Adam Kucharski: “Al virus le interesa cómo nos comportamos ahora”
Adam Kucharski (Bath, 1986) es profesor asociado de la London School of Hygiene and Tropical Medicine (Escuela de Londres de Higiene y Medicina Tropical). Británico, trabaja en análisis y modelos matemáticos de estallidos de enfermedades infecciosas. Escribió el libro Las reglas del contagio. Cómo surgen, se propagan y desparecen las epidemias (Ed. Capitán Swing) antes de que la covid-19 apareciera en nuestras vidas y desde entonces se ha dedicado a fondo a estudiar su expansión. Había estudiado antes otras infecciones como las de la gripe, el ébola, el dengue o el zika. Los modelos matemáticos, defiende, ponen orden a nuestro conocimiento, y las reglas y principios que explican una epidemia son aplicadas por los bancos centrales, para comprender mejor los mercados financieros, o por los gobiernos, para controlar un estallido social.
PREGUNTA. ¿Vamos a volver a una situación tan grave como la de marzo, con confinamientos drásticos?
RESPUESTA. Es poco probable que veamos a algún país regresando a la situación que hubo a principios del pasado mes de marzo. La gente es ya muy consciente de la realidad del virus, y se va a comportar de un modo diferente. Un montón de países han desarrollado sistemas de control y rastreo. Incluso si llega una segunda ola no será necesariamente una repetición de la primera, porque ya están activas nuevas medidas de respuesta. Aún así estamos viendo lugares como Hong Kong, habituados ya de antes al uso de mascarillas y con un buen sistema de rastreo, donde se está produciendo un aumento de la transmisión. Por lo tanto, ese tipo de prevenciones por sí mismas no garantizan que no vayamos a tener una segunda ola, aunque contribuyan a reducir su velocidad.
P. Los modelos matemáticos aplicados a la pandemia no han estado exentos de crítica, por exagerados o especulativos.
R. Los modelos matemáticos son útiles para ordenar el conocimiento que tenemos sobre algo concreto, y para ordenar las consecuencias de diferentes escenarios. En una situación en la que tienes una infección de gravedad elevada, las predicciones que se han realizado han sido bastante consistentes respecto a los datos de que disponíamos. En el caso de España, por ejemplo, las pruebas serológicas sugieren que aproximadamente un 5% de la población ha desarrollado anticuerpos. Si el estallido hubiera avanzado de un modo descontrolado, la proporción de personas contagiadas habría sido prácticamente del 50%. Si el número de infecciones se multiplica por diez, es verosímil considerar que el número de muertes hubiera sido también diez veces superior.
P. Pero esas proyecciones tan asépticas llevaron a los científicos británicos a buscar en un principio la polémica “inmunidad de grupo”.
R. Con este tipo de patógenos, la inmunidad de grupo es el resultado final si no eres capaz de contenerlo. Hipotéticamente, si te enfrentas a un virus como era el SARS, lo contienes, como se hizo entonces, y ahí acaba todo. En los países que no han sido capaces de controlar el coronavirus, lo lógico es que acaben desarrollando algún tipo de inmunidad de grupo, y será algo que les ayude a combatir la enfermedad. Pero la idea de que uno puede manipular el estallido para alcanzar ese resultado es bastante ambiciosa. Y sobre todo, si no estableces ningún sistema de control, tus sistemas sanitarios acaban desbordados fácilmente, como hemos visto en varios países. Si pretendes conseguir inmunidad de grupo en el plazo de un mes, tu sistema de salud se derrumbará. El único modo de alcanzar eso sería a través de una propagación muy lenta de la pandemia, un ensayo similar al llevado a cabo en Suecia. Aun así, necesitas por lo menos el plazo de un año, y seguirá siendo necesario mientras tanto aplicar algunas medidas de restricción. Así que creo que era más bien una conclusión potencial que un objetivo previo.
P. Usted también era de los que decían que nada sería igual después de esta pandemia. A veces, sin embargo, parece que no hayamos aprendido nada.
R. Todavía recuerdo cuando, al principio de todo esto, solía decir a la gente que nuestras vidas iban a cambiar, al menos para el próximo año. Ahora hemos reducido considerablemente la transmisión y enseguida hemos vuelto a la rutina de siempre. Y al virus le da igual lo bien que nos iba hace unos meses. Solo le preocupa cómo nos estemos comportando en este momento. Necesitamos aprender de un modo muy rápido de todo lo que ha ocurrido. No es conveniente acabar en la situación en la que se encuentran algunos países, donde han comenzado a aprender de su segunda o tercera ola. ¿Cuántas olas y confinamientos necesitas sufrir hasta que comienzas a cambiar tu estrategia?
Es poco probable que veamos a algún país regresando a la situación que hubo a principios del pasado mes de marzo
P. El problema esté quizás en que la sociedad y los políticos siguen reclamando la respuesta definitiva a los científicos.
R. El virus no se ha ido a ninguna parte, y las medidas de que disponemos deberán seguir en vigor al menos durante un año o dos, dependiendo de la disponibilidad de la vacuna. Creo que todavía no hemos respondido a la pregunta de cuál es el mejor equilibrio posible entre el sacrificio y la asunción de riesgos. Ni siquiera hablaría de la mejor opción, sino más bien de la menos mala de las opciones. Porque todos los escenarios tienen enormes consecuencias negativas. No es una cuestión que deban responder únicamente los epidemiólogos sino toda la sociedad en su conjunto. Debemos decidir cómo queremos vivir en los próximos uno o dos años.
P. Siempre he pensado que cuando en los mercados se habla de contagio o epidemia se hace en sentido metafórico.
R. Durante un breve tiempo trabajé en un banco de inversión con sede en Londres. A medida que comencé a investigar y a hablar con otras personas, me di cuenta de que era sorprendente el modo en que los bancos centrales utilizaban todas estas ideas. Los métodos que se utilizan para intentar reducir riesgos en el sistema financiero provienen de hallazgos en el campo de la epidemiología. Por ejemplo, el hecho de que algunos bancos son más importantes que otros en esa red, porque son “supertransmisores” capaces de provocar grandes acontecimientos.
P. No es extraño que algunos científicos acaben trabajando para grandes bancos.
R. George Sugihara, por ejemplo, estaba volcado en el campo de la ecología. Trabajaba sobre la dinámica de los grandes bancos de peces y sus ecosistemas. Acabó en el Deustche Bank, para estudiar las interacciones concretas entre ecosistemas financieros. Intentaba identificar las pautas de conducta que provocan el miedo, o las reacciones exageradas en los mercados. Y tuvo mucho éxito.
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