Israel mantiene un intenso bombardeo sobre Gaza
El cuarto día de asedio de Israel a la franja comienza con ataques al amanecer El brazo armado de Hamás dispara por tercera vez contra Tel Aviv, pero el cohete fue interceptado El Gobierno israelí moviliza a 75.000 reservistas ante una posible ofensiva terrestre Las sirenas antiaéreas han sonado por primera vez desde 1991 en Jerusalén
La cuarta jornada de ataques de Israel a Gaza ha comenzado con el bombardeo del cuartel general de Hamás, la facción islamista que gobierna este territorio palestino. "La sede ha recibido cuatro impactos", han precisado fuentes gubernamentales palestinas citadas por la agencia France Press. Las fuerzas armadas israelíes han comunicado en su cuenta de Twitter que durante la madrugada han atacado 85 puntos estratégicos en Gaza. Según el último balance facilitado por fuentes médicas, en el bombardeo han fallecido cuatro palestinos.
El brazo armado de Hamás respondió disparando un cohete hacia Tel Aviv que, según las fuerzas armadas israelíes, fue interceptado por el sistema de defensa antimisíl Cúpula de acero. Los servicios de emergencia israelíes han informado de que no consta ningún herido en la ciudad. Es la tercera vez que las fuerzas de Gaza disparan contra Tel Aviv desde el miércoles.
La noche del viernes al sábado, en torno a las cinco de la mañana una tremenda explosión hizo temblar –literal- la franja. Por la mañana, fueron llegando las noticias de que la aviación israelí había destrozado el cuartel general de Hamás en pleno centro de la ciudad de Gaza. Ha sido uno de los cientos de objetivos destrozados y que más allá de la retórica triunfalista que se respira en la Franja, suponen un duro golpe a la capacidad militar de Hamás.
Al menos 38 palestinos y tres israelíes han muerto en lo que va de ofensiva. El número de heridos es mucho más elevado —hasta 280— y según las fuentes hospitalarias la inmensa mayoría son civiles, incluidos decenas de niños. El Ejército israelí insiste en que sus objetivos son estrictamente militares, que la idea es destruir las infraestructuras de Hamás, el movimiento islamista que ostenta el poder absoluto en la Franja desde 2007. El problema es que la desorbitada densidad de población de Gaza, donde la gente vive casi amontonada, convierte prácticamente en imposible cualquier operación de precisión.
En los últimos tres días el Ejército de Israel ha atacado unos 600 objetivos en la franja, según su propio recuento, mientras los cohetes de grupos armados palestinos suman 550. Los militares aseguran que su objetivo son los líderes de Hamás y los arsenales y zonas de lanzamiento de los cohetes. Pero todo hace prever una nueva ofensiva terrestre sobre la franja tras la reunión de este viernes del primer ministro Benjamin Netanyahu con su Gabinete. Poco después el ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, aprobó la movilización de 75.000 reservistas en el marco de la ofensiva Pilar defensivo, informaron los medios israelíes. Cuentan con el apoyo de EE UU a su "derecho a defenderse", como le ha reiterado Barack Obama a Netanyahu en la noche del viernes a través de una llamada telefónica.
En Gaza nadie se siente seguro. Las bombas israelíes caen sin parar. Por toda la franja. El estruendo de los bombardeos se combina con el zumbido de los drones (aviones no tripulados) y con el de los cohetes palestinos que despegan en dirección a Israel y han alcanzado los alrededores de Jerusalén. Es una banda sonora que mantiene a la mayoría de la gente aterrorizada. Las calles están prácticamente desiertas. Apenas algunos hombres que se agrupan en las esquinas o que van de un sitio para otro con un cometido claro. Miran al cielo e intentan adivinar dónde caerá la siguiente.
Las cicatrices en forma de cráter que dejan los misiles en los sembrados y en las casas se ven por todas partes. Los coches hacen largas colas en las gasolineras. El combustible escasea. Los que todavía circulan evitan los edificios oficiales o pasan a toda prisa. Hay que dar rodeos infinitos para evitar posibles objetivos. Aún así, las bombas sorprenden a uno a la vuelta de la esquina. Es una tétrica lotería. Algunas familias celebran funerales y reciben a vecinos y amigos en lugares que consideran más resguardados. Calientan el té con brasas y se lo ofrecen a los recién llegados.
Los dirigentes de Hamás andan escondidos, no salen a la superficie. Saben que les buscan. El jueves el primer ministro, Ismail Haniya, apareció en la televisión, pero lo hizo en una intervención pregrabada. Hoy se dejó ver brevemente para dar la bienvenida a un invitado de honor, para volver después rápidamente a su guarida.
