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La Copa America de Vela: un espectáculo para Barcelona, una pesadilla para sus vecinos

El trofeo de vela, más antiguo, más relevante y posiblemente más fascinante del mundo llega a la capital catalana con mucha fanfarria, pero también ha provocado el recelo de muchos vecinos

El cartel 'Real Club de Barcelona' de 1902, litografía de Joan Llaverias.
El cartel 'Real Club de Barcelona' de 1902, litografía de Joan Llaverias.Getty Ima

Dentro de un autobús de la línea V19, en algún lugar entre Gràcia y La Barceloneta, varios turistas italianos se giran hacia dos hombres que acaban de subir. Van vestidos con ropa técnica, como si fueran a salir a navegar, y los turistas se les acercan porque han reconocido los emblemas del equipo de regatas para el que trabajan, al que se le acumulan los patrocinadores: Luna Rossa Prada Pirelli Team. Pero no habrá selfis ni autógrafos. No son regatistas, sino técnicos –un ingeniero y un diseñador de velas–, y sus compatriotas les desean suerte, pero se despiden de ellos un poco decepcionados. Ningún barcelonés ha reparado en la escena.

Si se combina la audiencia televisiva, el impacto económico y su historia, la Copa del América de vela es la tercera competición deportiva en importancia tras los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol. Es cierto que en Estados Unidos, Nueva Zelanda o Suiza es capaz de congregar multitudes y levantar pasiones. Pero todo parece indicar que Barcelona, al menos por lo que respecta a sus ciudadanos, la está recibiendo sin demasiado entusiasmo, quizá con pereza y un punto de conflicto. El Ayuntamiento está llevando a cabo una campaña de difusión y promoción muy intensa, que va a más según se acerca el jueves 22 de agosto (fecha del primer bocinazo de salida), pero decenas de asociaciones y colectivos se han organizado en la Plataforma No a la Copa del América porque, según explican, los preparativos para la celebración ya han intensificado muchos de los problemas (inmobiliarios, laborales, de escasez de recursos públicos…) que llevan años complicando sus vidas.

“Majestad, aquí no hay segundo”, es el lema que hoy adorna el merchandising oficial. Se dice que en 1851, la Reina Victoria, promotora del primer desafío, preguntó por los siguientes barcos cuando vio pasar desde el yate real a la goleta America en primer lugar. La ventaja del único competidor estadounidense era tanta que alguien, incapaz de avistar ninguno de los 14 veleros británicos, contestó, para disgusto de la reina: “Your Majesty, there is no second”. De acuerdo con los registros (que permiten reconstruir una regata bastante igualada), lo más probable es que aquella frase nunca fuera pronunciada y, sin embargo, ha pasado a la historia como resumen de una filosofía sobre el deporte que se propagó por Europa a mediados del siglo XIX. Esa que defendía que la sana competencia entre naciones, escenificada en eventos como este, constituiría el camino más seguro hacia el progreso tecnológico.

En 2024, los seis barcos que competirán por el trofeo internacional más antiguo todavía en disputa siguen siendo los veleros más veloces y sofisticados del mundo. Se trata de embarcaciones cuyo casco, gracias a foils o hidroalas, se eleva sobre las olas a partir de cierta velocidad, de manera que no flotan, sino que vuelan sobre el agua. También resulta sorprendente la presencia de seis ciclistas profesionales en cada tripulación de ocho miembros (es decir, tan solo hay dos navegantes a bordo), encargados de proporcionar la energía requerida por los sistemas hidráulicos de cada nave con el movimiento de sus piernas. Así que, junto a Barcelona, se enfrentarán seis veleros cargados de ciclistas, volando a más de 100 km/h y luchando para llevarse la Copa a Nueva Zelanda, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia o Suiza mediante un difícil sistema de eliminatorias.

En esta ocasión, los kiwis, es decir, el equipo neozelandés, actuales poseedores de la Copa, han sido desafiados por INEOS Britannia, un equipo reciente pero capitaneado por Sir Ben Aisley, posiblemente el mejor regatista olímpico de la historia. Una vez formalizado el desafío, los protocolos se siguen a rajatabla: el equipo defensor elige embarcación (los actuales AC75 ya se utilizaron en la pasada edición y se usarán en la siguiente; se trata de evitar situaciones como la de 2010, cuando solo dos equipos pudieron asumir el elevadísimo coste de desarrollo de las embarcaciones multicasco). También la sede: descartada Auckland tras una edición un poco deslucida, los neozelandeses consideraron Barcelona como la mejor opción. Entonces los clubes náuticos de todo el mundo deciden si sumarse al reto o no. Quienes siempre lo hacen son los miembros del Club de Yates de Nueva York, antiguo equipo BMW Oracle que en 2024 competirá, en la que será la 37 edición del torneo, bajo el nombre de American Magic Team. El club neoyorquino, siempre favorito, es el único que ha participado en todas las ediciones y posee un récord que abarca más de un siglo: encadenó 24 victorias consecutivas entre 1851 y 1983.

