La ruptura entre París y Berlín bloquea la UE
Los eurobonos se convierten en la principal divergencia entre Merkel y Hollande Ambos gobernantes necesitan entenderse para armonizar austeridad y crecimiento
“Se suele decir que cuando Alemania y Francia no cooperan, tenemos un problema. Pero cuando lo hacen, tenemos otro”. Esta frase, salida de la boca de un diplomático de un pequeño país de la UE y recogida el miércoles por el Financial Times, resume a la perfección los nuevos vientos que recorren Europa.
La victoria del socialista François Hollande ha acabado con el archifamoso directorio Merkozy, que generó bastantes resquemores entre aquellos socios que veían cómo París y Berlín —o mejor dicho, Berlín y París— cocinaban las decisiones que más tarde imponían al resto de la Unión.
Algunos se alegran de que la hasta ahora todopoderosa Angela Merkel, que apoyó sin tapujos a Nicolas Sarkozy antes de las elecciones, se haya topado con un contrapeso que le obligue a pensar en el crecimiento y en la creación de empleo, y no solo en la austeridad. Otros lamentan, sin embargo, que la ya de por sí errática dirección política de la UE pueda ahora atascarse en un momento clave.
La cumbre del miércoles sirvió para escenificar los nuevos tiempos, en los que los eurobonos se han convertido en la principal divergencia franco-alemana. “He presentado mi posición y el presidente francés ha expuesto la que ya había anunciado. Ha sido una discusión muy detallada”, aseguró la canciller, que solo estará dispuesta a garantizar la deuda de otros Estados cuando los alumnos díscolos hayan hecho todos los deberes en forma de reformas estructurales y dolorosos recortes.
La errática dirección de la UE puede ahora atascarse en un momento clave
Más directo fue el francés a la hora de explicar el encontronazo. “Merkel no considera un elemento de crecimiento, sino una perspectiva a largo plazo de integración. Yo creo que puede ser una ocasión de mutualizar la deuda futura que permita a los Estados una financiación más asequible”, aseguró Hollande en su bautizo en una cumbre.
La presentación en sociedad del flamante presidente francés fue precisamente, según fuentes comunitarias, uno de los motivos que llevaron al Consejo Europeo a convocar la cumbre informal del miércoles, más allá de la mencionada agenda por el crecimiento, cuya concreción llegará en la cumbre del 28 y 29 de junio. Otros motivos para que los jefes de Estado y Gobierno quisieran verse las caras, según las mismas fuentes, era la necesidad de Irlanda de mostrar el interés europeo por fomentar el crecimiento y la creación de empleo antes del referéndum del próximo 31 de mayo en el que sus ciudadanos se pronunciarán sobre la política de austeridad; así como la voluntad de evitar suspicacias entre los socios europeos y mostrar que las decisiones se toman entre los Veintisiete, y que Berlín y París ya no hablan por toda Europa.
Un experto recuerda que al principio Chirac y Schröder no podían verse
Pese al choque inicial, nadie garantiza que la pareja Merkollande no acabe encontrando puntos en común. Los dos se necesitan demasiado como para empezar una guerra. Expertos como el politólogo alemán Stefan Seidendorf recuerdan que su relación ha empezado mejor que la de Jacques Chirac y Gerhard Schröder —“que no podían verse”—, o incluso que la de la propia Merkel cuando se las tuvo que ver en 2007 con un recién elegido Sarkozy. “Es normal que al principio no estén de acuerdo. Y que poco a poco vayan limando asperezas”, subraya una fuente diplomática francesa.
Frente a la división en torno a los eurobonos, Merkel y Hollande coincidieron en el diagnóstico sobre la madre de todos los problemas: ambos apuestan por la permanencia de Grecia en el euro y por el cumplimiento de las obligaciones a las que se ha comprometido. Sin embargo, según informó Reuters, responsables gubernamentales de la eurozona ya han dicho a los Estados miembros que preparan planes de contingencia por si finalmente Atenas abandona el club. La agencia de noticias, que cita tres fuentes familiarizadas con las conversaciones, asegura que el pasado lunes tuvo lugar una teleconferencia en la que se pidió a cada país que se preparara para lo peor.
Sin embargo, una alta fuente comunitaria desmintió que Bruselas dé ya por descontada la primera expulsión de la unión monetaria. “Grecia no va a salir del euro. No hay plan de contingencia ni plan B”, señaló el jueves con rotundidad, al tiempo que justificaba la obligación de los griegos de cumplir con sus compromisos. “Hemos de respetar a los votantes de una democracia. Pero también a los contribuyentes de 16 países que han ayudado a Atenas con 150.000 millones de euros, que es más que todo el PIB griego”, añadió.
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