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Cameron prepara cambios en el Gobierno para reforzar la coalición

El primer ministro británico prepara un reajuste de Gobierno con el objetivo de contentar a los liberaldemócratas de Clegg y al ala dura de los conservadaores

El primer ministro británico, David Cameron, (izquierda) y el viceprimer ministro Nick Clegg, durante una reunión en julio.
El primer ministro británico, David Cameron, (izquierda) y el viceprimer ministro Nick Clegg, durante una reunión en julio.TIM IRELAND (REUTERS)

Poco más de dos años han conseguido trastocar radicalmente la imagen política que proyecta David Cameron en el Reino Unido, desde aquel joven líder que brindó a los conservadores la llave del gobierno después de 13 años de laborismo, hasta el actual ocupante de Downing Street que pugna por sobrevivir con demasiadas cartas a la contra. El primer ministro británico ultima una remodelación del Ejecutivo —cuyo anuncio se espera hoy mismo— destinada al mismo tiempo a conservar el apoyo de sus hoy hostiles socios de coalición, los liberaldemócratas, y a neutralizar las crecientes críticas desde su propio partido y, sobre todo, a generar la confianza en su capacidad para enderezar una economía maltrecha. En esa multiplicidad de frentes, David Cameron se juega su reelección.

La reanudación de la legislatura tras la pausa estival arrancó el lunes en la Cámara de los Comunes, no tanto marcada por las filtraciones sobre los inminentes cambios en ministerios y secretarías de Estado como por el regreso a primera línea de escena del canciller del Exchequer, George Osborne. El responsable de Economía y Finanzas había adelantado la víspera el contenido de un paquete de medidas para impulsar el crecimiento, resumidas en un aumento de los préstamos a las pequeñas empresas y en el aval a nuevos proyectos de infraestructuras. Su comparecencia estelar en un programa dominical en la BBC confirmó que Cameron está dispuesto a realizar ajustes y a acceder a estímulos puntuales que precisan del erario público, pero no a prescindir del arquitecto de su política económica, guiada por las recetas de austeridad y un drástico recorte del gasto del Estado.

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La permanencia de Osborne, unida a la de los responsables de Asuntos Exteriores (William Hague) y de Interior (Theresa May), todos ellos pesos pesados del Partido Conservador, indica que la publicitada como “amplia” remodelación del Gobierno británico responde más a criterios cuantitativos que cualitativos en esencia. Está previsto que aborde muchos cambios de rostro a nivel de secretarías de Estado, con el desembarco de políticos jóvenes y ambiciosos destinados a plasmar una nueva imagen. También resulta significativo el relevo de Kenneth Clarke al frente de Justicia, por tratarse del único dirigente conservador con un puesto preeminente en el Gobierno que, contra viento y marea, se ha adherido siempre al proyecto de la Unión Europea.

Los analistas coinciden en que el primer ministro ha intentado acomodar ese viraje en la composición del Gobierno principalmente a la sensibilidad de su propio Partido Conservador, aunque reservando un espacio de desahogo para sus aliados liberaldemócratas, que retienen a sus pesos pesados y reincorporan además a uno de sus dirigentes caído en desgracia hace dos años, David Laws. El partido minoritario de la coalición y su líder, Nick Clegg, despidieron la legislatura antes del verano amenazando con poner las cosas difíciles a Cameron después de que el primer ministro cediera ante el ala derecha tory y abandonara los planes de reforma democrática de la Cámara de los Lores.

Se trataba del último resquicio para que Clegg defendiera ante sus bases los pilares de una coalición que le ha forzado a ceder en el profundo recorte de prestaciones sociales, en el incremento de las tasas universitarias —a las que su partido se había opuesto tajantemente— y en el ostensible euroescepticismo que esgrime Londres en los foros de Bruselas. Ahora consigue recuperar a Laws, su principal asesor en cuestiones económicas y efímero número dos del Tesoro británico, tras su dimisión en el año 2010 al revelarse que había abusado de las dietas que pueden reclamar los parlamentarios para financiar el alquiler del piso de su pareja.

A Nick Clegg y a sus promesas incumplidas les espera un ajuste de cuentas con su partido en el congreso liberaldemócrata que se celebra a mediados de mes en la ciudad de Brighton. Los pronósticos indican que quedará muy tocado —probablemente incapaz de encabezar el cartel liberaldemócrata en las elecciones del 2015—, pero no hundido hasta el punto de retirar su apoyo a Cameron en el presente contexto de recesión económica. El verdadero talón de Aquiles para el primer ministro reside en su propio partido, personificado en el ala más derechista que intenta imponerle su agenda y unas demandas tan difíciles de atender como la quasi ruptura de la coalición, cuando los conservadores no disponen de mayoría absoluta en el Parlamento y precisan de los votos liberaldemócratas.

En ese encaje de bolillos en el que se halla sumido David Cameron, la esperanza de recuperación económica representa su mejor y probablemente única baza para encarar el bienio de legislatura que definirá su gestión y su capacidad para encabezar de nuevo el cartel electoral de los conservadores.

Todo ello para regodeo de una oposición laborista cuyo principal rédito consiste en mantenerse casi al margen del debate político y económico. Las espadas, por tanto, permanecen en alto en unas islas británicas que, si bien alardean hoy de no pertenecer a la eurozona, comparten muchas de sus incertidumbres para el futuro.

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