“Langostas” contra “perros de los colonialistas británicos”
La llegada de turistas chinos del continente y la demanda de más libertad suben la tensión en la excolonia
Lee Ming-yiu llegó al mundo un día del año 1951 en el distrito Central, en Hong Kong, cuando el territorio era colonia británica. Toda su vida la ha pasado en este barrio de la isla de Hong Kong, hoy convertido en paraíso de tiendas de marcas de lujo como Audemars Piguet (relojes) y cadenas de ropa como Abercrombie & Fitch. “Nací aquí al lado, en Central, donde a los ocho años comencé a ayudar a mi padre en el negocio familiar”, dice este hombre enjuto y afable.
Lee regenta un puesto de ropa tradicional en Li Yuen Este, un callejón situado entre torres de acero y cristal, y uno de los lugares con más historia de la ciudad. Li Yuen Este fue sede de periódicos y talleres de impresión tras la Segunda Guerra Mundial, cuando era conocida como la calle de los periódicos. Estos dieron luego paso a puestos callejeros de ropa y otros artículos, y en la actualidad es un popular mercadillo turístico.
Lee se siente profundamente hongkonés, ligado a la tierra en la que pasó la mayor parte de su vida bajo dominio británico (Reino Unido devolvió Hong Kong a China en 1997), y como muchos de sus conciudadanos está enojado por la llegada masiva de turistas y residentes chinos del continente en los últimos años, un fenómeno que, unido a las crecientes demandas de mayores libertades políticas de la población, ha tensado las relaciones entre la excolonia y el Gobierno central de Pekín. Los habitantes de Hong Kong creen que los más de 30 millones de chinos que visitaron la ciudad en 2012 –cuatro veces la población local- han sometido las infraestructuras sociales a una presión que no puede aguantar y ponen en peligro la identidad del territorio.
"La forma en que hablan [chino mandarín, no cantonés], cómo comen. Algunos tienen buenas maneras, pero muchos tienen muy poca educación. Las mujeres vienen a dar a luz, y sus niños quitan las plazas en los colegios a los locales. Tienen dinero y pueden pagarlo. Llegan y acaparan alimentos y productos porque son más baratos y seguros. Quizás sea bueno para algunos negocios, pero no para el mío”, contaba Lee a este periódico a finales del mes pasado.
En pocos segundos, ha pasado revista a una larga lista de problemas que han enfrentado a los hongkoneses con los turistas del continente y han obligado a las autoridades locales a tomar medidas ante el descontento popular.
Desde el pasado 1 de enero, las mujeres de China continental ya no pueden viajar a Hong Kong para dar a luz. Solo pueden hacerlo si están casadas con un hongkonés. El nacimiento de un niño en el territorio otorga a este de forma automática el permiso de residencia permanente y, por tanto, el acceso a los servicios sanitarios y de educación de calidad de la ciudad. De ahí que miles de chinas acudieran a los hospitales de Hong Kong para dar a luz. Para algunas, además, era una forma de saltarse la estricta política del hijo único imperante en el continente.
Esta situación generó un gran resentimiento entre muchos ciudadanos de Hong Kong, ya que privaba de plazas en los hospitales a las mujeres locales y en los colegios, a niños. De los 88.000 niños que nacieron en 2010 en el territorio, donde la tasa de natalidad ha caído en los últimos años, el 45% fue de madres del continente.
Una mujer de Guangdong (sur de China) fue condenada a un año de cárcel en abril en Hong Kong por dar a luz tras un matrimonio falso con un vecino local. Este fue castigado también con la misma pena. El año pasado, el departamento de inmigración investigó a 61.831 mujeres de China y negó la entrada a 4.202 porque no tenían cita con servicios de obstetricia en hospitales; 359 fueron perseguidas por incumplir las condiciones del permiso de estancia, según la prensa de Hong Kong. También ha habido informaciones de médicos que han llevado a cabo cesáreas para adelantar los partos.
Muchos chinos, además, han comprado propiedades en la excolonia, lo que ha contribuido al alza de precios. La apertura de más tiendas de lujo ha hecho subir los alquileres, y ha expulsado del negocio a comercios y restaurantes de toda la vida.
Pero el grueso de los turistas llega para adquirir productos de lujo o de consumo diario, desde salsa de soja a leche en polvo para bebés. Casi el 60% de ellos entra y sale en el día. La desconfianza en la calidad de la leche maternizada china ha disparado la demanda de las marcas extranjeras y ha provocado un aluvión de compradores chinos en Hong Kong, Reino Unido, Australia y otros países, donde algunos comercios han impuesto cuotas. En la excolonia británica, se pueden ver en las tiendas carteles que advierten que no se venden más de dos latas por cliente. Las autoridades han fijado un límite de 1,8 kilogramos de leche en polvo por turista desde el 1 de marzo, después de que escaseara el producto y se desbocaran los precios. Quien sea sorprendido en la aduana con una cantidad superior puede ser multado con 500.000 dólares de Hong Kong (49.500 euros) y dos años de cárcel.
En 2004, leche en polvo falsa provocó la muerte al menos de una docena de bebés por desnutrición en China. En 2008, leche maternizada contaminada con melamina mató al menos a seis y enfermó a 300.000 con piedras en los riñones y otras enfermedades. La melamina fue añadida a leche aguada para hacer parecer que tenía mayor contenido de proteínas.
“La gente en China no confía en la leche en polvo local. Ha habido tantos problemas, incluso después de que el Gobierno dijera que es segura. No creemos al Gobierno”, justifica Chao Chao, una turista de Pekín de 26 años, de viaje en Hong Kong.
