La UE marca el declive de ‘la grandeur’
Francia se coloca en segunda posición tras una Alemania cada día más poderosa
Francia, por primera vez en la historia de la UE, es claramente su número dos. El modelo de éxito está al otro lado del Rin: Alemania, que disfruta hasta el momento de una crisis europea estupenda para sus intereses, está a los mandos del proyecto europeo y ha relegado a París al asiento del copiloto (con Reino Unido desplazado a los asientos de atrás). Francia vota en apenas dos semanas en unos comicios fundamentales más allá de sus fronteras: la Unión no es el debate central de la campaña y, sin embargo, los franceses deben decidir si desean volver a ser el contrapunto de Alemania en la construcción del edificio europeo o si prefieren lavarse las manos ante las dudas que albergan sobre sí mismos, su economía y su lugar en la Unión.
La UE está dominada por la hegemonía de Berlín; el guion lo escribe la canciller Angela Merkel y, como mucho, lo explica el presidente francés, Nicolas Sarkozy, convertido en una especie de portavoz del dueto. En las cuestiones relacionadas con la crisis del euro (el tratado de austeridad, el fondo de rescate, el debate sobre la solidaridad, los eurobonos y el papel del Banco Central Europeo) manda Alemania. “Francia se ha limitado a tratar de influir en detalles y a mantener una apariencia de igualdad ante las cámaras”, asegura una alta fuente comunitaria. El declive de la grandeur se constata con una imagen impactante. “Los jefes de Estado hacen cola para que Merkel les reciba antes de las cumbres; no hay nadie esperando a la puerta de Sarkozy”, remata la misma fuente. España anunció ayer la reforma sanitaria y de la educación en un periódico alemán: ese es un buen ejemplo del estado de la Unión.
Ese es el sentir de la decena de fuentes consultadas, aunque en todo análisis hay que buscar un quizá: “Merkel se negaba a rescatar países, a que el BCE comprara bonos, a crear un cortafuegos para la deuda. Esa Merkel del no, no y no acabó diciendo sí: los tabúes alemanes han ido cayendo y para eso quizás haya que rescatar el papel de Francia. Además, Alemania no está cómoda con ese papel de líder y busca la foto con Francia. Siempre ha sido así, siempre lo será”, apunta un diplomático.
Berlín y Fráncfort, con la ayuda de París, han inventado una buena docena de acrónimos indescifrables —entre los que sobresale el Fondo Europeo de Facilidad Financiera para los rescates— para tratar de conjurar los demonios del euro. La solución a la crisis está inmersa en un magma de tecnicismos, pero el quid de la cuestión no es técnico, ni siquiera económico: es político. Qué UE quieren los europeos, esa es la piedra filosofal. A falta de una respuesta inequívoca en medio de esta crisis mutante, la respuesta llega por la vía de los hechos: por esa especie de ley de la gravedad que da hoy, en pleno reinado de los mercados, el potencial económico alemán, la narrativa que se extrae del modelo más exitoso de Europa. Los números cantan: por primera vez en 60 años, Alemania es el líder indiscutible porque roza el pleno empleo, sus exportaciones son la envidia del continente, sus finanzas públicas gozan de una salud estimable y paga menos intereses que nadie por su deuda.
Superioridad económica
Para los que gustan de mirar la historia como un correlato de las fuerzas de unas y otras potencias, en la competición económica europea, Alemania ha salido claramente vencedora. Ya ganó hace 20 años la batalla monetaria: el marco se impuso, como lo hizo después su banco central. Ahora su modelo económico domina incluso intelectualmente: Berlín aprovecha esta crisis para imponer la clonación de su estructura político-económica a todo el continente, basándose en una superioridad económica clamorosa. Ha cometido varios errores graves y tiene el estigma de su historia, y por eso esa dominación se ve con recelo. Pero no hay mucho que hacer: el contrapunto de Francia al consenso de Berlín apenas existe. “Sería naíf negar eso”, explica Jean Pisani-Ferry, director de Bruegel. “Francia no tiene nada que proponer porque no tiene nada que enseñar. No hay modelo económico francés. No hay un proyecto europeo desde Francia más allá de pequeños momentos de gloria, de propuestas difusas de más gobernanza o de vigilar, además de las cuentas públicas, el desequilibrio exterior: la letra pequeña de los acuerdos”, describe Pisani-Ferry en un informe.
