"Con Francia y Alemania de bomberos no será suficiente para salvar el euro"
El expresidente de la Comisión entre 1985 y 1995 afirma que los desajustes que hoy amenazan la UE siempre estuvieron ahí
El expresidente de la Comisión Europea Jacques Delors (París, 1925), uno de los artífices de la construcción de Europa, reflexiona para EL PAÍS sobre el rumbo que está tomando la crisis en la zona euro y sus graves consecuencias. Delors, que hace unos días ha recibido un homenaje en San Sebastián, recuerda que Europa necesita de una gobernanza política más firme y cohesionada como solución a los problemas económicos.
Pregunta. ¿Está Europa en un callejón sin salida?
Respuesta. Como desgraciadamente dije, desde el mes de julio el euro está al borde del abismo. Me reprocharon que dijera eso pero lamento haber tenido razón en el diagnóstico. Por otra parte, la construcción europea se está viendo condenada por esta situación. Como cuando se juega una mano en el póquer; cuanto más se pone en juego más se arriesga. La UE y la moneda única están abocadas a arriesgar mucho más porque tenemos una unión que mantener. Por esta razón, es preciso relanzar el proyecto político de integración europea dotando a las instituciones comunitarias de más poder e iniciativa y volver al método comunitario como vía privilegiada de consolidación europea.
P. ¿Es posible volver a una Europa con diversas monedas? ¿Es viable?
R. Simplemente, si volviésemos a la moneda nacional todos los países pagarían un tributo muy pesado. Para algunos supondría una reducción drástica de su nivel de vida, con políticas sociales que serían amputadas. Para el país más rico como Alemania, una perdida muy importante de salida comercial. Tendría consecuencias económicas y sociales muy importantes.
P. ¿Funcionó bien el euro antes de la crisis de las ‘subprime’?
Dije en julio que el euro estaba al borde del abismo. Lamento haber tenido razón"
R. No. En el Informe Delors de 1989 había un equilibrio entre la partida económica y monetaria. En 1997, yo no tenía responsabilidades comunitarias pero propuse que junto al pacto de estabilidad monetaria hubiese un acuerdo de coordinación de las políticas económicas. Esa idea no fue aceptada y de ahí el desequilibrio. Por razones que todo el mundo conoce, Europa se construye, sobre todo, a partir de la economía. Cuando se relanzó la economía en 1995, las propuestas se basaban en tres principios; la competitividad que estimula el gran mercado interior; la cooperación que la reforzaba y la solidaridad que une sobre todo políticas de cohesión económica y social, que representan una tercera parte del presupuesto. Lo que faltaba era la cooperación. Si no hay posibilidad de cooperar, o se renuncia al proyecto europeo o se le transfieren nuevos poderes. La cooperación era un medio para tener una especie de federación de los Estados nacionales, para preservar un cierto margen de maniobra económico-social. Es este sistema el que se tenía que haber puesto en marcha. Pero como no hubo ese eslabón de cooperación necesario, como el método comunitario se abandonó en detrimento de la visión intergubernamental, de ahí la dificultad del euro. Es cierto que la crisis financiera mundial ha precipitado la crisis del euro. Pero aunque no hubiese habido crisis financiera, un día u otro hubiese habido una dificultad para el euro debido al endeudamiento excesivo de algunos países.
P. ¿Qué opina sobre la debilidad mostrada por la Comisión Europea ¿Ha faltado determinación en muchos casos? Cómo fortalecer de nuevo la insititución?
R. El método comunitario en general y la Comisión particularmente han sido objeto de marginación por varios países. Son los Estados los responsables de la situación actual, no la Comisión como institución. Son ellos los que han abandonado voluntariamente el método comunitario, que es el único que puede hacer funcionar la maquinaria para consolidar de nuevo Europa. Hay que defender la institución y no es mi papel poner nota a cada gobierno. Pero se ha querido ignorar el método comunitario por razones de comodidad porque la opinión de la Comisión hubiera podido molestar a algunos gobiernos.
