El asesinato del ambientalista Jairo Mora al fin tiene sospechosos
Detenido un grupo de asaltantes dos meses después del crimen; lo habrían matado por incumplir un supuesto trato sobre protección de las tortugas
Los ambientalistas tenían preparada para este miércoles una manifestación contra lo que consideraban un tufo a impunidad en el asesinato del ecologista Jairo Mora en el Caribe costarricense. Veían con malestar los dos meses transcurridos desde que el joven de 26 años apareció muerto en la misma playa donde trabajaba como protector de tortugas baulas y sus huevos, en una lucha abierta contra los saqueadores. No había un siquiera un detenido, pero las autoridades sorprendieron a todos este mismo miércoles con un fuerte operativo por la madrugada.
Ya no se puede decir que pasaron dos meses del homicidio de Jairo Mora y que sus asesinos andan libres por las calles de la provincia de Limón. O al menos, los probables asesinos. Esta madrugada detuvieron a ocho sospechosos de participar en el asesinato del muchacho de 26 años que por meses recibió amenazas de muerte y reclamó apoyo policial para enfrentar a los saqueadores de huevos de tortuga en Moín, principal punto del Caribe costarricense donde anidan la gigantesca baula, una especie en peligro de extinción.
Antes de que el país despertara y recordara que habían pasado dos meses, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) detuvo al amanecer a un grupo de costarricenses y nicaragüenses que, según el reporte oficial, se dedica a comerciar huevos de tortugas, pero sobre todo a asaltos por robo. Así explican entonces de manera preliminar el ataque contra Jairo Mora y cuatro cooperantes extranjeras (incluida una veterinaria española) en la madrugada del viernes 31 de mayo. La versión policial indica entonces que al ambientalista lo abordaron en principio para robarle y no por su trabajo de ecologista en este país preocupado siempre por su imagen verde ante el mundo.
Era un asalto más en la lista de la provincia caribeña de Limón, la menos segura de Costa Rica. Quizá pensaban quitarle su billetera, su celular y lo que anduvieran encima de él y las cuatro chicas en un patrullaje playero que solía hacerse sin demasiada cosas encima. Pero cuando vieron que su víctima de turno era Jairo Mora, decidieron acabar con su rival, según la explicación dada a los periodistas por el director del OIJ, Francisco Segura.
Esta versión ya se acerca a la de los ambientalistas, quien en principio expresaron molestia por la premisa de los investigadores, quienes apuntaban a un crimen común y descartaban cualquier venganza contra Mora por su trabajo por las tortugas.
La autopsia indicó que él tenía un golpe fuerte en la cabeza, que habría dejado inconsciente en la playa y que tragó mucha agua del mar. Su cuerpo lo hallaron junto al auto jeep en que patrullaba en esa noche con las voluntarias en una zona oscura, en medio de playa y bosque y cerca de caseríos pobres donde el negocio de comerciar huevos funciona trenzado con el de tráfico de cocaína, como han admitido las autoridades semanas atrás.
El jeep estaba intacto. No le zafaron ni el radio. Al experto defensor de las tortugas, amenazado de muerte semanas atrás, se lo llevaron aparte y las cuatro chicas quedaron vigiladas por otros asaltantes que al rato las dejaron escapar. Les dijeron que estuvieran tranquilas, que el del problema era Jairo por su insistencia en lograr la playa como zona segura para el desove de baulas. Esto lo contó Almudena, la veterinaria española que convivió con el ambientalistas en los últimos meses y que esa noche lo acompañaba hasta que fueron emboscados en mitad de la noche.
Por eso los ambientalistas insisten en ver este crimen como el final infeliz de la batalla de Jairo Mora, que siempre recriminó a la policía la falta de apoyo para enfrentar a los 'hueveros'. “Esto no fue un asalto cualquiera (...) Ellos tenían otros objetivos”, decía este lunes Didier Chacón, director de la organización Widecast, para la que trabajaba Mora. Después de la detención, sus palabras proyectaban alivio: “estamos muy satisfechos”, dijo a los medios.
El director del OIJ explicó que los “hueveros” estaban molestos con Jairo por el incumplimiento de un supuesto pacto según el cual Widecast les pagaría 300 dólares a diez de ellos para que abandonaran la zona. Pero el muchacho prefirió denunciarlos a la Policía, según el OIJ. El nunca cesó de pedir presencia policial en una playa donde, al fin y al cabo, el saqueo de huevos es solo una de las actividades paralelas al narcotráfico. Quizá tenía entonces algo de razón el vicepresidente de la República, Alfio Piva, cuando dijo a la televisión internacional que Jairo Mora se había arriesgado demasiado.
Las capturas de este miércoles coinciden con los dos meses del asesinato y con la presencia en el país de John Knox, relator de Naciones Unidas sobre derechos humanos y medio ambiente. La oficina local de Naciones Unidas había lamentado la muerte de Mora incluso antes de que lo hiciera el Gobierno y había pedido no dejar impune el crimen. Para este viernes, cuando Knox, dé su conferencia de prensa, ya al menos habrá sospechosos capturados.
La muerte de Mora conmovió al país y preocupó a organizaciones ambientalistas internacionales. Al Gobierno de Laura Chinchilla le generó críticas por la forma pasiva como abordó este caso. Después la Presidenta prometió hallar a los culpables y pidió a las autoridades judiciales actuar con rapidez. Los resultados preliminares están hoy con los ocho detenidos, varios de ellos con antecedentes criminales, según el reporte oficial.
Mientras, el trabajo de protección de las tortugas y sus nidos queda en mínimos. Widecast prácticamente cerró sus proyectos en Moín y ahora solo asiste a algunos locales que dan seguimiento a los nidos documentados por Jairo y a los huevos que él había llevado a resguardo con la esperanza de ver decenas de tortugas recién nacidas caminar libres hacia el mar. Chacón lamentó que los colaboradores en la zona tengan ahora miedo de continuar los proyectos de protección de baulas. “Cuesta mucho que nos apoyen. Nuestros amigos están atemorizados de que los vean poniendo un afiche (para pedir información sobre el asesinato de Mora) y los manden a matar”, denunció el representante de Widecast.
El temor, según él, ha hecho que la red de organizaciones ambientalistas no reciba respuesta a los ofrecimientos de recompensas a cambio de información sobre el crimen de Mora. Ofrecían 90.000 dólares, toda una fortuna para los rangos de una provincia pobre. Ese monto lo forman por partes iguales los ofrecimientos de un grupo de oenegés internacionales, una alianza de empresarios costarricenses y del controvertido ambientalista canadiense Paul Watson, quienes orden de captura en Costa Rica por un ataque a un barco que supuestamente pescaba tiburones para cortarles la aleta, en aguas del Pacífico en el 2002. El fundador del grupo Sea Sheperd aprovechó el caso de Mora para reiterar que Costa Rica exhibe una falsa imagen ecologista.
En la capital, las organizaciones intentan que la muerte de Mora sirva al menos para presionar al Gobierno para declarar zona protegida la playa de Moín, algo que solo sería posible si los intereses proteccionistas logran vencer a los petroleros y portuarios que también compiten por esta parte de la costa caribeña.
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