La pretensión de París fue siempre una Europa definida como una federación de Estados nación (según decía Jacques Delors), a la que se podía llegar más fácilmente con un rodeo: el euro. Puede que la moneda se impusiera a Alemania a cambio de la unificación, pero ahora el euro se ha convertido en un camino tortuoso; paradójicamente ha otorgado a Berlín las riendas del proyecto por la flojera francesa. “El diktat alemán nunca fue tan evidente. Si gana Sarkozy, simplemente continuará con esa política seguidista; si gana [el socialista François] Hollande es posible que haya algún cambio con relación a Europa, pero hasta los diplomáticos franceses aseguran en privado que Francia ya no aspira a liderar”, critica Charles Grant, del Centro para la Reforma Europea. Piotr M. Kaczynski, del Centro de Estudios de Política Europea de Bruselas, añade que el declive francés “ha dejado a París como segundón”. “La prueba es que la UE ha desaparecido del debate electoral francés. La perspectiva gaullista (Europa como extensión del poderío francés) ya no vale ni en Francia. De ahí la parálisis del proyecto europeo si Francia se automargina”.
Cifras indispensables: el gasto público en Francia asciende al 56% del PIB (seis puntos más que Alemania, 10 más que España). París no tiene superávit fiscal desde 1974 y ha perdido la máxima calificación crediticia, la triple A. El paro es del 10%, casi duplica el alemán por la decadencia industrial. “Este contraste ha permitido que Berlín y su dogmatismo impongan sus criterios sin la más mínima divergencia de opiniones, a base de disciplina de mercado: lo que viene es una Europa obsesionada con la austeridad y orientada, si se puede, a la exportación, a semejanza de Alemania: es un error fatal tratar de que en Europa haya 17 Alemanias”, avisa el expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell.
Alemania interpreta que los hechos decretan disciplina de mercado por la vía de la prima de riesgo (la diferencia entre los intereses que paga un país y los que paga Alemania —menos de un 2% desde hace meses—, considerado el país más seguro). Hollande prometió al inicio de la campaña reabrir el tratado europeo que consagra la austeridad y poner el acento en el crecimiento, apuntando incluso a un cambio de sesgo del BCE. Pero estos días ha corregido el tiro: “Es consciente de que no le queda más remedio que tragar con la píldora alemana por la debilidad de la economía francesa”, concluyen fuentes europeas.
¿Y si cambia el péndulo?
Berlín manda, no hay duda. Y, sin embargo, cuidado con ese análisis. Alemania, Francia y Reino Unido: se han repartido siempre los títulos en Europa, pese a que ahora haya un solo campeón y a que siga la sobrerrepresentación de Londres en política exterior y de París en agricultura. Cuando la crisis comenzó, Francia resistió mejor que nadie: no sería extraño que un nuevo capítulo de la Gran Recesión rediseñara los equilibrios de fuerzas. Thomas Klau, jefe en París del Consejo Europeo de Política Exterior, explica que pocas élites han sido tan criticadas —“a veces con razón”— como las francesas. “Pero frente a una inmensa mayoría de Gobiernos occidentales cegados por los excesos del libre mercado, Francia era casi el único país que defendía otra cosa. Y no habría que descartar que sea Francia quien tras las elecciones acabe con algunos excesos de la nueva Europa”, señala.
Juan Ignacio Crespo —autor de Las dos próximas recesiones—, afirma que Francia ha quedado relegada a potencia honoris causa, con uno de los mayores y más ineficaces sectores públicos del mundo. "Aun así, si el comercio mundial se frena, Alemania se verá atrapada entre la rectitud de sus principios y la realidad. Si eso ocurre, París recuperaría terreno", vaticina.
La economía provoca este tipo de movimientos pendulares y en política, el calendario electoral arranca en Francia, pero medirá a Alemania en 2013.
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