P. Con el eje franco-alemán con su papel hegemónico, ¿son ahora más que nunca visibles las diferencias y los desequilibrios en Europa?
R. No es una situación nueva. El gran problema es que debido a la manera de funcionar de los seres humanos tenemos que buscar unas reglas, unas normas de convivencia que logren que las personas sean más razonables. Ya lo decía Jean Monnet, son los hombres quienes hacen el cambio pero las instituciones quienes lo permiten. Está claro que hemos abandonado estas reglas tan simples… Hay que volver a buscar un gesto, hacer revivir la visión de una Europa unida porque hemos vuelto al mundo europeo de los monstruos fríos donde cada uno defiende sus intereses y busca imponer su opinión. Pero es verdad, que jamás habíamos llegado a este punto en el que nos encontramos ahora.
P. No será fácil encontrar una herramienta común de trabajo con tantos intereses políticos y económicos por medio.
R. Era y es la responsabilidad de la Comisión Europea buscar el consenso, el punto común de compromiso dinámico. Un debate que tiene que surgir entre los Estados, pero sino hay ese imperativo, sin la obligación moral y política, entonces el sistema no puede funcionar. Es una auténtica destrucción sistemática de algo que era admirado en el mundo. El modelo europeo se ha puesto en cuestión y me entristece porque éramos una referencia. Los padres fundadores pensaron, no solamente en términos de valores, sino también en términos institucionales. Si la construcción de la democracia es también una construcción institucional, y si construir Europa conllevaba una construcción sabia no se trataba de dar a la Comisión poderes superiores pero sí tener un sistema con referencias y la obligación de lograr éxitos. No es otra cosa que concentrar la sabiduría de los hombres en un marco institucional y moral.
P. ¿Hay capacidad política para recrear de nuevo esa unidad europea de referencia?
Aunque no hubiese habido crisis financiera, el endeudamiento excesivo habría puesto en dificultad al euro"
R. Lo que dicen los escépticos ya no es posible. Algunos dicen que somos excesivamente numerosos y pienso que se equivocan. Imagínese que existiese un número sagrado que permitiese el éxito o el fracaso. Si hubiésemos cerrado las puertas a los países del Este qué lugar hubiésemos ocupado en la historia. Había que llevar a cabo la ampliación y fue una felicidad enorme poder hacerlo, Esta es la primera objeción a los escépticos. La segunda objeción es decidir volver a la nación madre de todo, ese marco donde podemos hacer funcionar la democracia y encontrar un sentimiento de pertenencia común. Hacen falta personas que piensen que el interés europeo es el interés nacional. ¿Esa sabiduría se ha perdido realmente? No lo sé…
P. Dentro del eje franco-alemán, ¿cristalizará el proyecto de unificar políticas, crear organismos conjuntos y compartir presupuestos e información para ser la locomotora europea?
R. Si el euro está al borde del abismo, que lo está, y hace falta gente que salve la situación podemos decir que Alemania y Francia han jugado más bien un papel de bombero. Pero entre jugar a ser bombero y ser arquitecto hay una diferencia. Cada vez que Francia y Alemania, solos, han querido influenciar a Europa queriendo hacer avanzar la construcción europea han encontrado la hostilidad de los demás países o la Comisión les daba un toque de atención. Si me pongo en plan cínico, si fueran los salvadores de Europa no sé cómo podrían imaginar el futuro común de 27 países sin respetar el método comunitario.
