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Argentina pone a prueba al kirchnerismo

Las primarias marcan el punto de partida del mapa político para los últimos dos años de Cristina Fernández en el poder y la supervivencia de un modelo en vigor desde 2003

Alejandro Rebossio
Sergio Massa saluda a la presidenta Fernández en julio de 2008.
Sergio Massa saluda a la presidenta Fernández en julio de 2008.N. Pisarenko (AP)

Las elecciones primarias de este domingo en Argentina marcan el principio del fin del segundo Gobierno de la peronista Cristina Fernández y la capacidad del kirchnerismo de preservar un modelo que está en vigor desde 2003. La Constitución argentina no permite que un presidente sea reelegido dos veces consecutivas, por lo que si no se modifica, la jefa de Estado acabará su mandato en diciembre de 2015. A partir de los comicios de este domingo y de las legislativas generales de octubre próximo, se delineará el mapa político para los próximos dos años de gobierno.

La presidenta argentina ha dicho que no quiere reformar la Constitución. En principio, en 2015 acabarían 12 años de gobiernos kirchneristas, entre los cuatro de su fallecido marido, Néstor Kirchner, y ocho de ella, un periodo más largo que el que gobernaron otros líderes de Argentina, como el radical Hipólito Yrigoyen (1916-1922 y 1928-1930), Juan Domingo Perón (1946-1954 y 1973-1974) y el peronista Carlos Menem (1989-1999). Pero algunos dirigentes kirchneristas abogan por una reforma de la Carta Magna para que Fernández continúe más allá de 2015 en el poder. Para ello, el kirchnerismo debería arrasar en las elecciones de octubre, para aumentar su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en el Senado hasta controlar dos tercios de los escaños de ambos hemiciclos. Pero los pronósticos vaticinan que el gobernante Frente para la Victoria mantendrá una cantidad de legisladores similar a la actual.

Si Fernández no busca la reelección, puede producirse el fenómeno del pato cojo, es decir, del gobernante que entra en la recta final de su gobierno y que, por tanto, pierde poder en su partido. En el Frente para la Victoria no está claro qué candidato a sucederla preferiría la presidenta. El líder con mejor imagen dentro ese frente es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, pero sus posiciones conservadoras repelen a los kirchneristas puros y duros. En cambio, hay un gobernador de provincia, Sergio Urribarri, de Entre Ríos (este de Argentina), que aparece como más cercano a la izquierda peronista. Una incógnita es si Fernández podrá controlar su proceso de sucesión, del mismo modo que ahora nombra a dedo qué políticos deben presentarse en las listas de candidatos a diputados y senadores del Frente para la Victoria en los distritos clave.

Los próximos dos años también serán tiempos en los que la oposición deberá ir pensando cuáles de sus figuras pueden dejar al kirchnerismo fuera del Gobierno. Los opositores están muy divididos entre sí. Los peronistas disidentes están peleados entre ellos, la conservadora Propuesta Republicana (PRO), del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, por ahora solo ha demostrado fortaleza en la capital, mientras otras tres fuerzas se han presentado en estos comicios aliadas en algunos distritos y separadas en otros: la Unión Cívica Radical (UCR), el convulsionado Frente Amplio Progresista (FAP) y la Coalición Cívica (CC). En el peronismo disidente, el alcalde del municipio de Tigre (periferia norte de la capital), Sergio Massa, kirchnerista hasta hace pocos meses, aspirará a vencer en las elecciones a diputado por la provincia de Buenos Aires (37% del electorado argentino) en octubre para convertirse en un nuevo líder, pero también el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, sueña con el cargo. Macri también lo anhela, aunque sabe que para eso deberá conseguir que el peronismo disidente lo acepte como jefe, tarea complicada. La UCR y lo que queda del FAP seguramente intenten un acuerdo. Tienen dos presidenciables que son candidatos a diputados este año: en Mendoza, el radical Julio Cobos, que fue vicepresidente de Argentina en el primer Gobierno de Fernández (2007-2011), y en Santa Fe, el socialista Hermes Binner, que acabó segundo en las presidenciales de 2011, por encima del radicalismo y el peronismo disidente.

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El resultado de las elecciones primarias de este domingo condiciona el de las generales de octubre porque fortalecerá a los que se posicionaron bien y debilitará a los que anduvieron mal. Dentro de dos meses, los comicios resultarían más polarizados. En octubre, el kirchnerismo pone en juego solo alrededor de un tercio de sus escaños en el Parlamento. Si consigue un resultado modesto, mantendrá sus diputados y senadores y podrá seguir aprobando los proyectos de ley que desee, como hizo en los últimos dos años, cuando se expropió el 51% de Repsol en YPF o se reformaron la carta orgánica del Banco Central o la regulación del mercado de capitales. En cambio, si pierde la mayoría absoluta de alguna de las dos cámaras, tal vez el Congreso vuelva a la parálisis que sufrió en una situación similar que ocurrió entre 2009 y 2011.

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Pero además de políticos, los desafíos del final del segundo Gobierno de Fernández también serán económicos. Ni Argentina ni el resto de Latinoamérica crecen tan rápido como hasta 2011, cuando la jefa de Estado fue reelegida. La economía creció el 2,8% en el primer semestre del año, el paro está en el 7,2%, el empleo informal afecta a un tercio de los trabajadores y la pobreza castiga a por lo menos un quinto de los argentinos, pese las mejoras sociales de los diez años de gobiernos kirchneristas. En la región solo Venezuela supera en inflación a Argentina (23%)

En los próximos meses, un tribunal de segunda instancia de EE UU sentenciará en un caso sobre la deuda impagada desde 2001, aquella que está en manos de la minoría de acreedores que no aceptó renegociarla; y Argentina corre el riesgo de caer en suspensión de pagos. Además, está por verse si los precios de las materias primas, sobre todo las agrícolas, mantienen los altos precios de los últimos 11 años, lo que ha permitido un fuerte crecimiento de toda Sudamérica. Las cotizaciones dependerán de la evolución de los tipos de interés de EE UU y la demanda de China, pero al menos Argentina corre con la ventaja de que las cotizaciones los productos básicos agrícolas aparecen menos volátiles que las de los minerales y que en su estructura productiva la industria tiene más peso que en la de otros vecinos.

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