostalgia de exiliado fotografías de Varosha colgadas en su despacho de la Federación de Municipios, en el centro histórico de Nicosia. “Los más de 33.000 grecochipriotas de Varosha huyeron en julio de 1974 ante el avance de las tropas turcas”, recuerda. “Pensaban regresar en pocos días, pues se trataba de un distrito sin población turcochipriota que la ONU había prohibido ocupar, pero los invasores vallaron la ciudad y cerraron los accesos”.
Desde entonces, los ocho kilómetros cuadrados de Varosha permanecen abandonados. Salvo algunas patrullas militares turcas, nadie pasea por el mejor arenal de la isla. La maleza se ha adueñado de los lujosos hoteles de la primera línea de costa y en las urbanizaciones de chalés se han instalado las alimañas. “Mi ciudad es ahora un rehén en tierra de nadie, condenada a la decadencia”, admite Ghalanos. “Salvarla de ese destino trágico está en manos de Turquía, que debe escuchar el mensaje de quienes quieren acabar con la última ciudad fantasma de Europa”.
"El 90% de los edificios tendrán que ser demolidos", admite el alcalde
Desde la azotea del Ayuntamiento de Famagusta, el alcalde turco de la ciudad, Oktay Kayalp, contempla las ruinas de Varosha, un territorio de desolación posbélica aún latente dentro de la Unión Europea, en la que la República de Chipre ingresó hace ahora 10 años a pesar de que el tercio norte de la isla sigue bajo ocupación militar turca. Kayalp, de 57 años y reelegido ininterrumpidamente para el cargo desde 1994, también evoca su juventud en la playa. “La animación de Varosha crecía año tras año con la presencia de Brigitte Bardot y otras estrellas de la época. Había planes en marcha para duplicar sus 12.000 camas turísticas, pero el golpe de Estado de los anexionistas griegos en Nicosia acabó desencadenando la intervención turca. Además, aquí no hubo graves enfrentamientos entre la comunidad griega, que vivía en Varosha, y la turca, que ocupaba el recinto amurallado de Famagusta”.
A ambos lados de la Línea Verde, la zona tampón bajo control de los cascos azules de la ONU que divide la isla y atraviesa el corazón de su capital, han surgido voces en los últimos tiempos que reclaman la reapertura de Varosha. La reivindicación confluye en la llamada Incitativa por Famagusta, impulsada por grupos de la sociedad civil. El proyecto ha cobrado nuevos bríos tras la reanudación del diálogo directo entre ambas comunidades, interrumpido durante cerca de dos años tras décadas de desencuentros. La declaración conjunta suscrita el 7 de febrero por ambos líderes, Nicos Anastasiades, presidente de la República de Chipre, reconocida por la comunidad internacional aunque solo administra el sur grecochipriota de la isla, y Dervis Eroglu, líder de la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre, ha devuelto la esperanza a los habitantes de Famagusta.
“La Iniciativa propone una medida de confianza mutua basada en la propia declaración conjunta: a cambio de la reapertura del distrito de Varosha para su rehabilitación, el puerto de Famagusta pasaría a operar bajo regulación de la UE mientras se solicitará a la Unesco que el casco antiguo de la ciudad sea declarado Patrimonio la Humanidad”, detalla en una terraza del recinto amurallado el médico Okal Dagli, de 50 años, dirigente de la campaña.
Señales de unidad
• Iniciativa por Famagusta propone que, a cambio de la reapertura de Varosha para su rehabilitación, el puerto de la ciudad pase a operar bajo regulación de la UE y que se revitalice el recinto histórico amurallado.
• Energía para el cambio. Chipre necesita estabilidad territorial para convertirse en centro de distribución de los grandes yacimientos de gas natural localizados en el Mediterráneo oriental.
En el café otomano Petek, la profesora de arquitectura turcochipriota Cercen Bogaç, de 33 años, se suma a la corriente de la sociedad civil a favor del fin de la ciudad fantasma de Varosha. Junto con la cineasta grecochipriota Vasia Markides, ha puesto en Marcha el proyecto Eco City para que la rehabilitación del distrito abandonado sea también ambientalmente sostenible. “La familia de Vasia tuvo que salir de Varosha ante el avance de las tropas turcas, y la mía, que vivía en el sur, en Larnaca, se vio forzada a desplazarse al norte, a Famagusta, para ocupar una casa recién abandonada por grecochipriotas”, relata la joven arquitecta como ejemplo de la profunda brecha que aún divide a las dos comunidades de la isla.