P. Que es lo que ocurre cuando no se cumplen los tratados.
Cada vez que Francia y Alemania, solos, han querido influenciar a Europa han encontrado la hostilidad de los demás países"
R. No se está haciendo. Si Alemania y Francia creen que con el papel de bomberos lo conseguirán, adelante, pero no será suficiente para avanzar en una Europa a 27. Hay que pensar en la unión desde la diversidad porque es esa la riqueza europea. Europa tiene valores comunes herencia de su larga historia. No tiro la piedra contra los franceses y alemanes, pero con el euro en crisis no será suficiente para concebir una Europa de futuro en la que puedan convivir todos, pluralista y donde hasta los países más pequeños sepan que tienen su lugar. A la hora de escuchar a los países, el tamaño no importa, todos deben ser atendidos. Esta igualdad política, que no jurídica, era una de las fuerzas morales de Europa porque los países pequeños sabían que iban a ser escuchados. Pero la Europa de ahora ha girado su espalda a sí misma y a la arrogancia de los poderosos.
P. ¿Quieren los europeos mantener el sueño de Europa? ¿Están comprometidos o empiezan a darle la espalda?
R. Es cierto que el mundo en que vivimos ahora mismo es menos favorable a la construcción de Europa que el mundo que teníamos ayer porque los ciudadanos se asustan ante la globalización. Ahora la tendencia es buscar un anclaje en lo local y los políticos astutos practican un nacionalismo ambiguo y el individualismo contemporáneo es una realidad. Como decía uno de mis antiguos jefes los tiempos que corren no son buenos. Lo que hoy pedimos a nuestros gobiernos es que recuerden que la cohesión social, el respeto, la estima por el otro, es decir, el querer vivir juntos como una forma de salvar la humanidad, era un proyecto europeo antiegoísta.
P. ¿Cuál es el papel de España?
R. Por su historia, su posición geográfica y la contribución de algunos de sus dirigentes tiene un papel que desempeñar sin duda. Pero tiene que barrer delante de su puerta, se ha dejado ir por un endeudamiento excesivo privado y la especulación inmobiliaria. Tiene que hacer un proceso de reparación y recordar las reglas del juego como lo hacía muy bien Felipe González. Hay que volver a dar vida al proyecto europeo; el proyecto mediterráneo que hasta ahora se resume a instituciones de cartón, hay una gran sensibilidad y la revolución árabe lo permite además. Por tanto, España tiene un papel preponderante a jugar pero tiene que poner antes en orden sus propios asuntos. Los españoles no deben desesperarse pensando que esta Europa no es para ellos porque desde que han entrado en la UE han jugado un papel importante. Las instituciones europeas deben ayudar al país a pensar sobre acciones de futuro portadoras de prosperidad, equilibrio y empleo.
P. ¿Se podía haber evitado la crisis de Grecia? ¿Cuál es la responsabilidad del exprimer ministro Yorgos Papandreu?
R. Grecia ha cometido errores. Por dos veces ha falsificado sus estadísticas arrastrándose a un endeudamiento público excesivo. Pero no es culpa de Papandreu. Él se encontró con la situación así. Cuando Europa se dio cuenta hace dos años y medio reaccionó demasiado poco y demasiado tarde. Cuando todo el mundo critica a Papandreu yo lo defiendo. Ha cogido el país en la situación que conocemos, dijo que el tratamiento era excesivamente duro. Tenía que haber compensado con algunas ayudas para intentar privatizar y también para las inversiones de futuro y así equilibrar las dificultades con las que iban a encontrarse. Pero se encontró con el país de esta manera. No pudo convencer a su gobierno de hacer más y a partir de ahí se dio cuenta de que la desesperación de los griegos, la oposición sistemática de la derecha pedía una única solución; sacrificarse yéndose de la manera que lo ha hecho. Pero esto no resuelve nada. Hizo una puesta en escena que obligó a la derecha a llegar a un gobierno por lo tanto Papandreu es un patriota en ese sentido. El error ha sido imponer a Grecia que venda sus empresas públicas para ingresar dinero. Lo que tenían que haber hecho es crear una institución de gestión y conseguir para esa venta un buen precio para los griegos y luego gestionarlas para negociar con los compradores. La solución que impone el FMI salvando el déficit, que siempre he criticado, impone una medicina drástica pero dejando al enfermo en una situación moribunda aunque este curado.
