Juan Diego Botto: “No hay nadie que se dedique a esta profesión que no haya ganado un Oscar o un Goya en la ducha”
Seis nominaciones a los Goya y ninguna victoria le han valido a Juan Diego Botto ser una de las estrellas de la última edición de los Yago, la cara B de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Se ha llevado el galardón en la categoría de ‘Nominado no Ganador’. Hablamos con él de perdedores, pandemias, exilio y política
Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1979) es la constatación de aquello que toda madre entiende como un buen yerno: educado, guapo, estudiado y con estilo. Para esa generación que asistió al despertar del guaperas argentino en la pantalla grande, no hay mascarilla capaz de disimular su media sonrisa, casi fruncida, de la que brota ese acento indefinido, que bien recuerda al imberbe argentino de Martín Hache (1997) o al niño bien madrileño inmortalizado en el personaje de Carlos, en Historias del Kronen, y que le valió la primera nominación a los Goya como Actor Revelación en 1995.
Ni su popularidad, ni la responsabilidad de habitar los sueños húmedos de sus fans, impidieron que la carrera cinematográfica y teatral de este hijo y hermano de actores se revistiera, sin prisa pero sin pausa, de nominaciones, premios, aplausos y la gracia de la crítica.
El mediano de los tres hijos de Cristina Rota recibió, el pasado lunes, el reconocimiento a todo ese periplo profesional trufado de casi todas las grandes aspiraciones de un actor español. Casi: sus seis nominaciones a los Premios Goya se quedaron huérfanas de su discurso de agradecimiento. Tal vez por eso, y porque su trabajo en Los Europeos, de Víctor García León, no pasó desapercibido en este extraño año de cine, el jurado de la séptima edición de los Premios Yago –patrocinados de nuevo por la ginebra Hendrick’s–, ‘la repesca del cine español’ que el actor y periodista Santiago Alverú puso en marcha en 2015, le concedió esos minutos de ‘Bravo Botto’. A lo que él respondió con humildad y sentido del humor el recoger su galardón ‘Impepinable’: “Es un privilegio estar en este maravilloso encuentro de perdedores, es un orgullo estar con compañeras y compañeros perdedores. Nos reconocemos en la mirada”.
PREGUNTA. Así, en general, ¿para qué sirven los premios?
RESPUESTA. Es la satisfacción de que un trabajo ha sido valorado por los compañeros de profesión, en este caso por la crítica. Es un gesto bonito eso de festejar nuestros trabajos en el mundo del cine y del teatro. No deja de ser una palmadita en el ego
P. ¿Ha ensayado alguna vez el discurso de agradecimiento?
R. Creo que no hay nadie que se dedique a esta profesión que no haya ganado un Oscar o un Goya en la ducha de su casa. Desde que soy pequeño, he fantaseado con ese discurso dedicado con el bote de champú a modo de micrófono.
P. ¿Y se parece al que ha dado en los Yago?
R. La verdad es que no he pensado este discurso.
P. No en los Goya, sí en los Yago, ¿qué emociones le despierta este premio?
R. Me hace ilusión porque conozco y valoro el criterio de los miembros de este jurado. Y eso, para mí, es lo que dota de afecto este galardón.
P. Parece que este palmarés viene a reivindicar la cara B de los Goya, ¿cómo lo ve?
R. Tiene su gracia. Al fin y al cabo, no deja de ser un premio de perdedores (ríe). Y hay algo especial en aceptarse en ese rol. La historia del cine está pavimentada sobre la leyenda romántica del perdedor eterno. Creo que el máximo exponente sería Rick (Blaine), encarnado por Humphrey Bogart en Casablanca. Entrar en ese relato no está nada mal.
P. Ángela Molina optó a los Goya en cinco ocasiones y se lo dieron finalmente a toda una carrera. En su caso, estar nominado a los Goya en seis ocasiones, ¿qué significa? ¿Seis victorias o seis decepciones?
