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Capitanich, un presidenciable al frente de los ministros

La presidente cambia a un jefe de gabinete de origen académico como Abal Medina a un político peronista fiel al kirchnerismo

Alejandro Rebossio
Fotografía de archivo sin fechar de Jorge Capitanich
Fotografía de archivo sin fechar de Jorge CapitanichEFE

Cristina Fernández de Kirchner cambió a un jefe de Gabinete de Ministros de origen académico y progresista como Juan Manuel Abal Medina por un político peronista, Jorge Capitanich, que se ha mantenido fiel al kirchnerismo y que ha compartido algo de su visión más de izquierdas, a diferencia de otros que solo están con la presidenta argentina por conveniencia coyuntural. Ante la prohibición constitucional de ser reelegida, Fernández sabe que el candidato peronista kirchnerista más popular es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, pero el problema es que se sospecha que él no sería un presidente verdaderamente kirchnerista sino más bien conservador. En el peronismo que más comulga con el ideario de la jefa de Estado hay varios otros aspirantes, pero ninguno muy conocido para la mayoría de la población de su país. Uno de ellos es Capitanich, de 48 años. Se supone que el nuevo jefe de Gabinete le dará a ese cargo la robustez y la proyección de imagen de presidenciable de las que carecía Abal Medina.

Tampoco se puede decir que Capitanich es de izquierda. Está más al centro que Fernández. Hasta ahora era gobernador de Chaco, en el pobre noreste de Argentina. Es la décima provincia de su país por población, con un millón de habitantes. Allí se distinguió por su política a favor de la educación de los indígenas, a diferencia de su colega de la vecina Formosa, el también kirchnerista Gildo Insfrán, donde uno de los líderes de la etnia qom, Félix Díaz, sufre una prolongada persecución judicial por su lucha por la tierra. Pero Capitanich también es el gobernador que un día se encontró con los dueños de una de las empresas de software más innovadoras de Argentina, Globant, los puso en un avión de la provincia, los llevó a ver unas oficinas vacías en su capital, Resistencia, y les dio todas las facilidades para que allí instalaran a programadores que exportaran al mundo entero.

Su familia vino de Montenegro al Chaco argentino. Nació en la segunda ciudad de la provincia, Presidencia Roque Sáenz Peña, y estudió para ser contable en la Universidad del Nordeste. Poco antes de graduarse, a sus 23 años, ya era secretario privado del entonces gobernador chaqueño, un peronista, como era costumbre por aquellos pagos. Los que lo conocen admiran su inteligencia, para bien o para mal.

Más tarde se trasladó a Buenos Aires, donde hizo tres maestrías en universidades privadas, la última en la prestigiosa San Andrés: una en Ciencias de la Administración, otra en Economía y Ciencias Políticas y la última en Administración y Políticas Públicas. Entre medio comenzaba sus primeros pasos en la política nacional. En 1994 fue nombrado coordinador de un programa de empleo del Gobierno del peronista neoliberal Carlos Menem (1989-1999). Al año siguiente llegó a subsecretario de Estado en el Ministerio de Desarrollo Social. En octubre de 2001, en plena crisis argentina, fue elegido senador por su provincia, entonces gobernada por la centrista Unión Cívica Radical (UCR).

Tras la caída del Gobierno del radical Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001, fue nombrado ministro de Infraestructura por el peronista neoliberal Ramón Puerta, presidente argentino por dos días. En 2002, otro jefe de Estado, un peronista más tradicional como Eduardo Duhalde, lo designó jefe de Gabinete, el mismo cargo que ocupará ahora otra vez. Tenía 37 años y en ese puesto duró solo cuatro meses, la crisis se lo tragó y acabó asumiendo su banca de senador.

En 2003, cuando Néstor Kirchner reemplazó a Duhalde en la presidencia argentina, Capitanich se candidateó por primera vez a gobernador de Chaco y perdió. Siguió como senador, experto en presupuesto, y como tal defendió las políticas económicas del kirchnerismo. También se diferenció entonces del nuevo progresismo reinante en el peronismo al proponer ideas como la de derribar aviones sospechados de narcotráfico. En 2007, Fernández llegó a presidenta y él acabó accediendo a la gobernación chaqueña tras derrotar al radicalismo. Desde entonces, el peronismo se ha vuelto fuerte otra vez en esa provincia del Nordeste argentino y tanto es así que en las últimas elecciones legislativas el kirchnerismo quiso celebrar la victoria al nivel nacional, pese a la derrota en los cinco principales distritos, y en los festejos el vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, se comunicó por videoconferencia con Capitanich, donde habían ganado con el 60% de los votos.

El nuevo jefe de Gabinete había dicho que no buscaría una reelección en Chaco en los comicios de 2015, pero había aclarado que tampoco aspiraba a la presidencia argentina. Pero muchos analistas no le creen. Algunos piensan que puede ser un presidenciable kirchnerista que supere a Scioli en unas primarias y a los opositores en las generales siempre y cuando se construya una fama al nivel nacional, algo que aún le falta, y que además sea una buena fama.

Otros contendientes dentro del peronismo más cercano ideológicamente al kirchnerismo podrían ser el ministro del Interior, Florencio Randazzo, cuya popularidad depende de que arregle el paupérrimo sistema de trenes de cercanías con una compras de vagones nuevos que llegarán de China el año próximo; el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, otro desconocido para el gran público y de excelente relación con el papa Francisco; y el gobernador de la provincia oriental de Entre Ríos, Sergio Urribarri, que tampoco es famoso fuera de sus pagos y que también sonaba para el cargo que finalmente ocupará Capitanich. El Coqui, como le dicen al chaqueño, tiene ahora su gran oportunidad. Veremos si la aprovecha. Los desafíos económicos de Argentina no son menores, porque el PIB crece, pero la inflación y la pérdida de reservas internacionales acechan. De eso depende la situación social, mientras que la política está en transición hacia un nuevo liderazgo tanto dentro como fuera del kirchnerismo, con la certeza de que la familia Kirchner dejará de gobernar en 2015, después de 12 años en el poder.

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