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Columna
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El año en el que Europa se salvó

2013 será un tiempo de transición: el abismo queda atrás, pero las políticas de ajuste siguen sin funcionar

“Olvídense del calendario maya: es en Berlín donde Casandra se reivindicará o será desmentida”. Así concluía mi última columna del año pasado. Parecía un pronóstico, pero no lo era, pues permitía dos finales completamente opuestos. Y tampoco revelaba nada que no supiéramos, pues desde hacía tiempo éramos conscientes que todos los caminos conducían a Berlín (aunque con parada previa en Frankfurt, sede del Banco Central Europeo). Si recuperarla tiene algún valor es el de recordarnos lo cerca que estuvimos del abismo y así ayudarnos a entender dónde estamos ahora. A lo largo de 2011, una combinación letal de titubeos, prejuicios, miopía, ausencia de liderazgo, divisiones entre países y exasperante lentitud institucional lograron convertir una profunda crisis económica en una crisis existencial que puso la supervivencia del euro en cuestión. In extremis, el Banco Central Europeo inundó el mercado de liquidez, lo que alivió temporalmente los problemas pero no los solucionó. Cierto que la canciller alemana, Angela Merkel, consciente de la gravedad de la crisis, había reconocido públicamente en noviembre (de 2011) que “si el euro cae, Europa cae”. Sin embargo, sus actuaciones quedaron muy lejos de convencer a nadie de la determinación de llevar esa retórica hasta sus últimas consecuencias. Eso explica que, en el primer semestre de este año, algunos operadores financieros dejaran de especular con la supervivencia del euro para dar un paso más y comenzar a descontar su colapso.

La percepción de que los mercados financieros estaban comenzando a redenominar las deudas contraídas en euros en monedas nacionales, prefigurando con ello el día después de su colapso, fue la línea roja que el Banco Central Europeo necesitaba para actuar y, a la vez, el argumento que el Gobierno alemán necesitaba para poder vencer la resistencia de aquellos que en Alemania todavía pensaban que España e Italia tendrían que sobrevivir por sí mismas o salirse del euro. Con su rotunda declaración en el mes de julio en el sentido de “haré lo que haya hacer y, créanme, será suficiente”, a lo que sumó en septiembre un programa de compra de deuda que hacía creíble esa declaración, Mario Draghi se ha ganado el bien merecido título de hombre del año. Y con razón, pues a partir de ese momento cualquier operador financiero que decidiera especular sobre el colapso del euro supo que dicha apuesta estaba perdida de antemano.

Pero como se dice a veces, detrás de un hombre inteligente siempre hay una mujer (¿escondida o sorprendida?), el mérito reside en la canciller Merkel, que después de haber arrastrado los pies durante meses e incluso haber alimentado el escepticismo en su propio país con declaraciones desafortunadas sobre el sur de Europa, decidió enfrentarse al Bundesbank alemán, que votó en contra de esas medidas, ignorar al ala más dura de su partido, reticente a aceptar cualquier tipo de compromiso respecto a las deudas públicas o privadas (bancarias) y aceptar, en un primer lugar, el rescate bancario de España y la intervención del BCE para aliviar la presión sobre la prima de riesgo española e italiana y, en un segundo lugar, comenzar a hablar de una unión bancaria. Así pues, entre junio y septiembre de 2012 el euro se ha salvado. Esa es la buena noticia del año.

La mala noticia es que aunque el euro se haya salvado, y sus integrantes también, pues incluso la posible salida de Grecia, después de meses de especulaciones, parece sumamente remota, lo queda por delante sigue siendo extremadamente complicado. Como demuestra lo ocurrido con los planes de unión bancaria, rebajados, demorados y troceados en sucesivas cumbres, una vez despejada la gran incertidumbre la política europea ha vuelto a su cauce normal. Regresa pues la exasperación por la lentitud, la miopía y la falta de coraje político, pues si a estas alturas todos sabemos lo que hay que hacer resulta difícil explicar por qué no se hace. Y mientras, la Angela Merkel que durante unos días fue líder vuelve a las estrecheces que le marca la agenda nacional, dominada por las elecciones, como recordándonos que las mariposas pasan la mayor parte del tiempo en una fea y anodina crisálida y solo una pequeñísima parte asombrándonos con su vuelo y colores. 2013 será un año de transición en el que dominarán dos sensaciones contradictorias: por un lado, la de haber dejado atrás el abismo, visible en la relajación de la prima de riesgo y en la decisión del Gobierno de no pedir el rescate, pero por otro, la de la imposibilidad de negar que las políticas de ajuste siguen sin funcionar y que no habrá estímulos externos que nos permitan crecer y generar empleo. Estamos vivos, pero en el desierto y con muy poca agua.

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