R. Fundamentalmente, seis emociones distintas. Son muchas las películas que se hacen en un año y son muy pocas las nominadas. Si lo miras así, haber estado nominado en seis veces entre esos pocos trabajos compartidos con los compañeros de industria, indudablemente son seis alegrías.
P. Pandemia obliga, ¿qué piensa de la cultura después de un año de restricciones?
R. No nos queda otra que adaptarnos a la triste realidad. Tenemos que poner nuestro grano de arena cumpliendo esa normativa para intentar acabar con esto lo antes posible. Es triste ver los teatros y cines casi vacíos. Lo deseable es que el proceso de vacunación se acelere y así ayudar a levantarse a una industria que es muy frágil. En una de las últimas encuestas de AISGE, daban un dato aterrador: el 97% de las actrices y actores están en paro.
P. Sea franco, ¿qué es lo que más echa en falta de la era pre-Covid?
R. Podrá parecer un lugar común, pero lo que más echo de menos es abrazar a mi madre. Necesito la sensación de estrujarla entre mis brazos.
P. Si tuviera un altavoz, ¿qué le reclamaría a los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid?
R. Mira, una vez le preguntaron a mi querido Federico García Lorca sobre la situación política y respondió: “Yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Los que nada tienen y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. Yo creo que Madrid se ha gobernado demasiado para los que tienen mucho. Llevamos mucho tiempo dejando atrás a “los que nada tienen y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. Reclamo que luchen por una sanidad pública de calidad, una educación pública digna y por una vivienda accesible para todos.
P. De las propuestas electorales, ¿cuál le pone y cuál le da terror?
R. Las que más miedo me provocan son las campañas machistas, retrógradas y xenófobas. Y están muy presentes. Las que más me ponen son las que defienden una inversión importante en lo público.
P. ¿Qué ha pesado más en su trayectoria profesional? ¿Ser el hijo de la gran maestra de una brillante cantera de actrices y actores o esa sensación de desarraigo o de melancolía que le procuró el exilio y la pérdida de un padre?
R. Ambos sentimientos están presentes en mí. He tenido la inmensa suerte de tener como madre a una gran maestra de actores. Todo lo que sé, de la vida y de la profesión, me lo ha mostrado ella. El desarraigo del exilio de Argentina y la desaparición de mi padre me ha conformado como ser humano.
P. Como miembro de una familia de actores, ¿qué opinión tiene de aquellos que ganaron un Goya sin tener ninguna formación como intérpretes?
R. Creo que la historia del cine está repleta de excelentes trabajos de compañeros que nunca pisaron una escuela de interpretación. Hay veces que los personajes te caen como un guante, que sabes cómo son desde el principio y salen naturalmente. Lo difícil no es un trabajo memorable. Lo complicado es mantenerte a lo largo de los años sin formación.
P. ¿Qué le diría a su hija si un día le ruega cambiarse de género?
R. No tendría que rogarme. Si me explica que esa no es su identidad, la apoyaría incondicionalmente.
P. En su próxima película va a dirigir a Penélope Cruz y a Luis Tosar, ¿qué valor le aporta un actor al oficio de director de cine?
R. Te contaré cuando termine. Pero creo que los intérpretes entendemos, por que lo hemos vivido, los tránsitos emocionales por los que pasa el actor. Quizá por ello es más fácil encontrar las palabras para explicarle a un igual que es lo que quieres de ella o de él. Al fin y al cabo, dirigir es ponerse de acuerdo.
P. ¿Cómo hace para convivir con las redes sociales sin que afecte a su privacidad?
R. En las redes, además de opiniones, intereses e inquietudes, hay interacciones. Incluso con conocidos, que sólo se dan en las redes sociales.
P. Hablemos de periodismo, ¿cuál ha sido la mejor y la peor pregunta que le han hecho?
R. La peor fue cuando me entrevistaron pensando que era Gabino Diego. La mejor de un periodista no la recuerdo. La mejor pregunta de mi vida sí: “¿Quieres tener una hija conmigo?”.
P. ¿Cuál se haría a usted mismo?
R. ¿Soy quién quiero ser?
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