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Un año más caro para la clase media brasileña

En busca de un aumento de la recaudación en año de elecciones presidenciales, el Gobierno anuncia un conjunto de medidas que pueden molestar al bolsillo de un elector contrario al PT

Aeropuerto de Natal, en Brasil.
Aeropuerto de Natal, en Brasil.Antonio Cruz (Agência Brasil)

El año que acaba de empezar será más caro para la clase media brasileña. En busca de un aumento en la recaudación de impuestos para este año de elecciones presidenciales, el Gobierno Federal ha anunciado un conjunto de medidas que pueden molestar al bolsillo de los brasileños. Se trata del aumento del Impuesto sobre Operaciones Financeras (IOF) del 0,38% al 6,38% en las tarjetas de débito y de prepagos usados en viajes al exterior, de un aumento del Impuesto sobre Productos Industrializados (IPI) de muebles, y del inicio gradual de un incremento del IPI de los vehículos. En este caso hay, además, otra novedad: este miércoles entró en vigor la obligatoriedad de frenos ABS y airbags para coches producidos en Brasil, una exigencia que, según estimaciones del sector de la automoción, va a encarecer entre 1.000 y 1.500 reales (de 420 a 630 dólares, aproximadamente) cada unidad.

El descuento del IPI fue un instrumento utilizado por el Gobierno como medida anticíclica desde la crisis de 2009. Ahora, la retirada de ese beneficio coincide con un momento delicado desde el punto de vista electoral. El aumento del IOF para turistas, por su parte, intenta inhibir los gastos récord de los brasileños en el exterior, que afectan al balance de pagos del país.

No menos importantes son los reajustes que deben producirse en el precio de los combustibles. En 2013, la estatal Petrobras realizó dos correcciones, en enero y a finales de noviembre. Pero la compañía, como saben sus accionistas, necesita más aumentos en los combustibles para poder llevar adelante su ambicioso plan de inversiones. Y estos tienen un conocido efecto cascada en la inflación del país.

El escenario económico inicial de este año aún cuenta con una incógnita que, a la corta o a la larga, también afectará el bolsillo de los brasileños: los precios -administrados por el Gobierno- de energía eléctrica y tarifas de transporte público en medianas y grandes ciudades. Estos deberían aumentar si se tomasen en cuenta las debilitadas arcas de las empresas y de los ayuntamientos, pero muy probablemente se mantendrán como están, debido a su fuerte impacto electoral negativo. En el extremo opuesto, los sueldos tienen una bajísima expectativa de ganancia reale, es decir, por encima de la inflación.

De acuerdo con Nicola Tingas, economista jefe de la Asociación Nacional de las Instituciones de Crédito, Financiación e Inversión (Acrefi), sin embargo, la expectativa es de que los precios del transporte urbano y de la energía sufran un reajuste, aunque pequeño. “Esas son medidas que van a golpear con fuerza los presupuestos familiares”, afirma. “Los otros reajustes previstos dependen mucho de la cesta de consumo de cada familia y por eso no representan un riesgo generalizado de inflación.”

El año 2013 debería haber acabado con una inflación en torno al 5,8%, según las últimas estimaciones. Para 2014, la expectativa inicial es de que alcance el 6%, muy cerca del techo de la meta inflacionaria brasileña, del 6,5%. Para Carlos Tadeu de Freitas, exdirector del Banco Central, el aumento de la tasa básica de interesés en Brasil (Selic), que está en 10% al año, también penalizará a la clase media, pues opera como freno al consumo. “La expectativa es que el consumo se desacelere. Por ahora no hay indicios de una mayor intención de compra de las familias”, dice. Los intereses, sin embargo, son el arma para inhibir la inflación, un asunto delicado para el brasileño.

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No en vano, el consumo de productos como los muebles, que son más sensibles al bolsillo de la clase media, experimentó una de las menores reajustes de IPI, del 3,5% al 4% (aún más bajo del impuesto original del 5%). El equipo económico de la presidenta Dilma Rousseff ya había anunciado que aumentaría el IPI para los electrodomésticos, pero ha revisado su decisión y anunciado que no hay fecha prevista de cambio.

“El Gobierno dispone de todos los datos económicos relevantes. Por eso hizo el cálculo político y reculó del aumento del IPI de los electrodomésticos, que sería una medida con un impacto negativo grande”, afirma Emerson Urizzi Cervi, profesor del departamento de Ciencias Políticas de la Universidade Federal de Paraná (UFPR). “Ese conjunto de medidas representa un cambio en la orientación seguida desde 2008, todavía en la gestión de Lula, de incentivos al consumo y que ya está dando señales de agotamiento”, opina.

Los electores con enseñanza superior -teóricamente, los más afectados por esas decisiones- son precisamente aquellos a los que Rousseff y el PT, en general, tienen más dificultades para cautivar. De acuerdo con la última encuesta del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estatística (Ibope), el perfil general del elector de la presidenta es una persona de baja renta, que recibe de uno a dos salarios mínimos, estudió hasta el cuarto curso de enseñanza básica (entre 9 y 10 años) y vive en la región Nordeste en ciudades de hasta 20.000 habitantes. Estas son las características del 58% de sus electores.

Para no abandonar a los electores del sector más rico de la clase media, más afín a un tipo de candidato como Aécio Neves (PSDB), Rousseff estudia aumentar los límites mínimos de ingresos para los beneficiarios del programa de vivienda popular Minha Casa, Minha Vida (Mi casa, mi vida), según el periódico O Estado de S. Paulo. Hoy, los beneficiarios deben tener unos ingresos de entre 1.600 y 5.000 reales (entre 670 y 2.000 dólares).

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