_
_
_
_
Ensayos de persuasión
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La demencia financiera

Quince años de la muerte de Bear Stearns, el primer banco de Wall Street que desapareció en 2008

Bear Stearns
Dos hombres salen del edificio del banco Bearn Stearns en Manhattan, Nueva York, el 17 de marzo de 2008.Matthew Roberts (Zuma Press / ContactoPhoto)
Joaquín Estefanía

Los casos de demencia financiera no suceden de repente. Se desarrollan poco a poco, en la oscuridad de lo cotidiano. Nadie podrá decir, por ejemplo, que le han sorprendido las tremendas dificultades del gigantesco Credit Suisse tras años de pérdidas, huida de clientes, mala gestión, etcétera, que han salpicado las noticias de los medios de comunicación. Aunque este banco mirase a los demás por encima del hombro y con el mentón levantado. Un caso de mala reputación.

Para que en septiembre del año 2008 estallase “el trimestre del diablo”, en el que todo parecía posible, desde más de un año antes se multiplicaron los casos de heterodoxia bancaria, amparados por la falta de regulación del sector. Hoy no es, probablemente, un “momento Leh­man Brothers”, pero la coyuntura se parece en algo a la de marzo de 2008 —­justo estos días se cumplen 15 años— cuando el quinto banco de inversión de EE UU, Bear Stearns, hubo de ser adquirido por J. P. Morgan Chase. Bear Stearns se dedicaba a la titulación y emitió una enorme cantidad de valores respaldados por activos que dejaron de tener valor. Dos fondos de alto riesgo de su propiedad hicieron saltar todas las alarmas: el valor de sus activos (las hipotecas que los respaldaban) se había desplomado un poco antes.

No hay apenas equivalencias entre Bear y Silicon Valley Bank, ni el volumen del problema es el mismo. Técnicamente son casos muy diferentes. Pero hay que recordar que aquel banco de inversión global fue el primer establecimiento de Wall Street que cayó en 2008. Antes hubo operaciones que aún no determinaban la importancia de lo que se venía encima. Por ejemplo, en la vieja Europa, el banco francés BNP Paribas anunciaba que no sería capaz de tomar dinero de dos de sus fondos, ya que le era imposible valorar sus activos debido a la falta de liquidez en el mercado bancario. En el Reino Unido, el Gobierno nacionalizaba Northern Rock, en quiebra, y en EE UU, Bank of America compraba Countrywide, el líder hipotecario del sector.

En su Breve historia de la euforia financiera, John Kenneth Galbraith describe cómo a efectos prácticos la memoria en asuntos financieros dura, como máximo, dos décadas; es el tiempo que suele precisarse para que los frutos de un desastre queden borrados y para que alguna de las variantes de la demencia financiera anterior (generalmente más sofisticada) rebote a fin de cautivar las mentes de los financieros. En este caso la historia se ha acelerado y no han hecho falta siquiera los 20 años. Estos días se cumplen los tres lustros de Bear Stearns.

La supervisión de los bancos centrales parece haber comprendido hoy las lecciones de aquella crisis financiera, que fue una de las componentes principales de la Gran Recesión. Para que no se repita la historia. En apenas unos días, en 2008, Fannie Mae y Freddie Mac, las dos mayores prestamistas de EE UU, eran puestas bajo las tutela del Gobierno de Bush; quebraba Lehman Brothers sin que nadie se quisiese hacer cargo del banco; el mismo día, Bank of America compraba Merrill Lynch; a continuación, se nacionalizaba AIG, la mayor compañía aseguradora mundial, y Washington Mutual, uno de los grandes bancos, se derrumbaba y se vendían todos sus activos a precio de saldo a J. P. Morgan Chase. El 20 de septiembre de ese año, el Gobierno de Bush anunciaba la creación de un fondo de 700.000 millones de dólares para comprar activos tóxicos de los bancos.

Evitar el efecto espejo y las imágenes del pánico. En la pedagógica película Too Big to Fail, titulada incomprensiblemente en España Malas noticias, el actor William Hurt —que hace de Henry Paulson, secretario del Tesoro de Bush (pasó a ese puesto directamente, de un día para otro, desde la alta dirección de Goldman Sachs)— dice a su mujer: “La gente se está preguntando: ‘¿Mi dinero está a salvo?’, y comienza a retirar efectivo. Y luego, colas ante los bancos, destrozos en los cajeros y en semanas no hay leche en las tiendas”

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_