Al hospital Shifa, en la ciudad de Gaza llegan los heridos. Ha habido 257 desde el miércoles, el día en que el Ejército israelí mató a Ahmed Yabari, el jefe militar de Hamás, desencadenando un ciclo de violencia alarmante incluso en estas latitudes. El Centro Palestino para los derechos humanos de Gaza (PCHR) sostiene que 253 de los heridos son civiles y hasta 62 niños. En una cama del hospital Shifa, una niña de tres años yace con el cráneo partido por la metralla, el fémur roto y una herida en la mano derecha. Está sedada. Su madre la acompaña con la mirada ida. Su casa ha sido bombardeada.
Por la mañana y por la noche, cuando se concentran los bombardeos, es cuando llega un mayor número de heridos. “En este hospital ya no tenemos sitio. Hay que trasladarlos”, explica el doctor Samir al Safadi, subdirector del servicio de urgencias. Cuenta que les hace falta todo tipo de equipo médico, desde medicinas hasta jeringuillas o vías. “Cortamos las toallas y las usamos para vendar”.
En la recepción del hospital, pacientes y enfermeros escuchan la radio. De repente, un estallido de júbilo. “Un misil ha alcanzado la Knesset [el Parlamento israelí]”. Lo dicen fuentes de Hamás. No es cierto, pero la gente lo cree a pies juntillas y pega saltos. Fuera, nuevos estruendos. Nuevos misiles que caen a una distancia difícil de calcular.
En la morgue del hospital Shifa descansa un cuerpo envuelto en una sábana blanca ensangrentada. Nadie lo ha venido a recoger. En el centro médico se rumorea que se trata de un colaborador que pasaba información a Israel y que a río revuelto, los de Hamás han aprovechado para liquidarlo.
El primer ministro egipcio, Hicham Kandil, visitó el viernes por la mañana el hospital en visita relámpago para mostrar solidaridad con los palestinos, tratar de mediar y recordar de paso a los israelíes que la complicidad de las épocas de Hosni Mubarak ha tocado a su fin. Israel se comprometió a mantener un alto el fuego de tres horas durante la visita de Kandil siempre y cuando los grupos palestinos también lo respetaran. Ni unos ni los otros lo han hecho. Antes de que el político egipcio se despidiera por el paso fronterizo de Rafah ya llovían bombas.
A unos kilómetros de allí, más al norte, en Yabalia, jóvenes se concentran en un callejón. A las puertas de la casa con el número 109. Hace una hora que ha caído un proyectil y ha matado a dos personas. A un niño de ocho años y un chico de 20. Dicen que pertenecen a una familia de carpinteros y que no tienen nada que ver con la llamada resistencia. La ropa ensangrentada anda tirada por el suelo. Poco más allá, las mujeres lloran a los muertos en una casa en construcción. En la oficina del PCHR, en la ciudad de Gaza, Hamdi Shaqqura dice que están investigando las muertes, pero que las primeras indicaciones apuntan a fuego amigo. También aquí sucede. Cree también que si la comunidad internacional no hace nada, la violencia se disparará. “Todo parecía que iba bien, que la tregua iba a surtir efecto, cuando de repente matan a este pez gordo [Yabari]…”.
El goteo de cohetes disparados por milicianos palestinos contra suelo israelí desde la franja de Gaza colmó el día 10 la paciencia israelí. La respuesta fue un bombardeo que acabó con la vida de Ahmed Yabari, jefe militar de Hamás en Gaza y quien fuera el carcelero de Gilad Shalit, el soldado israelí secuestrado por los islamistas durante cinco años. La escalada de violencia más grave en la zona desde 2008 ha provocado que las sirenas antiaéreas volvieran a sonar hoy en Jerusalén por primera vez desde la guerra del Golfo de 1991, poco antes de que tres cohetes Fajr-5 cayeran sobre una zona poco poblada a las afueras de la ciudad, según ha informado el canal 10 de la televisión israelí.
Uno de los proyectiles ha impactado en la colonia de Gush Etzion, situada al suroeste de Jerusalén. Desde Gaza, las Brigadas Azzedin al Kasam, brazo armado de Hamás, reivindicaban entretanto haber alcanzado Jerusalén, que se encuentra a 65 kilómetros de distancia de la Franja. Las Brigadas aseguran también que sus milicianos han derribado en Gaza un avión F-16 del Ejército israelí con un misil tierra-aire.
Los palestinos alcanzaron el jueves la zona de Tel Aviv, en el centro de Israel. Era la primera vez que los palestinos disparaban contra la capital administrativa israelí, lo que ha supuesto un antes y un después en el conflicto. Israel no deja de responder a estos lanzamientos con el Ejército.
Cuando cae la noche, la población de Gaza busca la habitación de sus casas donde piensan que estarán más seguros. Ahí se reúnen todos, apiñados a veces. Saben que por la noche, los bombardeos se intensifican. Esta es especial. Desde las mezquitas, los clérigos cantan una victoria que escupen los altavoces de los minaretes. En la franja, los rumores de ataques a Tel Aviv, Jerusalén, aviones derribados y una larga lista de supuestas victorias militares de Hamás les han entusiasmado efímeramente. Ahora saben que después vienen las represalias y que en este rincón del planeta, rara vez fallan.
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