Brasil se retuerce a golpe de imagen
La última foto brutal, que remonta a la época de la esclavitud, muestra un chico negro, desnudo, golpeado y acuchillado, amarrado a un poste por el cuello con un candado de bicicleta
Brasil se retuerce a golpe de imágenes, cada vez más fuertes. Parecen grabarse a fuego en las pupilas de sus receptores, crean debate y, en seguida, se olvidan frente a la brutalidad de la próxima foto. Así sucedió con aquella imagen del policía herido por una piedra durante las manifestaciones de junio, con el rostro morado de una periodista herida por una bala de goma, con las decapitaciones en el presidio de Pedrinhas, en Maranhão, o con los porrazos que dio la policía a los negros de la periferia que se divertían en un centro comercial de São Paulo.
La última imagen poderosa, que rememora también otra época, la de la esclavitud que no fue abolida en Brasil hasta 1888, muestra un adolescente negro, desnudo, golpeado y acuchillado en la oreja, al que amarraron a un poste por el cuello con un candado de bicicleta. El muchacho, sin nombre conocido y con tres antecedentes por robo según la policía, fue encadenado a la vista de todos por un supuesto grupo de justicieros en la zona sur de Río de Janeiro. Solo una mujer, Yvonne Bezerra de Melo, de 66 años, llamó a los bomberos para liberarlo. Yvonne, aunque defendida por muchos, fue insultada en las redes sociales por haber liberado un bandido.
El debate que surge con todas esas imágenes acaba siendo el mismo. Por un lado se reclama que esa –o aquella- foto no se repita nunca, porque recuerda a la esclavitud, la dictadura, y porque no tiene lugar en una democracia. Del otro, aún se oye el viejo discurso de “bandido bueno es bandido muerto”.
Los robos aumentaron un 60% en el barrio
Ante la reciente recuperación de los índices de criminalidad y de una sensación generalizada de creciente inseguridad, Río de Janeiro acaba de resucitar el viejo fantasma de los grupos de civiles justicieros que aplican la ley y el orden a su antojo.
En respuesta a la avalancha de críticas, la Policía Militar de Río detuvo el pasado lunes a un grupo de 14 individuos, de edades comprendidas entre 15 y 22 años, que se auto denominan “Justicieros del Flamengo” y que serían vecinos de varios barrios de clase media, acusados de intentar agredir dos jóvenes de una favela próxima. La comisaria encargada de dilucidar ambos casos, Monique Dias, declaró que pueden existir conexiones entre las dos agresiones y que sus equipos trabajan para identificar a los responsables del encadenamiento.
Según algunos testimonios, este grupo dice tener su origen en el descontento del vecindario de Flamengo por los constantes asaltos en un precioso parque que lo separa de la Bahía de Guanabara. Flamengo es un barrio que hace de puente entre la pudiente zona sur de Río y el centro de la ciudad. Antaño vivió periodos de esplendor y sus aristocráticos edificios orientados hacia el mar albergan espaciosos apartamentos difíciles de encontrar en otras zonas de Río. Desde ellos se divisa una imponente vista del Pão de Azúcar y de la sinuosa Bahía de Guanabara. Hoy, sin embargo, sus calles se han convertido en un lugar poco recomendable para pasear a ciertas horas de la noche.
De gran dimensión y poco frecuentado, el Parque de Flamengo es el escenario desde hace años de oleadas de asaltos a deportistas y transeúntes. Según el Instituto de Seguridad Pública de Río, los robos a transeúntes registrados en esta zona aumentaron más del 60 % en 2013 si se toma como referencia el mismo periodo del año anterior (de enero a octubre).
La presentadora de la cadena de televisión SBT Rachel Sheherazade apoyó en horario de máxima audiencia lo que para ese bando sería una tentativa de imponer el orden en el barrio. Sheherazade dijo que la actitud es “hasta comprensible” debido a la ola de violencia que se vive en Brasil y que, frente a la omisión del Estado, es responsabilidad del “ciudadano de bien” defenderse. Su discurso fue elogiado en las redes sociales junto a mensajes de amor incondicional, mientras otros la criticaron. Esos mismos grupos de justicieros tendrían también la misión de limpiar la región de gais y de negros, según el relato de un vecino del Aterro del Flamengo que fue blanco de los ataques de la banda.
"Estas cuestiones siempre existieron, la gran diferencia es el proceso de comunicación. Ese proceso de globalización de información vanalizó el sufrimiento y las escenas tienen una connotación casi virtual... todo es muy inmediato y descartable", afirma la socióloga Elza Pádua, autora de la tesis Esquizofrenia Social.
"¿Como se comporta la sociedad brasileña ante todo esto? Estamos tan horrorizados como con la guerra de judíos contra árabes, como cuando violan a una mujer en India... Lo único que diferencia esos casos de los nuestros es la proximidad. Es el sentimiento de pánico por la proximidad. Estamos realmente en el límite, ahora comienza un problema muy serio, que es cómo lidiar con una realidad como esta sin enloquecer", completa Pádua.
"Y la única forma de lidiar es salir de ese principio individualista que tenemos, pensar que lo que sucede allá fuera es nuestra responsabilidad también. Es urgente que la gente perciba eso y salga de los procesos individualistas. Solo en la mirada del otro como parte de uno mismo, solo preocupándose por el otro como si fueses tú, va a hacer posible cambiar el caos al que hemos llegado. No hay otra manera de producir un cambio, sino considerar ese cambio fundamental para uno mismo".
La imagen de aquel muchacho de 16 años encadenado a un poste ya fue superada pocos días después por el brutal registro de una matanza de la PM de Río en una operación contra el narcotráfico en una favela. Seis cadáveres –negros- y ríos de sangre. Pero el público ya parece anestesiado.
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