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El escándalo del espionaje cuestiona la credibilidad de Merkel

Documentos secretos apuntan a que Berlín facilitó las actividades de EE UU

La canciller alemana, Angela Merkel.
La canciller alemana, Angela Merkel.Markus Schreiber (AP)

Desde hace una semana un interrogante recorre con insistencia los pasillos del poder político en Berlín y las redacciones de los principales medios germanos. ¿Mintió descaradamente la canciller cuando afirmó, con una sonrisa inocente dibujada en su cara ante más de 250 periodistas alemanes y extranjeros, que ella desconocía totalmente la estrecha cooperación entre la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense y los servicios de inteligencia de su país? “Me enteré a través de las informaciones de la prensa”, dijo Merkel. Sin embargo, en Alemania cunde la sensación de que la NSA no pudo haber llevado a cabo este gigantesco trabajo de espionaje electrónico sin el consentimiento del Gobierno y sin la ayuda de los servicios de inteligencia alemanes.

La interrogante aún no tiene respuesta oficial, pero cada día que pasa las revelaciones periodísticas apuntan en esa dirección. La revista Der Spiegel, por ejemplo, publicó esta semana el facsímil de dos informes secretos de la NSA reveladores y que causaron inquietud en la cancillería.

Bajo la rúbrica Top Secret y como tema “las relaciones entre la NSA y el BND” (Servicio Federal de Inteligencia) el autor del informe, fechado el 17 de enero de 2013, señala que el BND ha estado trabajando para lograr que el Gobierno federal “flexibilice la interpretación de las leyes a largo plazo para poder compartir informaciones”.

El segundo informe, fechado el 29 de abril y también calificado como secreto, informa de que el Gobierno ha modificado la interpretación de la ley que protege las comunicaciones de los ciudadanos alemanes, una acción destinada a “proporcionar al BND más flexibilidad para compartir información protegida con sus socios extranjeros”.

El semanario, además de publicar los dos informes secretos de la NSA, denunció que los servicios de inteligencia han empleado programas diseñados por la NSA para espiar en territorio alemán y, al mismo tiempo, apoyar a la agencia estadounidense en su lucha contra el terrorismo internacional.

Tras leer el reportaje de la revista, un alto funcionario alemán llegó a una conclusión categórica: “O bien ella mintió, o bien no tiene idea de lo que sucede en las esferas de los servicios de inteligencia, dos posibilidades que la descalifican para el cargo porque eso significa que no controla la información que llega a la cancillería”.

La cooperación entre Berlín y la NSA aumentó después del 11-S. La certeza de que el comando terrorista había vivido y planificado al atentado en Hamburgo obligó al Gobierno alemán, dirigido entonces por el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder, a ceder soberanía y desconocer los derechos fundamentales de los ciudadanos para satisfacer las exigencias de su principal aliado.

Aunque la NSA ha espiado las comunicaciones casi en medio planeta, el escándalo tiene una connotación diferente en Alemania, donde la protección de datos es generalmente una cuestión más sensible a causa de la historia reciente del propio país. Cuando estalló el escándalo muchos alemanes recordaron las actividades de la Gestapo durante el régimen nazi y el terror que impuso la Stasi en la desaparecida Alemania comunista, dos épocas marcadas por la vigilancia y el espionaje de la población para combatir a los enemigos del Estado.

Por esta razón, la existencia del programa PRISM de la NSA causó estupor e indignación en Alemania. Según un sondeo realizado por la cadena pública de televisión, ARD, más de dos tercios de los alemanes están insatisfechos con la manera en que el Gobierno ha reaccionado ante el escándalo, un hecho que hará meditar a la canciller durante sus vacaciones de verano en el Tirol italiano.

Pero, algo raro en el mundo de la política, el escándalo y la mala gestión de su Gobierno no han repercutido en la popularidad de Merkel. Todos los sondeos señalan que la canciller aún aventaja en más de 15 puntos a su rival socialdemócrata.

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