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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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Farmacéuticos, a las listas

El mayor peligro para Pedro Sánchez no es la plataforma de Yolanda Díaz, sino la capacidad de sabotear sus propios éxitos

Soledad Gallego-Díaz
Camela Caldart
Carmela Caldart

Uno de los problemas que ha provocado la desaparición de grupos intermediarios entre los ciudadanos y el Estado es que, a menudo, los líderes políticos se guían indebidamente por las encuestas de opinión. Jacques Delors se lamentó de ello hace ya años y el problema se ha agudizado, porque los sondeos parecen haberse convertido en el único mecanismo de información de que disponen esos dirigentes. Los grupos intermediarios tradicionales —sindicatos, agrupaciones de vecinos, partidos políticos que se basaban en el reclutamiento masivo de militantes, que acudían después con mayor o menor regularidad a los locales de sus siglas— han prácticamente desaparecido o mermado mucho.

Los políticos, tanto dirigentes nacionales como parlamentarios, concejales o militantes destacados, estaban antes obligados a relacionarse con esos grupos y recibían al mismo tiempo información directa sobre cuáles eran los problemas que más les agobiaban, las soluciones que más les atraían o las situaciones que más les irritaban. Los canales de comunicación que se han abierto vía internet no parecen ofrecer ni por lo más remoto el nivel de confianza y compromiso que lograban los sistemas presenciales. Ahora, esos políticos estudian en sus despachos, casi con desesperación, los sondeos de opinión que aparecen, como setas, en cadenas de televisión y medios digitales, todos ellos dirigidos a anunciar expectativas electorales, falten dos años o cinco semanas para las elecciones.

Nadie pone en duda que los sondeos ayudan a conocer qué piensa un determinado colectivo en un determinado momento, pero quizás lo que hay que destacar ahora es si se pretende utilizarlos por la influencia que puedan ejercer, a lo largo del tiempo, en cómo piensa la gente. En fin, lo mejor a veces es un poco de ironía: “¡Eh!, hay una gran oportunidad para que los farmacéuticos se hagan con un buen lugar en las listas electorales: la última encuesta señala que la farmacia de la esquina es la segunda institución más respetada del país”, se reía uno de los creadores de la mayor cadena de drugstores de EE UU. En España, los sondeos hablan de un aumento de intención de voto para Podemos y para Vox, aunque los bloques izquierda/derecha siguen encabezados claramente por PSOE y PP. Signifiquen lo que signifiquen esos sondeos cuando ni siquiera se sabe si se cumplirán los tiempos formales de la legislatura, lo que parece más novedoso en el panorama político es la aparición de una posible plataforma cohesionada, no en torno a Podemos como organización, sino a Yolanda Díaz como personaje político central, arropado —otra novedad— por destacadas mujeres que se dedican a la política desde un ámbito muy amplio de izquierda: Mónica García, Mónica Oltra, Ada Colau, Fatima Hossain

La novedad tiene grandes atractivos y algunos problemas. Yolanda Díaz no llegará a la candidatura presidencial, si finalmente acepta, con la pesada carga de la mochila de declaraciones de su predecesor, Pablo Iglesias, sino con experiencia de gestión y reconocimiento de sus pares. El problema es que existen intereses contradictorios entre su eventual candidatura y la de Pedro Sánchez. Por un lado, los dos necesitan tiempo para que se aprecien los resultados favorables de la política del Gobierno. Por otro, el tiempo parece favorecer más los intereses de Díaz que los de Sánchez. Por primera vez se abre la posibilidad de un adelanto electoral.

En realidad, sigue siendo cierto que lo mejor que los dos pueden presentar al final de la legislatura, sea cuando sea, es el éxito de su gestión política y económica y que una batalla temprana para resaltar las diferencias de sus programas les perjudicaría a ambos. Necesitarán oficio para hacer el trozo de camino que queda lo bastante juntos y lo bastante alejados como para marcar sus perfiles sin demasiado destrozo ni en su entorno (Sánchez ya ha producido bastantes agravios entre su gente y Díaz puede enfrentarse a bastante escozor entre los suyos) ni en el del obligado aliado poselectoral. El mayor peligro para Sánchez, sin embargo, no parece la solidez que logre la plataforma de Díaz, sino su demostrada capacidad para sabotear sus propios éxitos, sobreactuando o creando expectativas que no pueda cumplir. Su balance actual puede ser más que suficiente para reclamar una segunda legislatura frente a Pablo Casado y su único aliado posible, Vox, pero para eso Sánchez tiene que no enredarse en los próximos meses y fiar todo a una gestión impecable.

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