El milagro polaco se tambalea
El enfriamiento de la economía y el aumento del paro resucitan al partido ultraconservador de Jaroslaw Kaczynski
Hasta hace unos meses, se hablaba de Polonia como de un milagro. El único país europeo que no ha entrado en recesión desde que en 2008 estallara la crisis financiera llegó a crecer hasta un 4,5% en 2011. Desde que venció por primera vez en las elecciones de 2007, el liberal Donald Tusk, de 56 años, ha hecho del país un referente de estabilidad entre sus vecinos de Europa central y del Este y tiene a la poderosa Alemania como su principal socio comercial, mientras su diplomacia ha ganado presencia con un discurso constructivo en Europa.
Tusk es el primer ministro que más tiempo ha gobernado en Polonia. Ningún otro había sido reelegido desde la caída del comunismo. Pero ahora, en la mitad de su segundo mandato, su estrella parece estar apagándose. A finales del año pasado la economía empezó a ralentizarse, el paro ha ido aumentando hasta el 13,2% y el descontento se ha extendido entre muchos polacos, que critican la ausencia de acción, la falta de “una comunicación clara, por parte del Gobierno, de su visión del país”, explica Krzysztof Blusz, analista del think tank DemosEuropa.
Pese a que, comparadas con España, son cifras envidiables, asuntos como el aumento de la edad de jubilación aprobado el año pasado o la reciente propuesta para reformar los fondos privados de pensiones han terminado de socavar la imagen del Gobierno. “Hay una mayor dosis de oposición a estos asuntos. A la gente se le dijo que fuera ahorrando en fondos privados para la jubilación, y ahora el plan parece ser un mero truco para traspasar de nuevo todo ese dinero a una agencia nacional con el fin de ayudar a la consolidación fiscal. Muchos creen que es una forma injusta de apropiarse del dinero”, comenta Blusz.
Pero los problemas de Tusk no son solo económicos. El desgaste de su Gobierno ha permitido el avance en los sondeos del partido del conservador Jaroslaw Kaczynski, el principal de la oposición. Ya en mayo, por primera vez en seis años, Ley y Justicia aventajó a la Plataforma Cívica de Tusk con un 26% frente a un 23% de los votantes, según CBOS, una de las mayores encuestadoras del país, y después ha habido más resultados en el mismo sentido. El cansancio de los ciudadanos hacia el partido del Gobierno se vio también en unas elecciones locales en julio, al perder la alcaldía de Elbag, al norte, frente al candidato de Ley y Justicia. Tusk había viajado varias veces para hacer campaña en favor de su aspirante.
La época de los explosivos gemelos Kaczynski, con su ultranacionalismo, su cruzada homófoba y su aversión a Europa, parecían muy lejanas. Desde la muerte en accidente aéreo en 2010 en Smolensk (Rusia) del entonces presidente Lech Kaczynski, su hermano Jaroslaw, de 64 años, y sus seguidores se abonaron a la idea de que lo sucedido fue un complot instigado por Moscú para asesinarlo. Como líder de la oposición, brama contra el Gobierno, al que considera al servicio de Bruselas y de Berlín y clama por repolonizar los bancos. “Ley y Justicia puede resultar atractivo para los jóvenes porque no se acuerdan de cómo era su Gobierno [de 2006 a 2007 como primer ministro, bajo la presidencia de su hermano]”, comenta Marcin Zaborowski, director del Instituto polaco de Asuntos Internacionales. “Ahora está cambiando su retórica. Tras varios años hablando del accidente de Smolensk, está usando un discurso más centrado en los valores nacionales frente a la Unión Europea y sostiene que el Gobierno es incompetente. Ha puesto el acento en la economía, y por eso puede ser más creíble para los jóvenes, a quienes no les importa Smolensk y entre los que se ha instalado el descontento debido a la falta de oportunidades y al paro, como en el resto de Europa”, añade.
Los votantes de Ley y Justicia son muy disciplinados, es un partido prácticamente monolítico en cuanto a su ideología y unido, lejos de la amalgama de liberales y conservadores que conforman la Plataforma Cívica de Tusk, “más plural y proeuropeo, pero en cuestiones sociales están divididos”, explica Zaborowski.
De hecho, la otra batalla a la que se enfrenta el primer ministro es interna. Por ejemplo, a principios de año Tusk fue incapaz de poner de acuerdo a los miembros de su propio partido para que votaran a favor de un borrador para reconocer las uniones gais, y se ha enfrentado a varios de sus ministros. A uno de ellos, el de Justicia, lo destituyó en mayo por decir, sin aportar pruebas, que Alemania experimenta con embriones comprados en Polonia. Ese mismo hombre, Jaroslaw Gowin, lideró a los rebeldes en el Parlamento sobre las uniones gais y es precisamente el rival de Tusk para liderar el partido en unas elecciones internas a finales de agosto. “El primer ministro volverá a tomar las riendas de su formación”, afirma Blusz. Los analistas están de acuerdo en que Gowin no vencerá, pero sí busca afianzarse como el líder de la facción conservadora del partido. A la vez, contribuye a erosionar la imagen de Tusk y sus frentes abiertos. Con todo, quedan aún dos años para las elecciones y, como señala Blusz, “en política, eso es mucho tiempo”.
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