Con tristeza y con orgullo
Los bostonianos han sentido espanto, tristeza y furia, pero hemos visto lo resistentes que son
En el fondo de mi corazón, yo sigo siendo un chaval de Boston. Allí crecí y estudié, allí creé una empresa y me metí en política. Boston es una ciudad pequeña y, cuantos más años vives en ella, más pequeña te parece. Pero también es un centro internacional. Acoge a más estudiantes que cualquier otra metrópolis de EE UU. Es un núcleo cultural, abierto y refinado. Y al tiempo es una ciudad provinciana, que adora a sus equipos, sus políticos y su política.
Desde el lunes pasado, cuando oímos las terribles noticias de la maratón de Boston, y durante los acontecimientos de los últimos días, nos hemos sentido tan espantados y horrorizados como ustedes. Cuando tu ciudad sufre una tragedia, quieres estar allí. Observar los sucesos desde Madrid nos ha resultado surrealista e inquietante. Lo que nos ha levantado el ánimo ha sido la avalancha de solidaridad y preocupación que hemos recibido de decenas de amigos y colegas españoles, desde las más altas instancias del Gobierno hasta gente de la calle. España ha sufrido atentados terroristas y los españoles saben lo que está viviendo nuestra ciudad.
Durante esta semana de tanta tristeza, todo el mundo ha apoyado a Boston. Un antiguo colega que ahora está en Afganistán me envió unas fotos que tal vez hayan visto de personas en las calles de Kabul con carteles que dicen “Kabul quiere a Boston”.
El próximo domingo se correrá la maratón de Madrid. Nos conmueve saber que la carrera va a estar dedicada a Boston y que el número de corredores se ha disparado después de lo sucedido.
Me siento tan incapaz como ustedes de comprender lo que no tiene sentido. Pero en las horas y los días que siguieron al atentado, numerosos ciudadanos corrientes se desvivieron por consolar y cuidar a otros. Desde la policía, los equipos médicos y otros servicios de urgencias hasta los bostonianos que sencillamente ofrecieron cama, comida y descanso a completos desconocidos de cualquier parte del mundo, el poder de la ciudadanía —de una ciudadanía cargada de humanidad— ha sido muy visible durante toda esta semana.
Desde aquí vimos con claridad que los hechos han sacudido a Boston en lo más hondo. Sus habitantes han sentido espanto, tristeza y furia. Pero también vimos lo resistentes y lo compasivos que son. Estoy muy orgulloso de ser bostoniano.
Lo que hemos presenciado nos recuerda que, incluso cuando nos encontramos ante el mal, los mejores ángeles de nuestra naturaleza, como los llamaba Lincoln, nunca están lejos. Aunque nos sintamos cansados, nunca lo estamos tanto como para no detenernos a ayudar a un desconocido. Aunque nos duela todo, encontramos las fuerzas suficientes para reconfortar a otra persona. Aunque estemos desesperados, damos gracias por los miles de pequeños actos de bondad, compasión y generosidad. Como dijo el presidente Obama: “Seguimos adelante. Corremos. Luchamos. Construimos, y trabajamos, y amamos, y educamos a nuestros hijos para que lo hagan también. Y nos reunimos para celebrar la vida y pasear por nuestras ciudades y animar a nuestros equipos”. Seamos de donde seamos, esa es la forma de sobrevivir a una tragedia así con fuerza, dignidad y un aprecio aún mayor por los demás.
Alan Solomont es embajador de Estados Unidos en España.
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