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Juan Diego Botto ante el dilema de su fichaje por un partido: "De momento, no"

El actor, que revela que le han tentado, se muestra contundente: "Para nuestra generación ha sido la gran estafa"

El actor, fotografiado para ICON en el restaurante madrileño Punk Bach, con traje a cuadros Hackett, camisa de algodón Hence y cinturón de ante Caramelo.
El actor, fotografiado para ICON en el restaurante madrileño Punk Bach, con traje a cuadros Hackett, camisa de algodón Hence y cinturón de ante Caramelo.Ximena Garrigues & Sergio Moya

Una mañana de 2012. Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) y un ser anónimo coinciden en un semáforo. Él, amarrado a su hija, pregunta: “¿Qué tal?”. El anónimo, aferrado a su bici, responde que “bien”, antes de ser sepultado con la réplica del actor: “Le preguntaba a mi hija”. Pues mire, aquel ser anónimo era esta redactora. Y en ese momento, la lógica de lo factible hizo razonable pensar que él había reconocido tras unas gafas de sol y un casco ciclista a la muchacha que le había entrevistado diez años atrás. Hoy, en nuestro tercer encuentro, me presento sin casco y él, protagonista de Hablar, la última cinta de Joaquín Oristrell, sin hija.

¿Para cada edad hay una cosa?

Hay que encontrar en cada momento lo que corresponde, lo que sale del corazón, y no tratar de habitar esa eterna juventud en la que parece que reside la felicidad. Cumplir años supone darse más hostias, enamorarse más veces, recibir más alegrías… A los 40, ya has transitado muchos caminos.

Ir a una manifa y que suene Sabina o Mercedes Sosa, a los que amo, no deja de remitir a la iconografía de siempre”

Interpretó a dos iconos como Martín Hache y el Carlos de Historias del Kronen. ¿Qué ha sido de esa generación?

No lo hemos hecho tan mal. Todas las generaciones a esa edad viven un proceso de “no sé cuál es mi lugar en el mundo”. Cada equis tiempo hay una película generacional, desde Rebelde sin causa a La dolce vita, siempre con el discurso de “la gente está más perdida que nunca”. También es cierto que somos la primera generación educada en democracia. Se esperaban ciertas cosas de nosotros, se suponía que íbamos a tener trabajos cojonudos… Y todo eso ha explotado por los aires. Aunque el reajuste lo ha vivido toda la sociedad, para nuestra generación ha sido la gran estafa.

¿Le ilusiona la posibilidad de un cambio?

Botto viste pantalón de pinzas Tommy Hilfiger, jersey de cuello cisne Emidio Tucci, cinturón de ante Caramelo y zapatos Tod’s.
Botto viste pantalón de pinzas Tommy Hilfiger, jersey de cuello cisne Emidio Tucci, cinturón de ante Caramelo y zapatos Tod’s.Ximena Garrigues y Sergio Moya

Creo que es necesario. Algo tenía que pasar tras una crisis tan severa como la que explotó en 2008. El 15M trajo una reflexión profunda, incluso la aparición de nuevos partidos. El hecho de que estemos viviendo cosas insólitas, como que Ada Colau, una activista antidesahucios, sea la alcaldesa de Barcelona, o que una juez que no viene de un partido tradicional sea la de Madrid, hace que la posibilidad del cambio sea real.

Imagino que le habrán tentado, ¿no?

Por supuesto, pero lo de hacer política lo entiendo de una forma muy amplia. Se hace política yendo a manis, asambleas, incluso el arte es una forma de activismo. En ese sentido, contribuyo y hago política. Pero, de momento, no tengo interés en estar vinculado a un partido.

 

¿No cree que los referentes estéticos y culturales de esta nueva izquierda están algo trasnochados?

Es verdad que hay algo en lo estético que puede vincularla con una sensación de izquierda inmovilista, viejuna, tradicional, institucional, que ha gobernado y no ha logrado cambios. Ir a una manifa y que suene Sabina o Mercedes Sosa, a los que yo amo, no deja de remitir a la iconografía de siempre. Hay muchos referentes de los últimos 15 años que sería importante incorporar a este cambio.

Usted cree que toda elección es política. ¿Se puede ser coherente en una sociedad occidental siendo varón, blanco y acomodado?

No es fácil ser coherente siendo ser humano. El ser humano es caótico, contradictorio y profundamente imperfecto. Vivimos en una sociedad donde todo está supeditado al dinero. Eso genera una cultura del éxito dolorosa y dañina. Ganar es lo único que importa. Eres en función de lo que consigues, y ahí reside tu identidad. Es difícil mantener la coherencia si tienes ideas contrarias a la construcción de ese sistema, pero hay un enorme felicidad en pelear por ello.

Vuelve a las tablas con Clara Bow, dirigida por Secun de la Rosa y que forma parte de la Tanqueray Stage (en Palacio Duarte Pinto Coelho, Madrid). ¿Ha sustituido el mecenazgo privado a la iniciativa pública?

Es evidente que hay una dejación de responsabilidades por parte de lo público. La cultura no es precisamente un sector que ahora abanderen nuestras instituciones, aunque curiosamente somos una potencia cultural y eso es algo que se ignora. Ese espacio abandonado por lo público lo están ocupando marcas: se sigue teniendo ganas de hacer cosas y se busca donde haya facilidades.

También protagoniza la serie Good Behavior, TNT. ¿Cómo es rodar en Estados Unidos?

La pasta es la única diferencia. El tiempo en cine es dinero. Y no es lo mismo tener 24 semanas para hacer una película que ocho.

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