La retirada forzosa de Scott Rudin, el jefe tirano de la industria del entretenimiento
Tras la publicación de un incendiario reportaje en ‘The Hollywood Reporter’, el exitoso productor, ganador de un Oscar, un Grammy, un Emmy y un Tony, ha decidido retirarse temporalmente. Pero todos los grandes de la industria ya sabían qué clase de persona era
Tanto en Hollywood como en Broadway se tenía constancia de que el todopoderoso productor de cine, teatro y televisión Scott Rudin era un jefe arrogante y tóxico de puertas adentro. Tirando de hemeroteca, la mala fama del artífice de títulos históricos como El Show de Truman, La red social, Sister Act, Fuera de onda, No es país para viejos, Zoolander, El Gran Hotel Budapest o Lady Bird estaba más que documentada. Ya en 1998, la revista Fortune publicó un artículo que evidenciaba su explosivo temperamento: no solo tenía el hábito de lanzar el teléfono a sus empleados –que trabajaban 16 horas al día de lunes a domingo–, sino que además abusaba verbalmente de ellos. “Ha despedido a gente por traerle el pastel equivocado, por pronunciar mal un nombre y, al menos en un caso, por tener que asistir a un funeral”, agregó por su parte Page Six en 2014. El retrato de este hombre de 62 años, sin duda, siempre ha sido más cercano al de un sociópata que al de un empresario que goza del estatus de ganador del EGOT, como se denomina a la obtención de los cuatro premios más importantes del entretenimiento: un Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony. Es algo reservado a un puñado de artistas o productores –solo hay 16 personas que lo han logrado– y él es una de ellas.
Durante cerca de cuatro décadas se creyó intocable. Al menos, judicialmente. Sin embargo, todo cambió este 7 de abril cuando The Hollywood Reporter sacó a la luz un demoledor reportaje en el que varios de sus extrabajadores narraban algunos de los capítulos más aterradores vividos en su despacho. Por ejemplo: el 31 de octubre de 2012, Rudin rompió el monitor de un ordenador Apple en la mano de uno de sus asistentes. El motivo: no pudo conseguirle un billete de avión porque el vuelo que quería se había quedado sin plazas. “Todos estábamos conmocionados porque no sabíamos que ese tipo de cosas podían ocurrir en esa oficina. Sabíamos que podían pasar muchas cosas. Había tipos que dormían ahí, a los que se les caía el pelo y les salían úlceras. Era un ambiente muy tenso, pero eso era diferente. Era un nuevo nivel de desquiciamiento, un nivel de descontrol que nunca había visto antes en un lugar de trabajo”, confesó a la publicación Andrew Coles, un antiguo ejecutivo que fue testigo de la brutal escena.
Asimismo, el texto de The Hollywood Reporter recoge el testimonio de una mujer despedida por tener diabetes tipo 1. También se relata cómo en 2018 Rudin arrojó una patata asada a la cara de un miembro de su equipo porque no le había apuntado en la agenda que tenía una cita con la distribuidora A24. O el día que llamó “retrasado” y lanzó una grapadora a uno de los responsables de sus obras teatrales. Además, en esos párrafos se detalla que solía castigar a quienes abandonaban su puesto de trabajo eliminando todos sus logros de la base de datos de IMDb. O, incluso, que cuando una de sus subordinadas se fue a The Weinstein Company, escribió un mail a su enemigo Harvey Weinstein –era conocida la rivalidad entre ambos para llevarse los mejores proyectos y atesorar más nominaciones a los Oscar– para advertirle de que había contratado a una ladrona. Era una falacia, claro.
En 2005, en una pieza de The Wall Street Journal irónicamente titulada “Boss-Zilla!” (juego de palabras entre “jefe” y Godzilla), el propio Rudin presumía de haber despedido a 119 asistentes en cinco años. En eso mintió: muchos señalan que la cifra superaba con creces los 250. Curiosamente, el perfil de las personas que contrataba como ayudantes era similar: jóvenes de veintipocos, maleables y recién salidos de la universidad. La gran mayoría, ante aquellos incontrolables ataques de ira, aparcaron para siempre sus ansias de labrarse una carrera en la industria del entretenimiento. Ninguno osó demandarle por miedo a futuras represalias.
Hasta ahora, nada ni nadie había podido acabar con él. Y ha habido motivos. Por ejemplo, en diciembre de 2014, tras el sonado ciberataque que sufrió Sony, emergieron públicamente miles de correos electrónicos. En uno de ellos, dirigido a Amy Pascal, la que fuera presidenta de Sony Pictures Entertainment entre 2006 y 2015, Rudin bromeaba –al saber que Pascal iba a tener un encuentro con Obama– con que seguramente al presidente le encantarían películas como 12 Años de Esclavitud, Django desencadenado o Amistad: todas, con argumentos relacionados con la esclavitud. Sí, pidió perdón. Pero como el cómico Chris Rock afirmó poco después en una entrevista: “Scott Rudin no es racista. Scott Rudin odia a todo el mundo”.
El magnate, casado desde hace años con el agente de prensa John Barlow, se ha visto acorralado por primera vez. Sobre todo porque el Hollywood de la era #MeToo está reexaminando sus estructuras de poder y condenando cualquier tipo de abuso. El mutismo es cosa del pasado. Prueba de ello es que justo cuando The Hollywood Reporter lanzó esa bomba, la productora Megan Ellison, quien coincidió con él en Valor de Ley, recurrió a su cuenta de Twitter para escribir lo siguiente: “Este artículo apenas roza la superficie del comportamiento abusivo, racista y sexista de Scott. Como en el caso de Harvey, muchos tienen miedo de hablar. Apoyo y aplaudo a los que lo hicieron”.
Otro que se ha pronunciado es Hugh Jackman, el futuro protagonista del musical The Music Man, una producción de Rudin que el próximo año se reestrenará en Broadway. “Quiero decir cuánto respeto y aplaudo a las personas que han hablado de su experiencia. Hay que tener mucho valor y mucha fuerza para dar la cara y decir la verdad. Esto ha iniciado una conversación que debería haber tenido lugar hace mucho tiempo. No solo en Broadway y en la industria del entretenimiento, sino en cualquier plantilla”, expresó el actor en un comunicado. Hoy por hoy, ni los hermanos Coen (Rudin ganó su único Óscar por No es país para viejos) ni Wes Anderson, dos de sus mayores aliados en la taquilla, han querido entrar en la polémica.
Tal ha sido el alcance mediático de estas últimas informaciones que a Rudin no le ha quedado otra que claudicar. El 17 de abril aseveró en The Washignton Post que “tras un período de reflexión, he tomado la decisión de retirarme de la participación activa en nuestras producciones de Broadway, con efecto inmediato”. A su vez, apostilló: “Se ha escrito mucho sobre mi historial de interacciones problemáticas con colegas, y lamento profundamente el dolor que mi comportamiento les ha causado, directa e indirectamente. Estoy tomando ahora las medidas que debería haber tomado hace años para hacer frente a este comportamiento”. Tres días más tarde, en el mismo medio, añadió que también se retiraba de sus proyectos de cine y streaming. Lo que sigue siendo un misterio es cuánto tiempo permanecerá en la sombra.
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