El hombre que toma la medida a Obama
Georges de Paris lleva 47 años confeccionando trajes para los presidentes estadounidenses
Mientras dos agentes del servicio secreto de EE UU observan cada uno de sus movimientos, Georges de Paris toma medidas al hombre más poderoso del planeta. No hay nadie más en la habitación. Vestir al presidente no es nuevo para él: acude a la Casa Blanca para confeccionar trajes desde 1963. No mucho antes de eso, cuando llegó a América, este sastre de Marsella dormía en plazas sin muchas más posesiones que el oficio que había aprendido en Francia. Hoy, a sus 75 años, 1,60 metros de estatura, todavía peina una larga melena blanca.
La cercanía con la que habla hace que tratarle de usted resulte forzado. "La primera vez que vi a Obama, me puse nervioso", explica desde el teléfono de su sastrería en un español alegre y campechano, apoyándose de vez en cuando en el inglés. "Él es amable, me preguntó por qué no me cortaba el pelo. Le dije: 'Si me corto el pelo, pierdo la fuerza".
A Georges no le gusta que le traten marcando las distancias, como asegura que hacían los demócratas Jimmy Carter y Bill Clinton, "el menos simpático". Aunque él no habla de política, los periodistas que le entrevistan suelen destacar su predilección por los republicanos. De Obama no tiene queja: "Hablamos de fútbol, de basketball [baloncesto], le gusta mucho jugar a basketball". De todas formas, el favorito de Georges es el ex actor Ronald Reagan. "Era muy bueno, muy simpático. Hablábamos de todo. De la familia, de football [fútbol americano], de qué tal en EE UU... Él sabía todo, conocía mi historia".
"Yo fui un homeless [vagabundo]. Dormía en la calle". Aunque sólo los primeros meses, cuando llegó a América. Poco a poco salió adelante. Conoció a una mujer, empezó a trabajar en lo que sabía, la confección e insistió a un congresista para que vistiera uno de sus trajes. Al poco tiempo, éste recomendó sus servicios al vicepresidente Lyndon Johnson. En 1963, tras el asesinato de John F. Kennedy, Johnson llegó a la presidencia y convirtió a aquel inmigrante anónimo en protagonista de lo que se iba a ser una larga tradición. Un cambio de vida al estilo de Hollywood, quizás más allá del sueño americano. "Me fui a la iglesia y dije Thank you, God, Merci a Dios. Gracias a Dios". Desde entonces, tener en el armario un Georges de París es una costumbre ineludible para el inquilino de la Casa Blanca.
Nueve presidentes han llevado sus trajes. George W. Bush, con el que congenió enseguida, le confió su imagen para el debate sobre el Estado de la Nación de 2003. Barack Obama asistió al funeral de Ted Kennedy y recibió el Nobel de la Paz con sus diseños. De Paris asegura que se ha mantenido fiel a su estilo desde que empezó: "moderne classique", pronuncia claramente, como el que da la clave del éxito. "Durante todos estos años he seguido el mismo modelo", afirma poniéndose serio por primera vez.
Pide disculpas por no dar detalles sobre su trabajo. "Si me lo permites, tengo la instrucción de no contestar. Tampoco puedo cuanto cuestan mis diseños. El precio que los diarios dicen [según Vanity Fair, el traje más barato sale por 3.500 dólares, unos 2.400 euros], no es cierto, yo no cobro eso". El sastre, que tiene la nacionalidad estadounidense, corrige a los que piensan que nada en la abundancia: "Tengo una hipoteca que pagar". Georges tiene la vida hecha pero sigue sin faltar a su taller, a sólo unas manzanas de la Casa Blanca. Aún se divierte con lo que hace, no es sólo un negocio: "Esto no es una fábrica, es una sastrería", dice con orgullo pero sin arrogancia.
Otro teléfono suena. George lo coge en persona, puede que sea un encargo para su cliente más famoso. Pero también podría ser para un ciudadano anónimo. O para otro presidente. "Tony Blair, Jacques Chiraq...", dos nombres más de una larga lista. Le encanta que sus trajes formen parte de la imagen que el mundo tiene de personajes tan distintos como Richard Nixon o Barack Obama: "Es maravilloso trabajar para el presidente que tiene el poder del mundo". Mientras el primer líder mundial utiliza ese poder para intentar mejorar la imagen de EE UU, Georges de Paris da puntadas para que su ropa esté a la altura.
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