Privilege Style
De todas las memeces premium con que nos engatusan cada día, la idea de Boris Johnson de enviar a Ruanda a los inmigrantes es de las más increíbles
Hay noticias sueltas por ahí, como si tal cosa, que paran el mundo un momento, si es que te paras a pensar un momento. El otro día había en el periódico una imagen extraña, una mancha en un óvalo horizontal. Y ponía: “El mapa más completo de la Vía Láctea desvela terremotos estelares y galaxias canibalizadas”. Una gran cartografía del cosmos de casi 2.000 millones de estrellas, con planetas dentro. Cómo vas a hacer luego como si nada. Aunque solo sea como pose momentánea, te detienes a preguntarte quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos, cuando ni siquiera puedes responder dónde vas este verano, con los precios que hay. Con algo así, salvo que estés descubriendo la vacuna contra el cáncer, sientes que tus preocupaciones son poca cosa. Somos una diminuta urbanización con espacios comunes en un suburbio de la periferia de las galaxias.
En las noches estrelladas, Kant se asombraba de ver el orden del universo sobre él y el orden moral dentro de él. Un amigo mío lo veía de otra manera, éramos más jóvenes. Ante la insondable profundidad del espacio, las distancias interestelares inimaginables, pensaba en lo fascinante que era pensar que había un Dios que a través de miles de años luz de espacio-tiempo se preocupaba de advertirte, pero no directamente, sino a través de un señor con gafas vestido de cura, que no te masturbaras. Y con escasos resultados. Qué misteriosa es la vida, la verdad. Pero en esta inmensidad siempre es un entretenimiento de escala más familiar contemplar las miserias humanas, tan nuestras, tan eternas. Siempre estamos inventando nuevas formas de abyección. La última, la idea de Boris Johnson de enviar a Ruanda a los inmigrantes que no huyen de guerras y asesinatos, no, sino que, con todo el morro, lo que quieren es trabajar y ganarse la vida. Migrantes económicos, les llaman ahora, cuando son los de toda la vida. Y lo ideal supongo que sería que se los llevara Amazon y desaparecieran de la vista lo más rápidamente posible. Con la opción de que estuvieran allí siempre disponibles, almacenados, y el día de mañana nos los trajeran cuando seamos todos ancianos y alguien tenga que pagar nuestras pensiones y sacarnos a pasear por el parque.
Lo más revelador de todo esto es un detalle aparentemente menor. Es el nombre de la compañía aérea, española por cierto, contratada para mandarlos a la porra: Privilege Style. De todas las memeces premium con que nos engatusan cada día, esta es de las más increíbles. Solo por el nombre tenían que haber buscado otra que no sonara a recochineo. Pero es que les da igual, y eso es lo inquietante: no hay ni la intención de disimular o hacerlo de la manera menos vergonzosa posible, pues eso implicaría que al menos saben que lo que hacen es indecente y tienen el escrúpulo de que sea de la manera menos indigna. Pero no, ante ese escenario, cachondearse de estos pobres hasta el final, no reculan, deciden que no tiene importancia. Hasta hace poco había unos mínimos y, más allá de religiones e ideologías, Kant ya pensó en una norma básica de comportamiento. La llamó imperativo categórico, y parece mentira tener que volver a repasar esto, que es del colegio, pero así estamos. En una de sus formulaciones decía: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”. Este debería ser el auténtico estilo de los privilegiados.
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