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La NSA cooperó con España para resolver los secuestros del Sahel

La agencia de espionaje de EE UU suministró numerosos datos al CNI

Los tres rehenes catalanes, Albert Vilalta, Alicia Gámez y Roque Pascual, con sus secuestradores en 2009.
Los tres rehenes catalanes, Albert Vilalta, Alicia Gámez y Roque Pascual, con sus secuestradores en 2009.

Los tres rehenes catalanes secuestrados por la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI) recorrieron, el 28 de diciembre de 2009, decenas de kilómetros en un todoterreno hasta que los terroristas pusieron en sus manos un teléfono y les dejaron llamar a sus familias. “Sospecho que nos introdujeron en Mauritania”, comentó tres años después Roque Pascual, que permaneció casi nueve meses cautivo en el norte de Malí. El traslado de un país a otro era para despistar a los que podían intentar seguir el rastro de los secuestrados.

“Ten fe Roque, todo va a acabar bien”, le dijo a Isa, su mujer, a Pascual por teléfono. Esa llamada desde algún lugar desértico del Sahel y Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) fue interceptada por la National Security Agency (NSA), la agencia de espionaje electrónico estadounidense cuyos secretos desveló el exanalista Edward Snowden, ahora exiliado en Moscú.

A lo largo de los nueve meses (entre noviembre de 2009 y agosto de 2010) que duró el secuestro de Pascual y Albert Vilalta y de los cuatro meses que permaneció apresada con ellos Alicia Gámez, la NSA fue la principal fuente de información del Gobierno español sobre los rehenes y sus cancerberos. Le trasladó no solo conversaciones, sino mapas y fotos, según fuentes españolas que siguieron de cerca aquel triple secuestro.

Estados Unidos empezó a ampliar la lucha antiterrorista en los países del Sahel a finales de 2003. Fue entonces cuando lanzó la llamada Iniciativa Pan Sahel (IPS) para equipar, entrenar y coordinar a las fuerzas de seguridad de los países de ese área.

Por aquellas fechas Washington también trató de negociar con Argel la instalación en Tamanrasset (en el sur de Argelia) de una estación de interceptación de la NSA. No lo consiguió y poco después abrió una en Bamako (Malí). A principios de este año inauguró una base de drones en Níger. En un mapa de los centros conjuntos operados por la NSA y la CIA divulgado por Snowden con la ayuda del periodista Glenn Greenwald, Bamako es una de las tres antenas —sobre un total de 80— que aparece en rojo. Eso significa que es una de las más activas del mundo.

España también posee, algo más al oeste en África, capacidades de escucha. En lo alto de la montaña de La Muda, en Fuerteventura, Defensa colocó y renovó a partir de 2009 las antenas del Sistema Conjunto Santiago, según anunció en el BOE. Es un sistema de doble uso que sirve para la guerra electrónica y para la interceptación de comunicaciones en parte de África occidental.

Los rehenes españoles y de otros países europeos hicieron llamadas a sus familiares con teléfonos vía satélite Thuraya y, alguna rara vez, con móviles convencionales. Para que las hicieran sus cancerberos les solían trasladar hasta lugares alejados de donde vivían en el desierto. Un secuestrado recordaba que uno de sus guardianes tenía una bolsa repleta de tarjetas SIM de diversas compañías y países. Eligió una y la introdujo en el teléfono.

A la mayoría de los rehenes les dejaban llamar poco rato y de higos a brevas. Pero al austriaco Wolfgang Ebner, que estuvo secuestrado por una katiba (célula) todavía más radical que la de los catalanes, le autorizaron a hacer medio centenar de llamadas durante su cautiverio, algunas de larga duración y en alemán.

Los metadatos de las llamadas permiten saber su duración y origen. En más de una ocasión los servicios secretos occidentales, con la NSA a la cabeza, debieron de saber dónde estaban los rehenes. Aun así solo Francia se atrevió, en 2010, a hacer una operación de rescate. Y fracasó.

El contraespionaje alemán queda expuesto

J. GÓMEZ, Berlín

El escándalo por el presunto espionaje del teléfono móvil de la canciller Angela Merkel ha puesto el foco sobre el contraespionaje alemán. Está en manos de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BFV), los servicios secretos internos del país. Reúnen inteligencia para prevenir sabotajes o ataques informáticos, pero también para detectar las actividades de otros servicios secretos en suelo alemán. Cuando Merkel anunció sus sospechas de que su teléfono estaba siendo vigilado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense, el semanario Der Spiegel se apresuró a publicar que los indicios provienen de una investigación periodística basada en las filtraciones de Edward Snowden. Los espías alemanes se limitaron a comprobar la solidez de la sospecha. ¿Qué hacían antes? ¿No vieron que el móvil de la jefa del Gobierno más poderoso de Europa estaba siendo fisgoneado?

La BFV publica informes periódicos sobre su trabajo en Alemania. En el más reciente habla del espionaje desde China y Rusia, “principales autores” de los ataques detectados. Ni una palabra de Estados Unidos, ni una sospecha oficial. En la Comisión de Control de los servicios secretos del Parlamento (Bundestag) dicen ahora que la posibilidad de que Merkel haya sido espiada delante de todos resulta “sonrojante”. El jefe de dicha comisión, el socialdemócrata Thomas Oppermann, propuso que una parte de los 5.000 agentes de la BFV sean destinados a combatir y prevenir el espionaje desde países aliados. Pero cuando el amigo es Estados Unidos, el problema es la dependencia de los propios servicios de contraespionaje. La página web de Der Spiegel expone estos días varios casos notorios en los que los servicios de seguridad alemanes solo han intervenido tras recibir soplos cruciales desde Washington o desde la OTAN. Como recordó Merkel en verano, la detención de presuntos terroristas que planearon ataques en suelo alemán también fue posible gracias a los espías estadounidenses.

Disfrutan estos de poco menos que carta blanca en Alemania, desde los tiempos de la ocupación y de la Guerra Fría. Según explica el experto Hans Leyendecker en el diario de Múnich Süddeutsche Zeitung, la prioridad de todos los presidentes de los servicios secretos alemanes ha sido siempre “mantener la cooperación con Estados Unidos”.

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