Azawad: Una Somalia a las puertas de Europa
Al Qaeda y otros grupos radicales afianza su control sobre el norte de Mali y podrían ampliarlo al vecino Níger
Niños y niñas separados en clase, mujeres obligadas a cubrirse, prohibición absoluta del alcohol, del tabaco, de escuchar música y hasta de jugar al fútbol. En el horizonte se perfila la introducción de la sharia (ley islámica) con su retahíla de amputaciones de miembros a los ladrones y de lapidaciones a los adúlteros y blasfemos.
Poco a poco la región del Azawad, en el norte de Mali, se convierte en una segunda Somalia en la que los islamistas radicales imponen su hegemonía en el corazón de África, a menos de 1.500 kilómetros de Canarias. La superficie de la región (820.000 kilómetros cuadrados) multiplica por 1,5 la de España, pero su población apenas rebasa el 1,3 millones de habitantes. La gran mayoría son tuaregs y la minoría es árabe.
“Lo que queréis hacer es haram” (pecado), les advirtieron los combatientes barbudos a los fieles que se acercaban a orar en el mausoleo de Sidi Mahmud Ben Amar, el principal morabito (santón) de la mítica ciudad de Tombuctú. “Aquí se reza a Alá y no a los santones”, les gritaron hasta obligarles a dar media vuelta.
20 rehenes, dos de ellos españoles de ellos españoles, están en poder de grupos terroristas
Mustafá, un árabe funcionario maliense, narra desde Tombuctú al teléfono cómo los islamistas regentan la ciudad de los 333 santos inscrita desde 1988 por la UNESCO en el patrimonio de la humanidad. Los rigoristas del Islam rechazan a los santos y por eso prendieron fuego al mausoleo el 4 de mayo en un gesto algo parecido a la destrucción por los talibanes, en 2001, de los budas de Bamyan en el centro de Afganistán.
Las autoridades malienses denunciaron la profanación “que pisotea los preceptos del islam”. El presidente interino de Mali, Dioncounda Traoré, amenazó después a los grupos que se apoderaron del norte con “hacerles una guerra total”, pero le será imposible hacerlo. Su Ejército está hecho trizas.
En enero estalló en el norte la quinta rebelión de los tuaregs en un siglo y, a finales de marzo, tras producirse un golpe militar en Bamako, el Gobierno central perdió el control de esa extensa región, incluidas sus tres principales ciudades, Tombuctú, Gao y Kidal.
Esta vez, sin embargo, los tuaregs independentistas del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) tuvieron, en su conquista, tres compañeros de viaje radicales: Ansar Dine (Defensores de la Fe), otro grupo tuareg pero islamista; la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI) y el misterio Movimiento para la Unicidad del Yihad en África Occidental (MUYAO).
Esta última facción, en cuyo poder están los cooperantes españoles apresados en los campamentos de refugiados saharauis del suroeste argelino, parece estar ante todo dedicada a atacar los intereses de Argelia. Pese a ser el grupo armado más pequeño fue el que capturó en Gao al cónsul de Argelia y a seis de sus colaboradores que amenaza con asesinar en junio si no se le paga un rescate.
Los tuaregs independentistas del MNLA no se sienten cómodos en compañía de los terroristas árabes, pero no cuentan con la colaboración de los tuaregs islamistas de Ansar Dine para expulsarles. Más bien es el MNLA el que pierde terreno frente a los radicales, según la prensa maliense.
Ansar Dine está dirigido por Iyad Ag Ghaly, que capitaneó la rebelión tuareg de 1990 y al que el Gobierno de Bamako premió mucho después enviándole a su consulado en Yedda. En Arabia Saudí se olvidó del independentismo, pero su fe musulmana se radicalizó. Se opone, no obstante, a los secuestros. AQMI y el pequeño MUYAO tienen en su poder a 20 rehenes, la mayoría franceses.
Cuando se trató de avanzar sobre el terreno no hubo, sin embargo, disensiones entre las dos facciones tuaregs. Perpetraron juntas la matanza de Aguelhok, una aldea cercana a la frontera con Argelia en la que murieron a sangre fría 82 civiles y soldados, según la Asociación Maliense de Derechos Humanos (AMDH).
Alcaldes, concejales, diputados y comerciantes acomodados del norte, los pocos cristianos malienses que residían en Tombuctú y miles de civiles asustados han huido hacia el sur. En total se calcula que unos 260.000 habitantes del norte, el 20% de su población, se ha refugiado en Bamako y varias ciudades meridionales.
Los notables fugitivos se reunieron el 4 de mayo en el Hotel Nord-Sud de la capital. “La prioridad de las prioridades es la liberación del norte atestado de huestes criminales que hostigan a su apacible población”, afirmó Baba Hafdara, el diputado árabe de Tombuctú. La población, por lo menos la de Gao, ya no es tan apacible. A principios de semana se echó a la calle contra la “dictadura islamista” que les prohíbe hasta ver la televisión. Sus milicianos arrancaron las antenas parabólicas.
La asamblea de dignatarios instó también a la comunidad de Estados de África Occidental (CEDEAO) a “intervenir muy muy rápidamente para desalojar a “los bandidos armados y extremistas” incrustados en el norte, según el relato de la reunión del diario “L’Indépendant” de Bamako.
LA CEDEAO ha ofrecido enviar hasta 3.000 soldados a Mali, pero más bien para respaldar la transición política en curso tras el golpe de Estado. Solo acaso, más tarde, podría intentar desplegarse en el norte junto con el maltrecho Ejército maliense.
¿Quién liberará Tombuctú del yugo terroristas?, se pregunta el catedrático católico beninés Roger Gbegnonvis. No confía en la CEDEAO y apuesta más bien en que llegará el día en el que lo harán “las fuerzas de la OTAN dirigidas por Francia, Reino Unido y EE UU” como lo hicieron en Libia.
Por ahora ni la OTAN ni siquiera la vecina Argelia, directamente amenazada desde el Azawad, han mostrado intención alguna de extirpar a los terroristas del norte. “Es probable que aun tengan la esperanza de que los tuaregs del MNLA lo puedan hacer solos”, comenta un diplomático europeo.
El MNLA mantiene relaciones cordiales con las embajadas occidentales en Bamako y por eso ayudó, en abril, a huir del norte a media docena de europeos que aún residían allí, entre ellos un español afincado en Tombuctú que hablaba targuí, el idioma de los tuaregs.
Ni la CEDEAO ni menos aun la OTAN han tomado iniciativa alguna mientras llegan al Azawad decenas, acaso centenares, de jóvenes magrebíes y algunos subsaharianos deseosos de apuntarse a la yihad. Ahora sí que saben donde alistarse. Les basta con presentarse en Tombuctú o Gao por donde se pasea, por ejemplo, a sus anchas Amada Ag Hama, el terrorista que asesinó, en 2010, al rehén francés Michel Germaneau.
El gran temor de las cancillerías europeas es que islamistas y tuaregs quieran exportar la rebelión al norte de Níger cuya población es similar a la del Azawad. A diferencia de Mali, las riquezas de la franja septentrional de Níger –empezando por el uranio- sí están siendo explotadas por empresas gigantescas como la francesa Areva y la China National Nulcear Corporation juntas extraen el 8% de la producción mundial.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.