Turquía se echa a la calle en protesta por la escueta condena de un crimen político
Multitudinaria manifestación en el centro de Estambul en el quinto aniversario de la muerte del periodista turco-armenio Hrant Dink.Solo dos sospechosos han sido condenados
De todos es sabido que las relaciones son tirantes entre turcos y armenios, por eso la cita de este jueves fue especialmente emocionante en Estambul. Se cumplía el quinto aniversario del asesinato del periodista turco-armenio Hrant Dink, tiroteado por un pistolero a la puerta de la sede de su publicación. Para conmemorarlo, la juventud turca se echó a la calle al grito de “Todos somos armenios, todos somos Hrant Dink”. La cita reunió a miles de personas que cortaron el tráfico de una de las principales arterias de la ciudad, la avenida de la República, para dirigirse hasta la sede de Agos, la revista bilingüe que Dink fundó y donde cayó muerto a plena luz del día. Las decenas de miles de manifestantes que recorrieron los dos kilómetros que separan la plaza de Taksim, el corazón de la parte europea de Estambul, de la sede de Agos, portaban pancartas con la foto de Dink.
En ellas se pedía justicia para la familia y esclarecer quién estaba detrás del crimen. Una reivindicación que cobraba sentido más que nunca ya que esta semana la judicatura dio a conocer la nueva sentencia por el asesinato del periodista. En ella, se condena a cadena perpetua a Yasin Hayal, uno de los inductores del crimen, y se absuelve a Erhan Tuncel, otro de los sospechosos, aunque tendrá que cumplir 10 años de condena por otro atentado: colocar una bomba en un restaurante en 2004. Se trata, según la sentencia, de los únicos dos culpables. El fallo ha sido la chispa que ha encendido la furia de los turcos. Dink, era un líder de opinión. Sus artículos sobre la relación entre turcos y la comunidad armenia hacían sentirse incómodo a más de uno. Su prosa no era incendiaria, muy al contrario: hablaba de reconciliación. En sus escritos habló abiertamente de la matanza de los armenios en 1915 bajo el Imperio Otomano desde la sensibilidad de un miembro de una comunidad diezmada, pero que también se sentía parte de la sociedad que los condenó. Se sabía amenazado. Pero no paró hasta que un joven ultranacionalista de 17 años llamado Ogün Samast, le silenció con su pistola. En un país con un orgullo nacional a veces desmedido y donde conseguir un arma es casi tan fácil como comprar una lavadora, Samast fue rápidamente capturado e incriminado.
Pero tanto la familia como los compañeros de Dink han defendido siempre que Samast no actuó solo, (ver vídeo) y que detrás del arma había responsables políticos y policiales, miembros de lo que se conoce aquí como el llamado Estado profundo, una red extremista de exagentes de los cuerpos de seguridad amparada por parte de el aparato de la Administración. El asesinato de Dink produjo un terremoto político en Turquía. Fue despedido por miles de personas en su funeral en Estambul. Su caso se ha tomado como bandera para luchar contra la impunidad de los crímenes políticos. Durante los días siguientes a su asesinato, se sucedieron las manifestaciones de repulsa. Turquía salió entonces de su letargo. Periodistas, como Nedim Sener —actualmente en prisión y paradójicamente acusado de pertenecer a su vez al propio Estado profundo—, buscaron entonces pruebas que demostrasen que el asesinato fue orquestado en altas esferas de la Administración.
El fallo, que solo dos culpables, ha sido la chispa que ha encendido la furia de millares de turcos contra la impunidad del llamado Estado profundo
Por eso la sentencia de ha decepcionado a muchos en Turquía. “Lo que el juez nos quiere hacer creer es que fue la actuación de dos o tres personas, cuando hay sobradas pruebas que lo contrario. El caso era una oportunidad para acabar con la tradición de impunidad de los asesinatos políticos en Turquía, pero no hemos sabido aprovecharla. Soy abogada y hoy me avergüenzo de mi profesión”, explicaba en la manifestación Serap Isik, letrada turca que trabaja por los derechos de las minorías. Como las miles de personas reunidas en Estambul, Isik aprovechó la hora del almuerzo para acudir a expresar su ira. Se escucharon gritos contra los magistrados del caso.
También se han escuchado gritos contra el Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), cuyo programa político se basa, en parte, en luchar contra el Estado profundo. En sus declaraciones, el Ejecutivo ha estado más cerca de los manifestantes que de la judicatura. En este sentido, el viceprimer ministro, Bulent Arinç declaró: “La sentencia no satisface mi conciencia”. El Ministerio de Justicia recordó que el caso aún no ha sido cerrado, al recordar la posibilidad de que se recurra la sentencia.
Sin embargo, muchos manifestantes reunidos sostenían que al Gobierno le falta voluntad política para desmantelar el Estado profundo, y que los actuales juicios a periodistas, intelectuales y militares supuestamente relacionados con esta organización no son más que una excusa para librarse de voces opositoras. Las asociaciones de abogados hablan de una “oportunidad perdida”. Según el comunicado difundido por los letrados de la familia de Dink, “el fallo del tribunal demuestra que la tradición establecida por el Estado de amparar la impunidad de los asesinatos políticos está todavía en pie”.
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