Cosas que pasan
Trump dice que el asesinato en 2018 del periodista saudí Jamal Kashoggi son “cosas que pasan”: es lo normal, ir a renovar el pasaporte y acabar hecho trocitos en una maleta


La actualidad se ha vuelto demasiado compleja, no entiendo nada, así que me rindo. Quiero vivir más tranquilo, me voy a creer todo, voy a ir a lo fácil, porque seguramente soy yo que no me entero de nada. Allá voy. Por ejemplo: la castidad es un gran invento, cada vez comprendo más esa imperiosa necesidad espiritual de ir más allá del sexo, no todo va a ser follar, como decía una canción de Javier Krahe (“habrá que coleccionar sellos de Nigeria”, citaba como prueba de que efectivamente hay otras cosas en la vida). Creo que meterse a monja es hoy la verdadera revolución, para huir de esta imposición del patriarcado, yo también a veces tengo dudas y… Bueno, esto mejor lo dejo para más adelante, no me sale natural, me da la risa y tengo que trabajarlo un poco más.
Pasemos a otra cosa. Tengo que esforzarme por comprender otros puntos de vista, relativizar. Cambio de tema: Trump dice que el asesinato en 2018 del periodista saudí Jamal Khashoggi, de The Washington Post, son “cosas que pasan”. Si es que es lo normal, uno va a renovar el pasaporte al consulado de su país y acaba hecho trocitos en una maleta por criticar a las autoridades. Además, a quién se le ocurre preguntarle por ello a Trump en la Casa Blanca delante del príncipe saudí Mohamed Bin Salmán. Ya, es verdad que según los servicios de inteligencia norteamericanos es él quien dio la orden de matarlo, pero es que ahora va a invertir en EE UU un trillón de dólares (nunca había escrito esta palabra, no suele salir) y la familia Trump tiene negocios en Arabia Saudí. Normal que el presidente riñera a la periodista y le recordara que Khashoggi era “extremadamente controvertido” y “a mucha gente no le caía bien”. Luego añadió que deberían cerrar su cadena (ABC News), y tuvo suerte de que no la llamara “cerdita” como a otra compañera suya… Paro, lo siento, tampoco puedo. Lo de Trump lo abordaré cuando esté entrenado, es otra liga.
Mejor regresamos a nuestro país. Vamos al tema: la condena del fiscal general del Estado. Por fin se ha hecho justicia. Si uno lo piensa es normal, ¿cómo no va a haber sido él quién filtró el famoso correo electrónico, aunque lo tenían otras 600 personas, si ninguna de las demás es fiscal general del Estado? Si tiene que haber sido el fiscal general del Estado, y en esto estamos todos de acuerdo, y este señor es el único que es fiscal general del Estado, lo lógico es que haya sido él, es un razonamiento aplastante. Ni hace falta esperar a leer la sentencia. Es más, ya ni deberían escribirla, con esto vale. Lo que hayan dicho los periodistas en el juicio es igual, es que Trump muestra el camino, tiene razón, son gente poco de fiar, y cómo vas a demostrar que fue el fiscal general y no otro quien les filtró el correo si es imposible, si lo tenían 600 personas… Perdonen, una pausa, me explota la cabeza, pero intento seguir. Ahí voy: además, hay que pensar en la víctima, que presentó al tribunal un angustioso dilema, suicidarse o irse de España. Quizá es el mismo que tenían los propios jueces, ante la presión del caso y cómo increíblemente ha llegado hasta el Supremo. A ver cómo sales de esa. Por eso quién sabe si a lo mejor han preferido suicidarse en plan kamikaze con la sentencia, ya la leeremos, con lo bien que se vive en España, sobre todo el novio de Díaz Ayuso en su pisazo, pagado tras el pelotazo de las mascarillas… Nada, lo dejo, es que no tiene sentido. Tal como va el mundo, lo mejor es persuadirse de que ahora es así y las cosas van por ahí, pero es que esto no es tan fácil como creía, no te lo tragas así como así. ¿Cómo hace la gente?
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