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Ideas
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hombres, mujeres: qué poco sabemos del amor

Una autora instruida que escribe sobre el sentimiento romántico sigue siendo sospechosa, señala la activista bell hooks en su último ensayo. Quizá porque lo que dice amenaza la visión masculina dominante

bell hooks
Una pareja en un parque de Londres, este 24 de febrero.
Una pareja en un parque de Londres, este 24 de febrero.NEIL HALL (EFE)

Siempre que hablo del tema del amor con alguna persona de mi generación se pone nerviosa o tuerce el gesto, sobre todo cuando abordo la falta de amor. Con mis amigos he charlado muchas veces sobre ello, y más de uno me ha sugerido que consulte a un terapeuta. A mí me parece que algunos se han hartado de mi insistencia en el tema y, seguramente, creen que si hablara con un especialista les daría un respiro. Sin embargo, la mayoría de la gente tiene miedo de lo que pueda salir cuando se explora el significado del amor en la vida cotidiana. Cuando una mujer soltera de cuarenta años plantea la cuestión del amor, la primera suposición, derivada de una forma de pensar sexista, es que está “desesperada” por encontrar un hombre. Nadie cree que tenga un apasionado interés intelectual en el asunto. Nadie percibe su esfuerzo por entender el significado metafísico del amor en la vida cotidiana como el fruto de un compromiso filosófico riguroso (…)

En la cultura popular, el amor es un campo abonado por la fantasía. Quizá por eso la especulación teórica sobre el amor ha estado durante mucho tiempo dominada por los hombres; la fantasía ha sido siempre su terreno, tanto en la esfera de la producción cultural como en la vida cotidiana. La fantasía masculina es vista como capaz de crear una nueva realidad, mientras que la fantasía femenina se considera pura evasión. De ahí que la novela romántica siga siendo el único ámbito en el que las mujeres hablan de amor con cierto grado de autoridad. En cambio, cuando los hombres se apropian del género sentimental, su trabajo recibe mucho más reconocimiento que el de las mujeres. Uno de los ejemplos más significativos de ello es una novela como Los puentes de Madison. Si hubiera sido una mujer la que hubiera escrito esta sentimental y superficial historia de amor (en la que, sin embargo, no faltan los elementos emotivos), dudo mucho que hubiera podido convertirse en un éxito tan clamoroso y traspasar los límites tradicionales del género como lo hizo.

Por supuesto, el público que consume libros de amor es mayoritariamente femenino. Sin embargo, el sexismo masculino no basta para explicar por qué hay tan pocos libros de amor —y sobre el amor— escritos por mujeres. Podría decirse que las mujeres están ansiosas por escuchar lo que los hombres tienen que decir sobre el sentimiento amoroso. Una perspectiva sexista puede hacer que una mujer considere que ya sabe lo que va a decirle otra mujer. Es posible que tal lectora piense que puede obtener mucho más leyendo lo que los hombres escriben sobre el tema.

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De joven, cuando leía algún libro sobre el amor, no paraba mientes en el género del autor. Como lo que quería era entender de qué hablamos cuando hablamos de amor, lo consideraba un detalle insignificante. Pero cuando me puse a pensar seriamente en el asunto y a escribir sobre él, empecé a preguntarme si había alguna diferencia entre escritores y escritoras. Revisando la literatura sobre el amor, me di cuenta de que son muy pocos los escritores, sean hombres o mujeres, que hablan de la influencia ejercida por el patriarcado y de cómo la dominación masculina sobre las mujeres y los niños es un obstáculo para el amor. Crear amor, de John Bradshaw, es uno de mis libros favoritos. El autor tiene el arrojo de establecer un vínculo entre la supremacía masculina (la institucionalización del patriarcado) y la falta de amor en las familias. Bradshaw, famoso por su obra sobre el “niño interior” —según la cual toda persona lleva en su interior el niño que ha sido—, está convencido de que el fin del patriarcado será un paso importante en el camino del amor. Pero su libro no ha recibido la misma atención y reconocimiento que las obras de otros hombres que escriben sobre el mismo tema sin cuestionar la definición sexista de los roles de género.

