Monti viaja a Bruselas tras lograr la aprobación de la reforma del trabajo
El primer ministro italiano llega hoy a la cumbre con el aval de los ajustes
Aun de mala gana, los partidos políticos italianos acaban de conceder una nueva transfusión de confianza a Mario Monti. El primer ministro técnico se plantará ante Angela Merkel con el aval de haber conseguido aprobar una reforma del trabajo muy dura, que no solo elimina derechos históricos de los trabajadores —el célebre artículo 18 que hacía prácticamente imposible el despido—, sino que además inaugura una larga época de sufrimiento. “El trabajo ya no es un derecho”, llegó a admitir la ministra Elsa Fornero, “debe ser ganado, incluso, a través del sacrificio”. Así pues, Mario Monti llega a Bruselas con su liderazgo reforzado, pero dejando atrás una desastrosa situación política, económica y laboral.
El miércoles, después de almorzar con Silvio Berlusconi, Mario Monti se dirigió a los partidos políticos que sostienen a su Gobierno técnico y les dijo: la cumbre del jueves y del viernes en Bruselas es crucial para Italia, para Europa y para el euro. “Si es necesario”, continuó, “estoy dispuesto a quedarme allí trabajando hasta el domingo por la noche para que el lunes, a la apertura de los mercados, ya existan medidas para el crecimiento”. El primer ministro se mostró muy convincente. No solo a la hora de explicar la importancia crucial de la cumbre, sino la de llevar hasta Bruselas el mensaje de “un Gobierno, un parlamento y un país” unidos. Durante dos días, los diputados de la izquierda, de la derecha y del centro expusieron apasionadamente sus puntos de vista –en su mayor parte contrarios por hache o por be a la gestión de Monti--, pero, a la hora de la verdad, dijeron otra cosa. El Gobierno técnico logró salvar las cuatro cuestiones de confianza a las que se sometió. En el caso de la reforma del mercado del trabajo, con 393 votos a favor, 74 en contra y 46 abstenciones.
Un resultado que, como tantas otras cosas en Italia, es necesario leer entre líneas. La aprobación de la reforma permitirá a Monti acudir a Bruselas hecho un campeón, y a los partidos políticos introducir enmiendas a posteriori de manera que, de aquí a algunas semanas, la reforma del trabajo aprobada ahora y la que realmente se aplique se parecerán entre sí como un huevo a una castaña. Así sucedió, sin ir más lejos, con el tan cacareado paquete de medidas liberalizadoras que pretendía poner coto a los privilegios ancestrales de ciertos colectivos. Se quedó, prácticamente, en nada. Mario Monti, cuya obsesión es Europa, se desespera un día sí y otro también ante el desbarajuste que sigue siendo la política italiana.
El campeón del chanchullo y de la intriga sigue siendo Silvio Berlusconi. El anterior primer ministro, a sus 75 años, alterna periodos de letargo –en los que se dedica a sus empresas, sus juicios y sus jóvenes conquistas-- con irrupciones sistemáticas en la vida política, casi siempre para molestar a Monti. Un día dice que hay que salirse del euro, otro que hay que despedir al Gobierno técnico y convocar elecciones anticipadas y al siguiente que hay que dejarse de pamplinas y ponerse a imprimir euros para combatir la crisis. Lo último –tras comprobar que su partido sin él y sin su dinero es un desbarajuste aún mayor que antes—es el anuncio, no se sabe si de bromas o de veras, de su regreso a la vida política. Después de almorzar con Monti se postuló para ministro de Economía y dijo que el actual primer ministro acude a Bruselas sin propuestas definidas. El actual jefe de Gobierno aprovechó su discurso ante los diputados para, con su flema habitual, contestarle que, efectivamente, la cumbre de Bruselas del 28 y el 29 no es una cumbre más, sino una encrucijada vital para el futuro de Europa.
Aunque, por el momento, Merkel se niega en redondo, Monti quiere lograr –con el respaldo de Francia y España—que Alemania dé finalmente el visto bueno a la propuesta que ya avanzó en la reunión del G-20 en Los Cabos. Que, a través del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y del Mecanismo de Estabilidad (MEDE), pueda comprarse deuda soberana con el objetivo de relajar la presión en el mercado secundario sobre las primas de riesgo. “Italia”, sostiene Monti, “puede y debe pedir un mecanismo que se aplique, no a quien tiene necesidad de ser ayudado porque no puede seguir adelante por sí solo, sino para quien, pese a haber respetado todas las obligaciones que asumió en el ámbito de las finanzas públicas, necesita que se anticipe el tardío reconocimiento que el mercado reserva a estos progresos”. La pregunta es: ¿está España entre estos países? Según Berlusconi, no. Tras almorzar con Monti, Il Cavaliere metió a España en el mismo saco que Grecia y Portugal…
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