Para un problema tan complejo y antiguo —las fuerzas de interposición de la ONU llevan medio siglo desplegadas en Chipre, tras los disturbios intercomunales de 1963— no caben soluciones simples y rápidas. “El 90% de los edificios de Varosha no pueden ser rehabilitados y tendrán que ser demolidos. Sin una amplia financiación internacional el proyecto sería inviable”, sostiene el alcalde turco de Famagusta, quien advierte además del vuelco demográfico que ha experimentado la ciudad en 40 años. “En 1974 había algo más de 30.000 grecochipriotas y unos 10.000 turcochipriotas. La ciudad tiene hoy 45.000 habitantes, de los que una tercera parte son colonos turcos…”, precisa Kayalp.
“Europa tiene que implicarse ahora y ser más activa en proyectos como la Iniciativa por Famagusta, que pueden actuar como catalizador en el progreso de las negociaciones para la reunificación de la isla. Tenemos que aprovechar las nuevas oportunidades que se presentan”, destaca el alcalde grecochipriota, Ghalanos.
¿Qué ha cambiado en Chipre desde el fracaso en 2004 del plan de la ONU para crear un Estado federal? El sur de la isla ha atravesado una grave crisis económica tras la quiebra de algunos de los principales bancos del país. Un rescate de 10.000 millones de euros procedentes de la Eurozona evitó la bancarrota del país, aunque al precio de imponer el primer corralito de la historia del euro, que impedía retirar más de 300 euros diarios de los cajeros automáticos. Esta restricción acaba de ser levantada, pero una caída del PIB del 5,4% en 2013 y una tasa de desempleo que supera el 17% son fiel exponente de la recesión que ha arrasado comercios y negocios en las grandes avenidas comerciales de Nicosia.
Chipre necesita estabilidad política y territorial para poder cumplir su aspiración de convertirse en centro de distribución de los grandes yacimientos de gas natural localizados en el Mediterráneo oriental. “Las reservas propias son suficientes para el consumo de Chipre durante 120 años, pero no justifican por sí mismas la construcción de un gasoducto y una planta de gas natural licuado para su exportación”, advierte George Pamboridis, experto en energía, en su despacho de Nicosia. “La única forma de rentabilizar esas grandes inversiones es la conexión con el cercano yacimiento israelí Leviathan, cuyas reservas son siete veces superiores a las del campo chipriota Afrodita, y la prolongación del gasoducto hasta la costa de Turquía, el mayor cliente potencial de la región”. El reciente olor a gas en el antiguo conflicto de Chipre muestra, según Pamboridis, que “la estrategia de posponer la solución a la partición de la isla ya no da frutos”.
El analista del sector de la energía de Real Instituto Elcano Gonzalo Escribano observa con escepticismo los datos de las reservas de gas en el Mediterráneo oriental. “El proyecto solo es viable mediante un único gasoducto hacia Chipre y Turquía”, advierte. “Y siempre que las empresas del sector vean con confianza la situación geopolítica de una isla dividida desde hace 40 años”.
El autobús se detiene en la misma Línea Verde y un grupo de adolescentes la atraviesa a la carrera desde el lado griego al turco por el paso del hotel Ledra Palace, en Nicosia. “Vivimos en el norte pero estudiamos en el sur”, explica Bachil, de 17 años. “Pero nosotros solo somos chipriotas”.
Las señales que llegan desde Famagusta y otros lugares de Chipre apuntan a un cambio en el status quo de la partición de la isla, invariable a pesar de su ingreso en la Unión Europea hace ahora 10 años.
En el palacio presidencial de Nicosia, donde aún quedan marcas de metralla en sus muros desde 1974, el portavoz del Gobierno chipriota, Christos Stilyanides, expresa el apoyo oficial al proyecto ciudadano para Varosha. “Puede servir como expresión del nuevo clima en las relaciones entre ambas comunidades”, argumenta. En la parte norte de la ciudad, el ministro de Exteriores turcochipriota, Ozdil Nami, advierte que solo habrá un pacto sobre Famagusta cuando se hay cerrado el acuerdo general para la reunificación de Chipre. “Llevamos 50 años separados”, recuerda Nami. “Las tropas de la ONU llegaron aquí en 1964 y aún no se han marchado”.
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