Jorge Carpizo McGregor, un jurista multifacético
Fue un pionero defensor de los derechos humanos en México
El jurista Jorge Carpizo McGregor (San Francisco de Campeche, México, 1944) fue uno de los hombres públicos más singulares y polifacéticos de México. Fue magistrado de la Corte Suprema, fiscal general de la República, secretario (ministro) de Gobernación, primer Ombudsman nacional, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y embajador de México ante Francia. Además, fue una de las figuras públicas a las que este país ató su suerte en el convulso 1994, cuando su prestigio personal y habilidad política ayudó al sistema mexicano a no sucumbir del todo en aquel año de magnicidios y levantamientos armados.
Carpizo McGregor fue “un referente, un líder, un guía y un ejemplo que vamos a echar de menos en los grandes momentos del país”, afirmó José Narro, rector de la UNAM, en el homenaje de cuerpo presente que su alma mater rindió al hijo que en 1986, desde la rectoría se atrevió a desafiar la mediocridad con un diagnóstico denominado Fortaleza y debilidad de la UNAM, documento con el cual proponía una reforma que buscaba “que los estudiantes estudien, que los profesores enseñen, que los investigadores investiguen”. No logró los cambios, pero dibujó un horizonte. Para el historiador Héctor Aguilar Camín, en “Carpizo vivían el jurista y el teórico constitucional, el analista político y el historiador, el maestro y el político, pero también el hombre astuto y el narrador punzante que parecía saberlo todo de primera mano”.
Carpizo se graduó con honores como abogado en la UNAM, hizo estudios de posgrado en el Reino Unido y de doctorado en la misma UNAM. Es autor de 17 libros, entre ellos algunos de los textos de referencia sobre el sistema político de su país, como La Constitución Mexicana de 1917 y El presidencialismo mexicano. Dictó más de un centenar de conferencias en foros internacionales, participó en 112 congresos en materia jurídica y recibió 74 premios y distinciones tanto en México como en el extranjero.
Fue uno de los promotores más entusiastas de los derechos humanos y de ahí que en 1990 fuera nombrado primer presidente de la entonces naciente Comisión Nacional de Derechos Humanos. En 1993, el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) lo nombró procurador (fiscal) general de la República. Desde ese cargo sostuvo la polémica tesis de que el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo (asesinado en el aeropuerto de Guadalajara el 24 de mayo de 1993) murió acribillado al ser confundido con el narcotraficante Joaquín Loera Guzmán, alias El Chapo, y no en un ataque directo, como sostiene hasta hoy parte del clero mexicano. Carpizo lograría la detención de El Chapo en junio de ese año. La polémica volvió a alcanzarle en ese periodo cuando decidió no detener a los narcotraficantes de apellido Arellano Félix que se habían refugiado en la sede de la nunciatura mexicana. Defendía esta decisión al argumentar que se trató de una trampa que buscaba generar un escándalo internacional.
Tras regresar de Francia, donde fue diplomático durante tres años, se reintegró a la UNAM. Entre sus últimas actuaciones públicas destacó su participación en la elaboración de un conjunto de propuestas para la seguridad y la justicia y una demanda judicial por difamación en contra de una periodista, que sugirió en un libro que Carpizo se quedó con parte de la recompensa por la captura de El Chapo Guzmán.
“No fue un personaje menor del México contemporáneo. Todo lo contrario: si alguien quiere comprender nuestra realidad tendrá que acudir a sus libros, tesis, conferencias, entrevistas. A las fuentes que desde hoy son de la historia de México”, sentenció al poco de conocer su muerte, acaecida el pasado 30 de marzo, el columnista Jacobo Zabludovsky.
Carpizo falleció a consecuencia de un choque anafiláctico cuando se preparaba para someterse a una intervención quirúrgica menor.
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