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Ensayos de persuasión
Columna
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Tiempo de escasez

En el periodo más consumista del año puede haber desabastecimiento de algunos bienes

Joaquín Estefanía
Vista aérea de contenedores apilados, en junio de 2021, en el puerto de Nansha (Guangzhou, China).
Vista aérea de contenedores apilados, en junio de 2021, en el puerto de Nansha (Guangzhou, China).Qian Wenpan (VCG via Getty Images)

Ikea, que es mucho más que una tienda, lo ha advertido: la escasez de algunos bienes no es momentánea, sino que va para largo y podría agravarse. Esta empresa y otras de gran consumo pueden tardar más tiempo del habitual en servir las mercancías, los componentes. En algunas plantas de ventas las etiquetas dicen “Disponible próximamente”, y cuando se pregunta al encargado cuánto significa “próximamente”, no se arriesga a apostar. En el momento en que se estaba aprendiendo a conjugar la “recuperación justa” llegan dos conceptos concatenados, aunque no sean exactamente iguales: la escasez y la subida de precios.

Era difícil imaginar que en los países más ricos del mundo, en el periodo más consumista del año (unas Navidades cada vez más extensas e, incrustadas en ellas, campañas de descuentos como el Black Friday), será complicado comprar algunos productos (coches, materiales de construcción, tecnológicos, productos químicos, materias primas…).

El principal problema está en la logística, un elemento de la cadena de producción que habitualmente no es tan llamativo como otros. Hasta que lo es. Ahora se ven puertos abarrotados y empresas de transporte ferroviario, por carretera o aéreas que no dan abasto. Hay un desequilibrio entre la demanda, que se ha recuperado más rápidamente, y la oferta. Entre el 80% y el 90% de lo que se consume llega por barco; todos los días decenas de miles de buques atraviesan el mundo cargados de millones de contenedores repletos (que están multiplicando exponencialmente su precio en estas semanas). No hay suficientes contenedores para transportar todos los bienes que se demandan. Casi el 80% de los puertos tienen tiempos de espera superiores a la media. No es de extrañar que el presidente Biden haya anunciado que reforzará los puertos americanos para que puedan trabajar 24 horas al día los 7 días de la semana con el fin de eliminar el colapso marítimo.

En medio de la recuperación pospandémica, el cuello de botella que estrangula la distribución tiene varios efectos al mismo tiempo: la inflación de las principales materias primas (industriales y agrícolas); los retrasos en la entrega de los productos a los consumidores finales debido a la citada congestión del transporte que, a su vez, lo ha encarecido; la subida de los costes de personal porque hay escasez de trabajadores especializados (camioneros, por ejemplo), y también mayores exigencias sindicales no solo en salarios, sino en mejores condiciones laborales.

La secuencia es la siguiente: primero, la pandemia y el confinamiento, durante el cual cae el comercio internacional; como consecuencia, las empresas reducen sus costes y mantienen sus inventarios al mínimo, por lo que se quedan sin productos para satisfacer la demanda; llega la recuperación, quizá más fuerte de lo previsto, y pilla desprevenidas a muchas empresas productoras y distribuidoras. Los expertos indican la posibilidad de un cuarto paso que denominan “efecto látigo”: los proveedores compensan en exceso la escasez y se cargan de existencias. La paradoja consistiría entonces en que tras el desabastecimiento habrá excedentes. Ejemplo de ello serían los rollos de papel higiénico o las mascarillas.

El fenómeno del posible desabastecimiento conlleva recuperar aspectos de la economía que han sido olvidados en beneficio de otras prioridades (en general, financieras o tecnológicas). Ya daba indicios de su complejidad desde finales de 2020, cuando el comercio mundial trataba de recuperar su normalidad tras el parón sufrido por el confinamiento. Al alterar la pandemia el flujo del comercio, cuando la mayor parte de los países aumentan a la vez el consumo, los puertos, los trenes y los aviones echan el bofe. Estos cuellos de botella reabren dilemas que parecían superados, como el de la deslocalización de las fábricas en busca de género de bajo coste, o la hiperespecialización que logra que la fabricación de bienes sea cada vez más difícil de ubicar, ya que los componentes llegan de sitios muy lejanos (los botones, las cremalleras, la tela, el ensamblaje, etcétera).

La falta de suministros se extiende como una mancha de aceite y amenaza con lastrar la fase de recuperación.

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