Si queremos crear una cultura del amor, debemos realizar cambios profundos en nuestra manera de pensar y de actuar. Los hombres que escriben sobre el amor siempre aseguran que lo han recibido, y hablan desde esa posición, que les da lo que llaman “autoridad”. Las mujeres hablan muy a menudo desde una posición de carencia, desde la posición de quienes no han recibido el amor que deseaban. En la actualidad, una mujer que habla de amor sigue siendo sospechosa. Quizá porque todo lo que una mujer instruida puede decir sobre el tema constituye una amenaza y un desafío directo a las visiones ofrecidas por los hombres (…)

Muchos de los ensayos de autoayuda sobre el amor escritos en los últimos tiempos por autores de género masculino —desde Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus hasta Amar y despertar de John Welwood— adoptan una perspectiva feminista sobre los roles de género; pero, al final, los autores siguen aferrados a unos sistemas conceptuales que sugieren la existencia de diferencias inherentes y profundas entre hombres y mujeres. Sin embargo, todas las pruebas que obran en nuestro poder indican que, si bien es cierto que la perspectiva masculina a menudo difiere de la femenina, estas divergencias se deben a características aprendidas, no a rasgos innatos o “naturales”. Si fuera cierto que los hombres y las mujeres son opuestos absolutos que habitan universos emocionales diferentes, los hombres nunca se habrían convertido en la autoridad suprema sobre el amor. Dados los estereotipos de género que atribuyen los sentimientos y la emocionalidad a las mujeres y la racionalidad y la ausencia de emoción a los hombres, los “hombres de verdad” no entablarían jamás un diálogo sobre el amor.

Aunque se considera a los hombres como las “autoridades” reconocidas en el asunto, son muy pocos los que se expresan sin reservas, diciendo claramente lo que piensan sobre el amor. La verdad es que, en la vida cotidiana, tanto hombres como mujeres hablan relativamente poco de ello. El silencio nos protege de la incertidumbre. Queremos saber qué es el amor, pero tememos que el deseo de conocerlo en profundidad nos acerque cada vez más al abismo de su carencia (…) Queremos saber lo que significa amar, lo que podemos hacer en nuestra vida cotidiana para amar y ser amados. Queremos saber cómo convencer a los incrédulos para que abran las puertas de su corazón y dejen entrar el amor. Pero la intensidad de este deseo no afecta a la inseguridad de nuestra sociedad sobre el sentimiento amoroso. Todo el mundo asegura que el amor es importante, pero nos bombardean por doquier con muestras de su fracaso (…)

Otra fuerza impulsora que hallamos en EEUU es la obsesión sexual. No hay ningún aspecto de la sexualidad que no sea estudiado, discutido, demostrado. Hay cursos de introducción a cualquier dimensión de la sexualidad, incluso a la masturbación. Pero no hay escuelas de amor. Se da por sentado que todo el mundo sabe instintivamente cómo amar. Y seguimos considerando que la familia es la primera escuela de amor, aunque todo parece contradecir dicha asunción. Los que no aprenden a amar en la familia también esperan conocer el amor romántico. Pero el amor a menudo se nos escapa, y, de hecho, nos pasamos toda la vida tratando de borrar el daño causado por la crueldad, el abandono y las diversas formas de falta de amor que se experimentan en la familia de origen y en las relaciones sentimentales en las que no sabemos cómo actuar.

Solo el amor puede curar las heridas del pasado; sin embargo, a menudo esas heridas son tan profundas que uno acaba echando el cerrojo al corazón, y parecemos incapaces de dar amor o de aceptar el que se nos da. Para abrir el corazón al poder del amor, para recibir su gracia, debemos tener el valor de admitir que sabemos muy poco sobre el tema, tanto en la teoría como en la práctica.

bell hooks (seudónimo de Gloria Jean Watkins, siempre escrito en minúsculas) es escritora y activista, autora de ‘¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo’ y ‘Revolutionary parenting’ (Crianza revolucionaria). Este texto es un extracto de su libro ‘Todo sobre el amor’, que Paidós publica este 3 de marzo.


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