Vidas, todo menos paralelas
Extracto del prólogo de 'Hijas de general: La historia que cruza a Bachelet y Matthei', ensayo de las periodistas Rocío Montes y Nancy Castillo sobre las candidatas a la presidencia de Chile
Si Plutarco fuera chileno se habría llevado un gran disgusto. A primera vista, que siempre es mejor que vaya acompañada de una segunda, Evelyn Matthei y Michelle Bachelet, respectivamente, derecha e izquierda clásicas a más no poder, serían el modelo perfecto para el gran biógrafo griego, hijas las dos de generales de parecida generación, militares que se conocían e incluso se apreciaban, las candidatas que se conocieron de niñas, una apenas un par de años mayor que la otra, aunque decir que eran amigas sería mucho decir, y que ahora confluyen una pila de años más tarde en disputarse la Presidencia del país. Un aparente paralelismo generacional, cronológico cuando menos, es innegable que existe, pero por mucho nacimiento y confluencia que hayan podido producirse, no hay dos destinos más alejados entre sí que el de las dos aspirantes.
Una, la socialista, tiene que remar contra corriente buena parte de su vida, la del exilio y los años del regreso a la patria, hasta que un amago de democracia se abre paso con el plebiscito de 1988, y la otra, circulante entre RN y la UDI, con el viento de cara todo ese tiempo, solo tiene que reciclarse, aunque pausada y sinceramente, cuando la situación lo exige.
Michelle Bachelet era una joven cuando el general Augusto Pinochet Ugarte tomaba el poder, pero ya con los parámetros de la política muy en su sitio, que posiblemente algo se radicalizaron durante su estancia en la RDA, extinto país del que la líder socialista guardará siempre un recuerdo caritativamente favorable. Y así es cómo vuelve plenamente integrada a una situación en la que su moralidad política le exige una contribución democrática desde la clandestinidad. Evelyn Matthei, concertista de piano frustrada, muy contrariamente, aun votaba por el general golpista en el referéndum, aunque dícese que más por sentido de la disciplina que por entusiasmo personal, y su recorrido ulterior se acompasa al del propio país: del autoritarismo más o menos light a la democracia razonablemente plena, aunque no, incluso hoy, absolutamente despinochetizada. Sus partidarios han subrayado que sus puntos de vista —comprensivos con el aborto terapéutico y el divorcio— son homologables a los de Europa, aunque algo rechinen en el panorama de la derecha chilena. Como puede verse, de paralelismos a lo Plutarco, ni pizca.
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