“Ayúdenme a encontrar a mi hijo”
Los islamistas buscan a las víctimas de la represión entre cientos de cuerpos que se pudren en las morgues con una información oficial confusa
Mohamed Abbas señala, en una larga lista sobre la pared, un nombre, el de su hijo Ahmad, de 30 años. “Ayúdenme a encontrar a mi hijo”, pide, la voz quebrada, los ojos vidriosos. Este hombre de 65 años lleva cinco días recorriendo las morgues de El Cairo, las oficiales y las que los islamistas han improvisado en las mezquitas. Las autoridades le han dicho que su hijo murió en la carga del miércoles contra los campamentos islamistas, junto a otras 600 personas. Pero Mohamed aún no ha encontrado el cuerpo. Hoy hace guardia frente a la morgue de Zeinhom, y vuelve empedernidamente a señalar el nombre de Ahmad, uno más en una lista de 375 que le notifica que ha perdido a su hijo, pero no le dice dónde encontrar sus restos.
Los cuerpos, cubiertos con sábanas blancas, están por doquier. Asoman de los camiones aparcados. Yacen a la puerta misma de la morgue. Se amontonan, dentro, en pasillos y escaleras. El olor a putrefacción inunda toda la calle. Los vecinos caminan con máscaras. Un manojo de barras de incienso, en el suelo, trata de disimular infructuosamente el olor. Algunos cuerpos llevan en la morgue cinco días, a la espera de que los forenses del Gobierno los examinen para determinar la causa de la muerte. Otros aguardan a que los reclamen sus familiares, aparcados en el olvido. Entre los cadáveres se ven varios chamuscados, completamente irreconocibles. Las fuerzas de seguridad quemaron parte de las acampadas islamistas.
Dos primos de Mohamed Mustafá, de 35 años, murieron en la carga contra el campamento de Raba al Adauiya, el pasado miércoles en El Cairo. En el certificado de defunción de ambos dice que murieron por asfixia, la causa más común que encuentran los forenses. Pero Mohamed, que ha examinado los cuerpos, dice que ambos tienen heridas de bala, uno de ellos en el estómago. “Nos piden que firmemos los certificados que ellos ya han rellenado, con las causas de muerte que ellos se han inventado, para lavarle la conciencia al Ejército”, dice Mohamed a la puerta de la morgue. “O firmamos o no nos dan los cuerpos. Y si nos resistimos a poner nuestro nombre en esa mentira, no los liberan, los dejan ahí adentro pudriéndose”, añade.
Este lunes llegaron otros 36 cuerpos, los detenidos que fallecieron el domingo mientras eran trasladados en furgones a una prisión de El Cairo. La mayoría habían sido arrestados el viernes en la mezquita de Al Fatah, en la plaza de Ramsés, durante las protestas islamistas. Las versiones sobre cómo murieron son contradictorias. El Ministerio del Interior asegura que tomaron como rehén a un policía, para fugarse. Los Hermanos Musulmanes replican que fueron ejecutados, atacados con gases lacrimógenos en los furgones, sin que hubiera provocación alguna. “El Ministerio del Interior ha dado tres versiones diferentes de los que sucedió, y todas parecen ser mentira”, dijo ayer en rueda de prensa el doctor Hani Nawara, de la Alianza Contra el Golpe.
“Dicen que mi hijo murió de asfixia, pero su cuerpo, ahí adentro, está lleno de golpes. Mi hijo no murió de asfixia”, dice Ahmad Abdul Azim, de 55 años. Su hijo, Talaat, de 36 años, deja mujer y dos niños. Ahmad muestra el certificado que ha tenido que firmar, en el que asume la causa de la muerte que le han impuesto los forenses, pero las dudas le corroen, y rompe a llorar en plena calle. “Ahora sólo le queda rendir cuentas ante Dios, ¿qué más puedo hacer?”, dice. Aclara, inmediatamente, que su hijo no era islamista, que ni siquiera simpatizaba con los Hermanos Musulmanes, sino que fue arrestado cuando estaba de camino al trabajo, y que se vio en medio de una situación en la que no tuvo responsabilidad o culpa alguna.
Siete semanas después del golpe, y con más de mil muertos en las represalias de las fuerzas de seguridad, ya no se encuentran islamistas fácilmente en El Cairo. Los familiares defienden, invariablemente, que estos fallecidos murieron porque estaban en el lugar y momento equivocados. Los meses de Gobierno de los Hermanos Musulmanes son un tenue recuerdo, y en las calles se tiene la sensación de que se ha vuelto a aquellos años remotos cuando los islamistas llevaban su sociedad en el más absoluto secreto.
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