_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cesión de soberanía

Lo que se ha dado en llamar “los mercados” van más deprisa que nosotros

Después de la minicumbre de Roma, celebrada una semana antes que la del conjunto de la Unión Europea, habría que ser muy perspicaz para poder afirmar que hemos dado, o no, un paso adelante hacia la salida de la crisis y el retorno del crecimiento. En todo caso, predomina el pesimismo, pues el método no ha cambiado demasiado y la Unión Europea parece seguir avanzando a tientas en la gestión de la crisis. Y ¿cómo podría ser de otro modo, en una Europa que continúa siendo fundamentalmente una yuxtaposición de soberanías y una superposición de centros de decisión, los unos más limitados que los otros? El resultado es que, vistas desde el exterior, y pese a la crisis y la obligación impuesta a los europeos de unirse más, la UE y la eurozona siguen siendo muy poco inteligibles.

 Si partimos de la idea de que el problema número uno es la pérdida de confianza del “resto del mundo” en la UE, habría que impulsar un avance significativo hacia una unión más política. Sin embargo, hoy, los mecanismos de toma de decisiones siguen siendo igual de lentos y complejos.

Sí, Europa continúa avanzando. Pero, por desgracia, no lo suficiente, y eso que se ha dado en llamar “los mercados” va más deprisa que nosotros. Las fuerzas que persiguen la fragmentación de la eurozona y la desaparición del euro todavía siguen ahí.

Observemos la cumbre de Roma. Balance positivo: la adopción de las grandes líneas de un pacto por el crecimiento que debería ascender a 130.000 millones de euros. Era una demanda francesa. Se ha convertido en un punto de consenso, a partir de las propuestas de François Hollande: aumento del capital del BEI, utilización de los fondos estructurales que los Gobiernos no han gastado y project bonds para financiar grandes infraestructuras. Acuerdo también alrededor de una tasa sobre las transacciones financieras por los países voluntarios. Y declaración solemne de Mario Monti y Angela Merkel para reafirmar la confianza en el euro. Balance negativo: persistencia de la negativa alemana a una recapitalización directa de los bancos mediante los fondos europeos de emergencia; negativa a que el BCE compre directamente las obligaciones de los Estados en dificultades, pese a las demandas italiana y española. Y en lo que respecta a las euroobligaciones, tan caras a Hollande, la espera puede ser larga.

Así enunciado, Europa parece seguir refrenada por el mismo obstáculo: Alemania, que vuelve a insistir en el respeto a las reglas y en el retorno al equilibrio de las cuentas, cuando los demás quisieran ir más lejos para reactivar el crecimiento. Y, hasta ahora, el que mejor ha quedado ha sido Hollande, pues el consenso en torno al pacto sobre el crecimiento data de su nombramiento como presidente de Francia .

Pero este mismo François Hollande se encuentra entre la espada y la pared y va a tener que superar una contradicción fundamental. Angela Merkel ha fijado el precio de otras concesiones, a saber, de progresos significativos en dirección hacia una Europa política. “La solución a la crisis es más Europa”, repitió en Roma la canciller. Unión política quiere decir nuevos mecanismos de control para garantizar el respeto a las reglas, así como mayor armonización presupuestaria y, un día, también fiscal, lo cual constituirá el sustrato de nuevos mecanismos de solidaridad. A esto, Francia responde que cada uno debe seguir siendo dueño de sus políticas presupuestarias, fiscales y sociales, y que la perspectiva de una unión política debe venir precedida por unos mecanismos de solidaridad que necesitamos urgentemente. Aquí nos encontramos ante la principal contradicción política de François Hollande y ante lo que no queda más remedio que llamar “permanencia de cierta hipocresía francesa”. Es la contradicción entre el François Hollande que siempre fue europeísta y el que salió elegido gracias a una izquierda que, en parte, no ha dejado de ser soberanista. Eso explica que, desde su toma de posesión, haya puesto una condición a esa perspectiva de unión política que juzga necesaria: reconciliar antes a los europeos con Europa de tal forma que esta ya no sea sinónimo de austeridad, sino de crecimiento. La hipocresía francesa siempre ha consistido en proclamarse favorable a la unión política, pero rechazarla, o encontrar un pretexto para aplazarla, cada vez que los alemanes hacen un avance significativo en ese sentido. Ahora bien, hay que tomar en serio la ambición europeísta proclamada por Angela Merkel y no dejarla retroceder. Pues ella también debe lidiar con los sectores soberanistas de su opinión pública: el Tribunal Constitucional alemán acaba de boicotear el calendario previsto para la entrada en vigor del mecanismo europeo de estabilidad, so pretexto del respeto a los derechos del Bundestag.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Traducción: José Luis Sánchez-Silva.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_