Una mala solución
Ceder ante el chantaje de los policías amotinados en Córdoba aumentándoles el sueldo ha sido un mal negocio para la democracia
Dos muertos, más de cien heridos, más de 50 detenidos y decenas de comercios arrasados durante saqueos es una pésima noticia para Argentina, que celebra estos días los 30 años de democracia ininterrumpida desde 1983. Los principales desmanes se registraron en la ciudad de Córdoba. El análisis deja en un pésimo lugar a todas las autoridades competentes.
Mal, sin ninguna conciencia cívica, actuaron los más de dos mil agentes amotinados en la provincia de Córdoba. Consiguieron un aumento de sus salarios a costa de dejar los municipios en manos de delincuentes. Pasaban lentamente las cuatro de la tarde, las cinco, las seis, las siete de la noche, las nueve, las diez…. Los canales de televisión retransmitían en directo los saqueos y ellos continuaban impasibles, amotinados en sus cuarteles, reclamando aumentos de sueldos. Los ladrones ejercían de piquetes involuntarios.
Los agentes aprovecharon que el Gobernador se encontraba en el extranjero de viaje oficial para abandonar sus puestos de trabajo. Hubo barra libre para todo el que quisiera entrar en los supermercados y hacerse con lo ajeno. En unas horas los policías consiguieron atraer la atención de Argentina y de buena parte del mundo. Pero el coste ha sido muy alto para el prestigio de ellos, de la provincia y del país.
Mal actuó también el gobernador peronista disidente del oficialismo, José Manuel de la Sota, al ceder ante semejante extorsión. Y mal, rematadamente mal, la Casa Rosada, también de brazos cruzados. La presidenta desaprovechó una excelente ocasión para emitir un mensaje por cadena nacional -sin perritos, pingüinos ni flores- y para anunciar que enviaría de forma urgente un destacamento de gendarmes a Córdoba.
¿De dónde saldrá el dinero que se van a llevar los policías, de qué partida?
Al día siguiente, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, declaró que la actitud del gobernador fue “mezquina e irresponsable”. Dijo: "Especuló política y mediáticamente de manera lamentable. Intentó victimizarse en vez de hacerse cargo de este conflicto, que se hubiera resuelto ayer mismo y sin mayores consecuencias si él hubiera estado en el país en lugar de haber estado en Panamá". A De la Sota no se le puede criticar por emprender un viaje oficial y volver lo antes posible. Las palabras del ministro del Interior sólo merecen calificarse de demagogia barata. Pero aún peor es esto que añadió: "De la Sota miente porque desde el Gobierno nacional siempre estamos abiertos al diálogo. Y ningún funcionario de la provincia se comunicó ayer ni con el Ministerio del Interior, ni con la Jefatura de Gabinete de Ministros. (…) Recién hoy a las 7:56, y luego de un día entero de caos en el que incluso hay víctimas fatales, ingresó por fax una solicitud de auxilio a la Nación y estamos dando respuesta inmediata con el envío de Gendarmería".
O sea, que hasta que no ingresa el fax pertinente debidamente sellado, no se ofrece el auxilio correspondiente. Que un Gobierno que alardea ahora de recibir a líderes de la oposición en la Casa Rosada, después de diez años de ninguneo y desprecio, no sea capaz en una noche de saqueos de tomar el teléfono por cuenta propia y llamar al gobernador de Córdoba no dice grn cosa de ese Gobierno. De la Sota se defendió diciendo que había enviado una carta al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y un mail a la presidenta. Y mientras volaban las acusaciones desde Córdoba a la Casa Rosada y viceversa, los vecinos quedaron indefensos.
Las siguientes palabras de Randazzo bien se las podría aplicar a él mismo y a la presidenta Fernández: "El gobernador De la Sota debería saber que la política y la gestión no se hacen ni por los medios ni por Twitter. Lo que hizo es un papelón, una falta de respeto a los cordobeses y a todos los argentinos".
Finalmente, los policías se salieron con la suya. Volvieron a las calles entre aplausos –en algunos barrios- y silbidos en otros donde los propios vecinos habían tenido que defenderse de los malhechores alzando barricadas. Uno de los agentes lloró ante varios vecinos diciendo que no había sido nada fácil estar donde estuvieron. Es decir, con los brazos cruzados.
Ahora quedan preguntas por contestar que una sociedad madura debería exigir. ¿De dónde saldrá el dinero que se van a llevar los policías, de qué partida? ¿Cuántos robos, cuántos heridos y cuántas muertes habrían tolerado los agentes con los brazos cruzados si el gobernador no hubiese decido ante sus pretensiones? Consiguieron sus fines gracias a la inestimable colaboración de los atracadores. Eso es también una forma violenta de meter la mano en el bolsillo del contribuyente.
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