Cómo reducir la pobreza: ¿nueva lección de Brasil para el mundo?
El país hizo del fútbol y sus telenovelas fenómenos globales, convirtiendo la marca brasil en una etiqueta mundial
Si hay algo que Brasil hace bien es globalizar. Hizo del fútbol y sus telenovelas fenómenos globales, convirtiendo la marca brasil en una etiqueta mundial. Ahora es el turno de su modelo de reducción de la pobreza.
Brasil está convencido de que la eliminación de este terco flagelo social, tanto en casa como en el mundo, será más efectivo si el esfuerzo es realmente mancomunado.
Como parte de esta filosofía, el gigante sudamericano ha creado el primer centro mundial de reducción de la pobreza llamado Mundo Sem Pobreza que será efectivamente un mercado de ideas y experiencias en la aplicación de programas a favor de los que menos tienen.
El punto de partida e inspiración es el programa brasileño más exitoso de todos los tiempos: Bolsa Familia, que en una década de operación logró reducir a la mitad la pobreza de Brasil (de 9,7% a 4,3%), gracias a su vasto alcance y cobertura -unos 50 millones de brasileños de bajos ingresos, o la cuarta parte de la población.
A diferencia de los subsidios y otros programas sociales generales, Bolsa Familia es parte de las llamadas transferencias condicionadas de efectivo, por las cuales los padres de familia reciben una cantidad de dinero fija cada mes (en este caso R$70, unos 30 dólares) a cambio de que envíen a sus hijos a la escuela y cumplan con diversos controles de sanidad.
Pese a que en la última década 1.7 millones de beneficiarios se “graduaron”, es decir dejaron el programa, los críticos advierten que muchos pueden caer en una relación de dependencia con este método. Señalan que Bolsa Familia es importante para combatir el hambre y fortalecer el empoderamiento social, pero que su gran desafío es proveer oportunidades de trabajo y servicios básicos para esa población. Lo cual es precisamente el foco del ambicioso plan antipobreza del Gobierno, Brasil Sem Miseria, que promete eliminar esa situación de carencia extrema para millones de brasileños.
Más allá del debate, el éxito de esta iniciativa que se lanzó en Brasil en 2003, ha convertido al país en un “exportador de cómo hacer política social”, de acuerdo a los observadores. En 2013, 120 delegaciones visitaron Brasil para aprender sobre Bolsa Familia y el llamado Catastro Único, que identificó y contabilizó a los más pobres del país.
La pobreza es, en efecto, un problema global. Cerca de 1,000 millones de personas ó 15% de la poblacion mundial sobreviven con menos de 1,25 dólares por día.
“Estamos muy interesados en el catastro único, creemos que es uno de los instrumentos más importantes para construir sistemas de protección social efectivos”, afirmó la ministra de Solidaridad Social de Djibouti, Zahra Youssouf Kayad, durante el lanzamiento de Mundo Sem Pobreza esta semana en Río de Janeiro, como parte de un foro de aprendizaje sur-sur. El evento contó con la asistencia de más de 200 hacedores de política pública y ministros de 70 países, además especialistas de organismos internacionales.
Portal anti-pobreza
Los especialistas en reducción de pobreza estarán conectados globalmente a través de una plataforma en línea en tres idiomas que servirá para destacar las iniciativas más importantes en este terreno. También permitirá el intercambio de ideas y conocimientos, en tiempo real, entre los encargados de formular y aplicar programas sociales en todo el mundo.
La herramienta virtual de Mundo Sem Pobreza será, a su vez, un vasto repositorio de información y lugar de encuentro con el público, que podrá sumarse a esta gran “conversación” sobre uno de los problemas más tenaces del siglo XXI.
“Creo que ofrece una oportunidad para acelerar y expandir las lecciones de la aplicación de política social en Brasil”, dijo la economista Deborah Wetzel, Directora del Banco Mundial en Brasil.
Las instituciones que respaldan este portal son el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), el Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre (MDS), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Mundial.
Con la contribución de José Baig
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