P. ¿Fue un error la entrada de los diez países del Este a la vez? ¿Cómo están jugando esta partida los últimos en llegar?
R. La ampliación cuando se hizo era un sueño hecho realidad pero se negoció mal. Se llevó a cabo demasiado rápido. Era difícil no coger a todos los países conjuntamente, pero lo importante es que estos países no tengan una visión de Europa con una pareja franco-alemana ignorándolos totalmente. Ahora mismo, es la presidencia polaca. ¿Quién da la mano a los polacos?, ¿quién les permite manifestarse cuando tienen una economía relativamente buena?, ¿quién les permite jugar un papel? Los países del Este terminarán por pensar que son un conjunto conglomerado con un mercado interior que tiene agujeros como el queso gruyere.
P. ¿Puede sobrevivir Europa en un mundo marcado por los países emergentes, con EE UU en decadencia y con Oriente Próximo y Asia incendiados y países latinoamericanos en auge?
R. Los europeos que forman parte del modo de pensar occidental deben recuperar confianza en sí pero abiertos a un mundo pluricultural. En el caso de EE UU tiene un déficit público aún mayor que Europa pero el imperialismo americano sigue existiendo. Hablar del declive americano me hace sonreír. Están ahí, su moneda baja, sube pero en cuanto hay un problema en Europa la gente se lanza a por el dólar. Actualmente, los bancos europeos no tienen dólares para financiar el comercio internacional. En cuanto a Latinoamérica, es una pena que no se haga realidad el Mercosur. Los países latinoamericanos tienen en común mucho más que nosotros y no se entiende cómo no consiguen crear esa unidad. Son una referencia para Europa, siempre les deberíamos de tener en mente.
P. ¿Cuál es el papel de Reino Unido en esta encrucijada?
R. Son muy felices. Están siempre en el corazón de un triángulo, en la antigua Commonwealth como amigo de EE UU y de Europa. Van a intentar buscar una salida por su cuenta. En algún momento se podrían felicitar por no estar en la UE con la moneda única pero se están planteando algunas cuestiones. Nada les asusta más hoy en día que Europa salga victoriosa de esta crisis cuando Reino Unido se va a sentir alejado de un centro potente de decisión. Se encuentra entre una satisfacción egoísta y el temor de ser marginado.
P. ¿Usted también cree que estamos ante una sociedad con una profunda crisis de valores en la que la política pierde prestigio?
R. Algunos dirán crisis de valores como yo, otros dirán que es una crisis de adaptación. Pienso que es una crisis de valores lo que estamos viviendo y la dificultad que tiene Europa también la tenemos a nivel nacional; mal funcionamiento de la democracia, pérdida de prestigio de la política. Es muy grave. Pero creo que la sociedad es capaz de lanzar nuevas ideas, nuevas propuestas. La política está ahí para trascender y hacer frente a las dificultades. Lo que me entristece mucho oír en esta crisis, alimentado además por los banqueros que son los responsables de ella es la siguiente pregunta: ¿Qué hacen los políticos? No estoy de acuerdo con esa caída en picado de los políticos al infierno. No. Soy severo con lo que está pasando pero no quiero entonar ese canto. Digo viva la política como medio para resolver problemas haciendo una síntesis entre valores y soluciones.
P. ¿Qué opina de los movimientos sociales por todo el mundo, es algo pasajero o es fruto de la crisis social que se vive?
R. Cuando el termómetro dice que hay fiebre no hay que tirar el termómetro. Hay que tener cuidado de que no suba la fiebre y cuando se manifiesta hay que cuidar al enfermo.
P. ¿Es optimista con el futuro de Europa?
R. Si no fuera optimista volvería a mi casa con la vocación de cuidar mi jardín. El día de mi muerte tendría que hacerme la pregunta; ¿no ha servido esta dedicación a Europa para algo? Si fuese pesimista sería terrible la respuesta. Siempre hay que creer incluso en los días malos y buscar cada uno la fuerza necesaria para seguir adelante.
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