Los islamistas de Malí prometen destruir el patrimonio de Tombuctú
“No quedará un solo mausoleo. Alá lo quiere así”, proclama un líder islamista
Tombuctú, la ciudad mítica del Sahara, cuyo nombre evoca exotismo y misterio, crisol de culturas desde la Edad Media, está sufriendo la misma suerte que los budas de Bamiyán bajo los talibanes afganos: la destrucción total de su patrimonio histórico por parte de la milicia cercana a Al Qaeda que controla el Norte de Malí. “No quedará un solo mausoleo en Tombuctú. Alá lo quiere así”, declaró Abú Dardar, líder del grupo Ansar al Dine, cercano a Al Qaeda. Los islamistas radicales comenzaron el pasado domingo una nueva oleada de destrucción de estos monumentos, considerados patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Las nuevas destrucciones del patrimonio histórico coinciden con la amputación de las manos de dos ladrones en Gao, la principal ciudad de la zona bajo gobierno de los radicales, que aplican la versión más estricta de la sharía. Y se produce también tras la adopción el jueves por parte del Consejo de Seguridad de la ONU de una resolución que autoriza, por etapas y bajo condiciones, una intervención militar que se produciría, en el mejor de los casos, a partir de septiembre de 2013 aunque Francia quiere que llegue mucho antes, incluso en el primer trimestre del próximo año.
Los islamistas que controlan el norte de Mali desde finales de marzo ya lanzaron en verano una primera oleada de destrucción de mausoleos, que consideran antiislámicos y sacrílegos, aunque es la primera vez que expresan con tanta claridad que no van a dejar piedra sobre piedra. “Están destruyendo todos los mausoleos con picos”, relató un habitante a AFP. Mohamed Alful, otro militante del grupo islamista radical, explicó a la misma agencia que “el hombre debe venerar sólo a Alá” y que, por lo tanto, todos los mausoleos deben ser derribados.
En la ciudad, que tiene en torno a 40.000 habitantes aunque resulta difícil hacer una estimación desde la llegada de la milicia de Al Qaeda, existen cientos de monumentos que han sufrido un lento deterioro a lo largo de los años por la falta de mantenimiento, pese a la cooperación y a la visita de turistas.
La Unesco, que incluyó a Tumbuctú en su lista del patrimonio de la humanidad en 1988, define la ciudad como “sede de la prestigiosa universidad coránica de Sankoré y varias madrazas, fue durante los siglos XV y XVI una de las capitales intelectuales y espirituales del Islam y un foco de propagación de esta religión en África”.
Desde la Edad Media, gracias a la riqueza que aportaba el tráfico de esclavos, marfil y especias a través del Sáhara, Tombuctú fue un punto de encuentro entre el África negra y los nómadas del desierto, tuaregs, árabes o bereberes. Gracias a la riqueza generada por el comercio, atrajo a estudiosos y arquitectos, que modelaron con el barro del desierto una de las ciudades más impactantes del planeta. La famosa mezquita de Djingareyber se mantiene en pie 700 años después pese a la decadencia de la ciudad, que empezó en el siglo XVI. Los primeros visitantes occidentales no llegaron hasta mediados del siglo XIX a una urbe, que entonces era un mito que florecía más allá del desierto.
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