"Habrá diálogo con las FARC solo tras el cese completo de la violencia"
Garzón, que opta a la secretaría general de la Organización Internacional del Trabajo, llama a la UE a dar luz verde al tratado de libre comercio
Angelino Garzón es cauteloso, laborioso y parsimonioso. Es vicepresidente de Colombia junto al presidente Santos desde agosto de 2010, pero como en su país el pluriempleo político funciona, quiere asumir la secretaría general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lo que, como dice, “ya veremos” si es compatible o no con su presente cargo. El embajador colombiano en Madrid Humberto de la Calle fue simultáneamente ‘vice’ de Ernesto Samper en 1994-98.
La política exterior colombiana cabalga sobre el éxito. Su idea central: amigos todos, adversarios ninguno, le ha permitido estar a partir un piñón con el fierabrás venezolano, Hugo Chávez; recuperar la mejor armonía con Rafael Correa en Ecuador; y la siguiente pieza a conquistar es la severa y calvinista ciudadela ginebrina, sede de la OIT. Pero el parque está abarrotado. Entre sus rivales figuran candidatos de Francia, Holanda y Reino Unido, aunque tiene la ventaja de que es el único latinoamericano que opta y eso debería darle los votos de su hemisferio. España no sufraga. El 28 de mayo se conocerá el resultado, y aunque no gane asegura que hacer campaña ha valido la pena “porque nos ha permitido exponer a Colombia y sus logros ante el mundo”.
Garzón, que es lo más a la izquierda de la derecha y a la derecha de la izquierda, se declara católico social, y metidos en geometrías, de centro-izquierda, en lo que, por lo que dice, algo tuvo que ver su mamá, que despachaba en el mercado, era semianalfabeta y se llamaba Concepción, Conchita, quien aún tuvo el placer de verle ya de ministro. Y, siendo de centro-izquierda, se declara satisfecho con la estructura de partidos de su país. “Tanto el partido liberal como el conservador se están reforzando”, sin que vea contradicción en el hecho de que el 9 de abril vaya a anunciarse en Bogotá la formación de una corriente o escisión –según las fuentes– del liberalismo, bautizada como Resistencia Gaitanista, en memoria de Jorge Eliécer Gaitán, izquierda del liberalismo, que fue asesinado un 9 de abril de 1948. ‘El bogotazo’.
La guerrilla de las FARC ha dado recientemente una aparente buena noticia al país al anunciar que renunciaba al secuestro; pero Garzón puntualiza que la “renuncia solo ha sido al secuestro económico, no al secuestro como arma política”. Las FARC tendrían que dar otros pasos como “el fin de la colocación de minas anti-persona, que han causado 9.600 víctimas mortales, el 40% de ellas, civiles, y más de 1.000 niños y adolescentes”. Se le entiende, mas que él llega a decir, que así la cosa cambiaría, aunque solo “el fin completo de la violencia, como en el caso de ETA, llevaría al diálogo político, como ha dicho el presidente”.
Lo que preocupa hoy a Garzón, tanto o casi como su consagración en Ginebra, es que el parlamento europeo apruebe el acuerdo económico con Colombia y Perú. A los pactos “se llega no solo por afinidades ideológicas, sino por intereses. Y es un acuerdo que conviene a la UE y a ambos países. Colombia importa y exporta a la UE entre 7.000 y 8.000 millones de euros –el vicepresidente calcula en dólares– con una balanza muy equilibrada”. Y aunque no recuerda lo que le toca a España, sabe “que es muy poco”. Garzón no quiere “ni pensar en que no se apruebe, porque sería un auto-suicidio para los empresarios europeos –y españoles– así como un grave perjuicio para el empleo en Colombia”.
El vicepresidente cree firmemente que si uno no quiere dos no riñen. Y ante el universalmente anunciado enfrentamiento final entre Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe, porque el segundo se siente perseguido y traicionado por su sucesor, sonríe seráfico. La pelea “acabará en un abrazo”.
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