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Teresa Caldeira: “Una red de transporte público es fundamental para la democracia”

Antropóloga y pen­sadora urbana, esta experta en la ciudad de São Paulo reflexiona sobre la capacidad para adaptarse a la pandemia que han mostrado los habitantes de muchas periferias

Miguel Ángel Medina
Teresa Caldeira en una imagen de archivo de 2015.
Teresa Caldeira en una imagen de archivo de 2015.Miquel Taverna

El confinamiento frente al coronavirus no se vive igual en un piso amplio de San Francisco que en una minúscula vivienda de una favela de Brasil. Eso lo sabe bien Teresa Caldeira (Baltimore, 1954), una pensadora urbana que pasó sus 30 primeros años en São Paulo y que ahora sigue investigando la transformación social de esa ciudad desde la Universidad de California en Berkeley, que la premió en 2012 con el Faculty Mentor Award, un reconocimiento a los profesores más valorados. “En la periferia hay emergencias constantes y el virus es una más”, explica la antropóloga, autora de varios libros, entre ellos Ciudad de muros (Gedisa, 2007), que ganó el Senior Book Prize. Tras impartir una charla en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, la catedrática reflexiona al teléfono desde Berkeley sobre la capacidad para adaptarse a los cambios de los habitantes de las periferias.

PREGUNTA. ¿Por qué el confinamiento es diferente en dos ciudades como San Francisco y São Paulo?

RESPUESTA. En San Francisco casi todo el mundo ha respetado el confinamiento. En las ciudades del sur global, como São Paulo, ha sido muy distinto. La mayoría vive en espacios densamente poblados, en casas pequeñas, y no tiene posibilidad de aislarse. Sobreviven de la economía informal, no pueden quedarse en casa.

P. ¿Las medidas contra el coronavirus son iguales para todos?

R. Están pensadas para quien tiene una casa y puede aislarse, lavarse las manos cada hora, trabajar por Internet… Esa política no se puede aplicar en las ciudades del sur global. Los inmigrantes de la India caminaron durante días para irse a otro lugar porque sabían que en el confinamiento no podrían sobrevivir. Muchas comunidades de estas áreas han buscado modelos alternativos frente al coronavirus por su cuenta.

P. ¿Por ejemplo?

R. En la favela de Paraisópolis, en São Paulo, pensaron en la prevención de una manera distinta. Allí uno no puede decirle a una familia que vive en un espacio pequeño que se tiene que aislar. Lo que hicieron los vecinos fue pensar como una unidad: nadie estaba confinado, la gente siguió moviéndose, pero crearon un sistema para saber dónde estaban los casos. Había un representante para cada calle que preguntaba a todos los vecinos. Cuando identificaban un caso lo mandaban al sistema de salud. También aislaron a infectados y a gente mayor en escuelas, que estaban vacías, y tanto el cuidado como la comida la hizo gente del barrio. Generaron empleo local, aislaron a la gente y monitorizaron el barrio. Pensaron en soluciones más allá de las oficiales. Los índices de contagios allí, con 70.000 habitantes, son mucho más bajos que en otras áreas de la ciudad.

“En las favelas han buscado modelos alternativos frente al coronavirus, pensando soluciones más allá de las oficiales”

P. ¿El virus ha mostrado la desigualdad de las ciudades?

R. São Paulo es una de las ciudades más desiguales del mundo, pero ahora resulta palpable incluso para quienes no querían pensar en ello. La desigualdad no ha aumentado, pero se ha visto de forma más evidente.

P. ¿Esto ocurre solo en las urbes del sur?

R. No. Las urbes del norte son desiguales, pero de otra manera. En EE UU la pandemia coincidió con la oleada de protestas contra el racismo que ha llevado a la conciencia pública la inmensa desigualdad racial del país. La muerte de George Floyd por asfixia es como una metáfora de la pandemia: repitió diez veces “no puedo respirar” en un momento en que miles de personas morían por no poder respirar. Fue una situación poderosa que generó un cambio. Y también ha habido un cambio en Brasil sobre la evidencia de la desigualdad, aunque Bolsonaro lo ignora.

P. ¿Es una ciudad democrática si tiene grandes diferencias entre los barrios ricos y pobres?

R. La democracia convive con la desigualdad. No creo que se pueda decir que la democracia produce igualdad, pero creo que sí ofrece más condiciones para que los movimientos sociales traten de reducir la desigualdad. Es más fácil intentar luchar contra la desigualdad con una democracia que con un régimen autoritario.

P. ¿Las ciudades están diseñadas para las mujeres?

R. Nunca lo han estado. Siempre mantuvieron una situación ambigua con el espacio público de la ciudad moderna. Son acosadas y no tienen las mismas posibilidades para moverse. En el metro de Río de Janeiro hay vagones solo para ellas.

P. ¿Qué cambios urbanísticos impulsan las mujeres?

R. Hay una generación joven de mujeres en las periferias que ha descubierto el feminismo y que está muy involucrada en movimientos como el MeToo. Están dispuestas a crear otro tipo de vida. En Brasil, las mujeres han cambiado inmensamente sus vidas en unas décadas. Si uno mira los hogares, ve que las familias nucleares —padre y madre con niños— suponen menos del 50%. Hay muchas mujeres que prefieren tener hijos solas antes de formar una pareja. Una de las razones es que hay mucha violencia machista en el hogar. En algunas zonas de la periferia de São Paulo, el 60% de las mujeres que tienen hijos no viven con el padre de su hijo. Es un tema de la cultura popular urbana. Y la reacción se vio en quienes apoyan a Bolsonaro: es una masculinidad que se siente atacada y reacciona de manera violenta.

P. ¿Cómo afecta a una ciudad la carencia de una red de transporte público?

R. Es fundamental para un espacio público democrático. EE UU tiene muchas ciudades sin transporte público, los suburbios no lo tienen… Aunque existe un movimiento para construir alternativas: San Francisco, por ejemplo, ha cerrado a los coches parte de Market Street, una avenida principal, para que solo la usen bicis y autobuses.

P. ¿El coronavirus cambiará las ciudades para mejor?

R. No sé cómo van a cambiar las ciudades; habrá cambios importantes, pero no me atrevo a decir cómo van a pasar. Es importante que la gente se ponga a pensar en alternativas. No porque la ciudad sea así tiene que seguir siéndolo. ¿Cómo hacemos São Paulo menos desigual? ¿Qué podemos hacer para que la periferia de la ciudad se convierta en un espacio de vida alternativa? Si la periferia se organiza, puede ser incluso más interesante que los barrios del centro. Hay que estar abierto a propuestas.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Medina
Escribe sobre medio ambiente, movilidad —es un apasionado de la bicicleta—, consumo y urbanismo, entre otros temas. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, ha publicado el libro ‘Madrid, preguntas y respuestas. 75 historias para descubrir la capital’. 

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