François Cavanna, voz mordaz de la prensa francesa
El reverente fundador de las revistas satíricas ‘Charlie Hebdo’ y ‘Hara Kiri ejerció de azote implacable de la sociedad biempensante
“Cavanna no ha muerto, simplemente se ha ido a partirle la cara a la muerte. Ahora mismo vuelve”. Con este tuit rendía homenaje la revista satírica Charlie Hebdo a su fundador, el periodista y escritor François Cavanna, fallecido el miércoles a los 90 años. Es el mejor resumen del espíritu transgresor, burlón y a la vez comprometido de este personaje de melena blanca y generoso bigote largo que le daban aires de un Vercingétorix moderno. Con la sátira y un control celebrado de la escritura como armas, habitual de los tribunales y autor de éxito de decenas de libros, sacudió a la sociedad francesa biempensante de los sesenta y abrió el camino a toda una generación de irreverentes que hoy lloran al maestro.
“El humor duele, rescata el fondo de las cosas y lo expone a plena luz del día. Es una forma cruel de decir cosas crueles, sin adornos”, comentaba Cavanna, nacido en 1923 en París. Su padre era un albañil italiano que adquirió la ciudadanía en 1939 y su madre, francesa, se ganaba la vida como limpiadora. Creció en la banlieue parisiense de Nogent-sur-Marne. Su infancia “maravillosa”, en la que descubrió su amor por la literatura y la escritura, y también el racismo reservado a los hijos de inmigrantes del periodo de entreguerras, la relató en su primera novela Les ritals (1978), el nombre despectivo con el que se conoce a los italianos. La obra sirvió de base a un telefilme.
Después de trabajar un tiempo como cartero, se reconvirtió en albañil, como su padre. El día que cumplía 20 años, en plena ocupación nazi de Francia, se vió enrolado en el Servicio de Trabajo Obligatorio, un sistema que enviaba a la fuerza a los trabajadores franceses a Alemania para participar en el esfuerzo de guerra. Allí fue destinado a una empresa de armamento en Berlín.
Aquella experiencia, marcada por el hambre y la humillación, la relató también, esta vez en Les Russkoffs, con la que consiguió el premio Interallié en 1979. Su trilogía autobiográfica de ese periodo turbio la finalizó con Maria (1985), una joven ucraniana que conoció en Alemania y a la que perdió la pista después de la guerra. A partir de esta aventura desarrolló también su rechazo a la guerra, la autoridad y el ejército, que se convirtieron en sus blancos favoritos, junto a la religión, los deportistas, las corridas, los cazadores y los idiotas de toda índole.
De vuelta a Francia, alternó los trabajos y se reinventó como dibujante de diversas publicaciones. En 1960 lanzó junto a Georges Bernier, conocido por su alias de Profesor Choron, el mítico mensual satírico Hara Kiri —hacerse el Hara Kiri es el “colmo de la estupidez”, explicaría sobre el nombre—, toda una institución de la prensa satírica. Durante más de dos décadas la publicación, que se autodefinía en su portada como “tonta y malvada”, multiplicó las demandas y los juicios. En paralelo, en 1969, se creó la versión semanal de la publicación, que en 1970 anunció la muerte del general de Gaulle con el siguiente titular: “Baile trágico en Colombay: un muerto”.
Esta última falta de respeto le valió el cierre definitivo, pero el equipo decidió simplemente cambiar el nombre por el de Charlie Hebdo. La llegada de los socialistas al poder en 1981 marcó el declive y desaparición de la publicación, el semanal en diciembre de ese mismo año y el mensual en 1986. En 1992, Philippe Val retomó la publicación satírica bajo su forma actual. Cavanna participaba en ella con sus crónicas.
Disminuido en los últimos años por el Parkinson —Miss Parkinson, como decía—, relató su lucha contra la enfermedad en su libro Lune de miel, publicado en 2011. Su obsesión era poder seguir escribiendo: “Lucharé, necesito hablar, si no, muero. Mi forma de hablar es la escritura. A mano. Mientras que pueda escribir una línea, seguiré entre los vivos. No podrá conmigo”. Finalmente, ha sido una infección pulmonar, ocurrida tras una operación del fémur en el hospital de Crétéil, en las afueras de París, la que ha llevado al dibujante y escritor a “partirle la cara a la muerte”.
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