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El nuevo mantra verde: que cada granja sea un ecosistema con una biodiversidad equilibrada

Nuevas prácticas (en realidad, antiguas) intentan dar otra vida al suelo para que goce de buena salud mejorando el ciclo del agua

Un huerto regenerativo abierto a la participación ciudadana en Cracovia, Polonia, en julio de 2023.
Un huerto regenerativo abierto a la participación ciudadana en Cracovia, Polonia, en julio de 2023.Omar Marques (Anadolu Agency/Getty Images)

La comida calienta el planeta. Según Naciones Unidas, los alimentos que producimos generan un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero y la agricultura supone el principal impulsor de la pérdida de biodiversidad en el ámbito mundial. Desde que la civilización se aceleró en el último siglo, el ingenio humano ha descubierto cómo producir alimentos a escala industrial. Se cambió el caballo por el tractor, se inventaron los fertilizantes sintéticos y se descubrió cómo acabar con malas hierbas e insectos gracias a herbicidas y pesticidas químicos. Pero todo ello a costa de contaminar las aguas, desertificar las tierras, deforestar los bosques y agotar los recursos naturales. La revolución verde que mecanizó el campo comienza a ser cuestionada desde todos los frentes. Una de las voces más autorizadas del ecologismo y la filosofía de la ciencia, la física Vandana Shiva, cuenta a este periódico que caminamos hacia “una agricultura sin agricultores, llena productos químicos, máquinas con software espía, drones de vigilancia y alimentos cada vez más alejados de la red ecológica de la vida, que es en realidad una red alimentaria”.

Y si alimentarnos con esta “no comida” compromete nuestra propia vida, la del planeta y la de miles de criaturas, las alternativas comienzan a surgir fuera del sistema alimentario moderno. Y no se trata solo de cambiar los hábitos hacia una dieta baja en alimentos procesados, ni de cruzar los dedos para que la creciente población de la India y China no incrementen su consumo de carne, huevos y lácteos, o de contener un desperdicio de alimentos descomunal, donde un tercio de lo producido se pierde. Tampoco esperar que la producción bajo la etiqueta orgánica sea la mayoritaria (actualmente representa en Europa en torno al 10,4% de la superficie agrícola). Se trata de darle un vuelco completo al sistema alimentario antes de agotar todos los suelos, algo que, según cálculos como los de la FAO, de seguir así, en 50 años no quedará suficiente suelo fértil en el que cultivar alimentos.

La retórica de la regeneración ha comenzado a incorporarse en los discursos de los gigantes de la agroindustria

Frente a este camino del agotamiento, la agricultura regenerativa busca restaurar la biodiversidad del suelo y revertir el cambio climático atrapando carbono y mejorando el ciclo del agua. En la pasada cumbre del clima de Dubái, más de 130 países han firmado acuerdos por valor de más de 2.500 millones de dólares (unos 2.300 millones de euros) para invertir en proyectos de agricultura regenerativa bajo el foco de regenerar la salud del suelo, restaurar la biodiversidad y mitigar el cambio climático. El naturalista británico Colin Tudge califica por videoconferencia este modelo como “agricultura iluminada”, donde cada granja individual sea un ecosistema capaz de mantener el equilibrio de la biodiversidad. No en vano, el 90% de los más de 570 millones de granjas en todo el mundo están gestionadas por un individuo o una familia y dependen principalmente del trabajo familiar.

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¿Cómo funciona este sistema? Todo en esta agricultura regenerativa parece partir de un nuevo pacto con la naturaleza: no se rotura la tierra, ya que hacerlo daña la estructura del suelo y libera carbono almacenado (bajo tierra) en el aire, sino que el suelo se “peina” con rodillos y se siembra directamente sobre la cubierta vegetal. El monocultivo da paso a la rotación y los insectos y polinizadores son invitados a la huerta mientras se prescinde conscientemente de productos químicos sintéticos. La degeneración da paso a la regeneración.

Paralelamente, algo parece estar moviendo las placas tectónicas de las grandes corporaciones de la industria alimentaria. La retórica de la regeneración ha comenzado a incorporarse en los discursos de los gigantes de la agroindustria y, desde Unilever hasta General Mills, pasando por Nestlé, han introducido el término ‘regenerativo’ en su discurso, mostrando al mundo sus experiencias regeneradoras y su apoyo a los productores biodinámicos. Hasta el gigante Bayer, hoy dueño de Monsanto, se ha propuesto “liderar” el sector de la agricultura regenerativa a través de algo tan alejado del dogma ecológico como el uso de semillas patentadas, insumos químicos y digitalización del campo.

Bayer confirma a este periódico su intención de adoptar un enfoque sistémico de la agricultura regenerativa en el que incluyen semillas mejoradas y tecnología digital en el asesoramiento a los agricultores para “producir más con menos, mientras se restaura más”. El gigante de la agroindustria pretende reducir antes de 2030 un 30% las emisiones en los sistemas de cultivo más contaminantes mientras ayuda a 100 millones de pequeños agricultores “a ser más productivos y rentables”.

El escritor, agricultor y científico social Chris Smaje, autor de Saying No to a Farm-Free Future (Ed. Chelsea Green, sin publicar en español), cree que estamos ante la consolidación de un nuevo paradigma agrícola a través del trabajo de cientos de agricultores y activistas alimentarios, pero también de un nuevo episodio de greenwashing. Para él, el término ‘regenerativo’ ha ido rápidamente por el mismo camino que ‘sostenible’, significando “casi lo que cualquiera quiera que signifique”, hasta ser capturado por los grandes actores industriales del sistema alimentario.

“No hay máximo ni mínimo: se puede hacer en un huerto o en una gran extensión de cereal”
José Lorenzo, ganadero

El argentino Tierra Martínez, toda una celebridad en el mundo de la agricultura regenerativa, cree que el mundo puede abrazar una producción beneficiosa económicamente sin comprometer los suelos. Para él, la rentabilidad no está reñida con el compromiso. Trabaja con 4.000 familias agricultoras que venden yerba mate, tabaco y aceite esencial de citronella y es capaz de asegurar rendimientos de miles de euros al año. “Que la agricultura proporcione dinero, con ética hacia la tierra y hacia la gente es algo maravilloso”. Martínez cree que la regeneración tiene que ser la gran urgencia planetaria: “Si cierro los ojos no veo en el futuro otra posibilidad”, y hace suya una frase de Richard Heinberg, del Post Carbon Institute: ‘Estamos comiéndonos el futuro de nuestros hijos”.

Esta visión es compartida por numerosos pequeños productores como el ganadero gallego José Lorenzo, que transformó la granja de sus padres según los principios regenerativos. Para él, el patrón es totalmente escalable: “No existe un máximo ni un mínimo, puedes hacerlo para un huerto de casa o para una gran extensión de cereal”.

Lorenzo asegura que el modelo agrícola actual se está agotando y hay que “prepararse para desaprender”. Esta es la gran pregunta, si una transición global hacia la agricultura regenerativa puede alimentar a un planeta cada vez más poblado, que en 2050 se acercará a los 10.000 millones de personas. Entidades como el Foro Económico Mundial le han puesto cifras al cambio. Según esta institución, los sistemas alimentarios pueden contribuir hasta en un 37% a la mitigación del cambio climático, y le pone cifra a una transición regenerativa: un aumento de entre 2.000 y 9.000 millones de euros al año. Restaurar el suelo también puede ser rentable.

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