Rusia, cuando el talento criminal viene de lejos
La promoción de nuevos valores en Moscú ha permitido que se perdone la pena a un caníbal para alistarse en el frente o enviar a unos asesinos a un pueblo de Alicante
A veces da miedo el orden en que se suceden los acontecimientos, ves que se van acercando hechos que parecían lejanos. Desde luego, ocurrió muy lejos una escena de un vídeo de 2022. El jefe del grupo de mercenarios ruso Wagner, Yevgeny Prigozhin, arengaba a unos presidiarios en una cárcel a 800 kilómetros de Moscú. Buscaba voluntarios para ir a la guerra de Ucrania, a cambio de la libertad, y les explicaba que quería alguien con una condena “por homicidio, agresión agravada, robo a mano armada, y si es posible, no solo una”. Y si había dado alguna paliza a un policía, todavía mejor. “Nos hacen falta vuestros talentos criminales”, resumió. Esta búsqueda de nuevos valores permitió, por ejemplo, que se sumara al plan un caníbal de Jarsoslavl condenado hasta 2030. “En la Rusia actual, un asesino puede convertirse en un héroe”, concluye un estupendo reportaje del diario alemán Süddeutsche Zeitung que cuenta esto desde un punto de vista menos épico: el de las víctimas de esos asesinos que ahora ven cómo vuelven a su barrio tan campantes. El modelo del buen ciudadano en Rusia está en franca revisión desde hace tiempo. La madre de una joven violada y asesinada, citada en el texto, no quería ni pensar en cómo será encontrarse al asesino, si ya en el juicio iba de chulo, ahora que es uno de esos criminales que está libre.
Todos sabemos cómo terminó Prigozhin por enfrentarse a Putin. Fue víctima de una de sus propias advertencias: “Los desertores serán ejecutados si cambian de opinión en el campo”. Murió al estrellarse el avión en el que viajaba en agosto de 2023. En el vuelo iban nueve personas más, pero no se sabe si son héroes o traidores, no ha trascendido. En el otro extremo, se hallaba un verdadero ciudadano ejemplar, Alexei Navalni. Todos sabíamos también cómo acabaría, y él mismo, desde que decidió volver a su país hace tres años, aunque ya habían intentado envenenarlo. Fue detenido, enviado a una cárcel del círculo polar y falleció la semana pasada, aún no se sabe cómo.
El Ártico está realmente lejos, pero más cerca está Alicante, y los criminales rusos también llegan hasta ahí tranquilamente, pues acaban de cargarse a un desertor ―otro― en Villajoyosa. Esto sí que no sabíamos que ocurriría, pero nos lo podíamos imaginar, a poco que uno lea las noticias y piense un poco. De hecho, no sé si, ya puestos, deberíamos seguir pensando. Por ejemplo, no dejo de pensar en lo que pasará dentro de ocho meses, en las elecciones de Estados Unidos. Si ya nos parecía increíble la primera vez que ganó Trump, en la segunda ya no sé como expresarlo. Este otro delincuente ―ya condenado por abuso sexual y por fraude― es muy amigo de Putin, y en Ucrania están preocupados, pero quizá también nosotros deberíamos. En 2020 ya le dijo a Ursula von der Leyen: “Si Europa fuera atacada, no vendríamos a ayudaros. La OTAN está muerta”, según ha contado el comisario europeo Thierry Breton. Y este mes, en un mitin, dijo que no defendería a los países europeos que no paguen su cuota a la OTAN si les atacara Putin. “Es más, le animaría” (risas). El modelo de estadounidense civilizado está en clara revisión desde hace tiempo. Trump llega muy vengativo y a romperlo todo. Se supone que son tonterías de campaña electoral, pero si la invasión de Ucrania hubiera ocurrido con Trump, Putin habría desayunado en Kiev en unos días con los pies en la mesa. En junio, por lo demás, hay elecciones en la UE, y se prevé un auge de la extrema derecha antieuropea, muy fan de Trump y Putin. Y estas son un poco las perspectivas geopolíticas para el próximo invierno, así que mejor centrémonos en la amnistía, el cura de Don Benito o lo que sea, las cosas de casa.
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