El recurso a la compra de leche para bebés en Hong Kong ha llevado al artista chino Ai Weiwei a realizar una instalación en la excolonia para reflejar la controversia. Ai ha desplegado en un centro cultural 1.815 latas del alimento infantil de siete marcas en forma de un mapa de China de 10 metros de ancho por ocho de alto envuelto en la penumbra. “Este país puede situar un satélite en el espacio, pero no puede colocar una tetina segura de biberón en la boca de un niño. Es totalmente absurdo”, ha dicho Ai, informa Reuters.
Los turistas se han lanzado también este mes a comprar en oro en Hong Kong, animados por los precios inferiores y la apreciación del yuan frente al dólar de Hong Kong. En los tres días de las vacaciones del 1 de mayo, la demanda subió un 50%. Los chinos del continente hacían colas delante de las joyerías, como las de la famosa cadena Chow Tai Fook.
Pero el descontento local con los compatriotas visitantes es patente. “Hablan demasiado alto y su comportamiento no es muy correcto”, dice Tom Chan, un estudiante de 18 años, sin entrar en detalles, como el escándalo originado a principios de año por una madre que hizo orinar a su hijo en una botella en un restaurante, en lugar de llevarlo al servicio. “Están por todos lados, y es un poco molesto. Consideran Hong Kong nada más que un lugar para compras. Nos sentimos invadidos”, afirma Chan. “Tenemos derecho a venir aquí”, replica Chao Chao, la turista de Pekín.
El vídeo de una joven comiendo en un tren en Hong Kong, en contra de la normativa, provocó el año pasado duras críticas en el territorio, hasta el punto que los chinos del continente fueron calificados de “langostas” por los locales, mientras un profesor en China llamó a los hongkoneses “perros de los colonialistas británicos”.
La falta de modales de muchos turistas chinos –ha habido quejas también en otros países como Tailandia- ha sido objeto de atención incluso del Gobierno central, consciente de la mala imagen que trasladan, con la publicación de instrucciones de “comportamiento civilizado” para los viajeros, como respetar las colas, no escupir, no pisar la hierba, no gritar o no malgastar comida.
A la creciente oposición a China en Hong Kong, ha venido a sumarse la incertidumbre sobre el futuro político del jefe ejecutivo del territorio, Leung Chun-ying, después de que su director de campaña y aliado cercano, Barry Cheung, se viera obligado a dejar el Gabinete el mes pasado debido a la investigación policial de que es objeto sobre sus negocios de comercio de materias primas. El escándalo se ha sumado a otros que han golpeado a Leung desde que ocupó el cargo en julio del año pasado aupado por Pekín, como la detención de uno de sus ministros, la celebración de protestas populares contra su mandato y los intentos de sus oponentes de forzar su destitución. El Gobierno central, de momento, ha negado las informaciones que aseguran que se dispone a sustituirlo.
Algunos analistas creen que, con Leung debilitado y Hong Kong envuelto en una ronda anual de protestas, Pekín podría adoptar una posición más dura para dejar clara su autoridad sobre el territorio. Decenas de miles de personas se han manifestado este martes en el territorio, con ocasión del 24 aniversario, el 4 de junio, de la matanza con la que el ejército chino puso fin a las movilizaciones de la plaza Tiananmen en Pekín y el 16 aniversario, el 1 de julio, de la devolución de Hong Kong a China por parte del Reino Unido.
Las protestas se producen en un momento en que gana velocidad en la excolonia una campaña más amplia de desobediencia civil: Ocupar Central, un movimiento pacífico destinado a tomar el distrito de negocios en julio de 2014 si el sufragio universal en las siguientes elecciones no es garantizado como prometido.
Cuando Hong Kong fue devuelto a China en 1997, se le permitió mantener hasta 2047 su propio sistema político y libertades civiles de estilo occidental bajo la fórmula denominada “un país, dos sistemas”. Los ciudadanos pueden votar a algunos de sus diputados, mientras otros son designados por empresarios y otros colectivos. Los hongkoneses nunca han podido elegir a su líder, quien durante la época colonial era decidido por Londres. Desde que China recuperó el control, el ahora llamado jefe ejecutivo ha sido elegido por un comité de miembros de la élite social cercanos a Pekín. El Gobierno central ha prometido que permitirá a la población elegir a su líder en 2017 y a todos los diputados en 2020, pero no existe una hoja de ruta del proceso.
La perspectiva de las movilizaciones de Ocupar Central ha provocado inquietud en Pekín. Algunos dirigentes ya han advertido que Hong Kong no debe intentar minar la política del continente, mientras el periódico Global Times –ligado al Diario del Pueblo, portavoz oficial del Partido Comunista Chino- ha asegurado que el territorio no sobrevivirá si se enfrenta a Pekín. “China tiene suficiente poder para impedir que Hong Kong se convierta en un enemigo”, publicó en un editorial en marzo.
El producto interior bruto de Hong Kong creció un modesto 2,8% en el primer trimestre, pero subió gracias a que la fuerte demanda de China compensó la morosidad de Occidente. Sus turistas pueden molestar en el territorio, pero la salud de la economía de Hong Kong depende en buena medida del continente.
Mientras tanto, Lee, sentado en su puesto callejero, recuerda los viejos tiempos y se muestra pesimista sobre el futuro de la identidad del lugar en que nació. “Toda esta presencia de chinos del continente no es buena para Hong Kong, pero no podemos hacer nada. Las políticas las decide Pekín. He visto todos los cambios que ha experimentado Hong Kong. Si día tras día viertes agua dulce en agua salada, al final no queda agua salada. Quizás en 50 años, el espíritu de Hong Kong haya desaparecido”.
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