Para competir por la Copa, que se celebra cada cuatro años desde 2007, los cinco equipos que no están defendiendo el trofeo deberán disputar más de 20 match races por parejas. En Barcelona, los barcos se enfrentarán entre sí en sucesivos duelos, así que no veremos a la flota completa compitiendo simultáneamente. Es la llamada Louis Vuitton Cup, en la que habrá una primera fase de duelos que permitirá eliminar a un equipo, dos semifinales y la final. De ella saldrá el equipo que se enfrentará a los neozelandeses en octubre por, entonces sí, la verdadera Copa del América. Cada una de esas fases constará de varias salidas, con su correspondiente vuelta al recorrido de unos 20 minutos, y, en caso de estar igualadas, se alargarán como un partido de tenis.

El barco AC75 de Alinghi Red Bull Racing durante un entrenamiento frente a Barcelona.
El barco AC75 de Alinghi Red Bull Racing durante un entrenamiento frente a Barcelona.Associated Press

Por si todas las complejidades de la Copa del América fueran pocas, a ellas hay que sumarles las dificultades habituales a las que se enfrenta el espectador de cualquier regata. En primer lugar, en vela todo depende de una fuerza invisible, el viento, cuya dirección e intensidad puede variar en cuestión de minutos (o segundos, si llega una racha). Además, salvo en algunos puntos muy específicos (como las cuatro balizas donde las tripulaciones maniobrarán), a ras de agua o desde tierra es muy complicado hacerse una idea de lo que está sucediendo entre los barcos y la mejor manera de seguir su evolución es a través de una vista cenital, como la que ofrecen las retransmisiones televisadas. Si hemos optado por la pantalla, gozaremos de visión de conjunto (proporcionada por imágenes de helicóptero y dron o por simulaciones 3D), aunque seguiremos requiriendo rótulos o un locutor para saber cuál es el viento en cada momento. Y, con todo, el televidente inexperto tampoco estará a salvo de dudas porque el reglamento de regatas de la Federación Internacional (que también se aplica, con ligeras modificaciones, durante la Copa del América) está lleno de normas cuya comprensión requiere cierto tiempo de estudio. Conceptos como los de barlovento y sotavento, amurado (a babor o a estribor) o compromiso pueden resultar ininteligibles.

“Nuestro primer objetivo es hacer partícipe de todo esto a la ciudadanía”
Ignasi Armengol, director de la Fundación Barcelona Capital Náutica

“Entendemos que la comprensión de la Copa del América ya es suficientemente difícil como para hacerla de pago, así que se podrá disfrutar desde el frontal marítimo de la ciudad y en distintas zonas se generará un ambiente náutico y festivo, con pantallas gigantes. La emisión televisiva también será gratuita”, comenta Ignasi Armengol, director general de la Fundación Barcelona Capital Náutica, que aglutina y coordina a todas las administraciones implicadas (Ayuntamiento, Diputación, Generalitat, Puerto y Ministerio de Cultura y Deporte, entre otras). Si bien tanto la organización de la regata como sus patrocinadores tienen, entre aficionados e invitados, a buena parte del público asegurado, el reto a nivel comunicativo consiste en implicar a quienes, hasta hace poco, apenas habían oído hablar de ella. “Desde que sabemos que somos adjudicatarios nuestro primer objetivo es hacer partícipe de todo esto a la ciudadanía”, confirma Armengol. Algo que también ha subrayado el CEO de la regata, Grant Dalton: “Es importante integrar a los vecinos de la Barceloneta en el proyecto”, dijo en junio en una entrevista con EL PAÍS. La voluntad de la náutica de abrirse y modernizarse queda patente también en el nacimiento de la Puig Women’s America’s Cup, la recién creada versión femenina, que se celebrará en Barcelona del 5 al 13 de octubre bajo el auspicio del grupo catalán, patrocinador global de la competición.

El componente visual de la Copa del América es su máximo activo. Los barcos están volando en Barcelona desde principios de junio (entrenan y recogen datos técnicos muy valiosos para realizar pequeñas modificaciones hidrodinámicas) y las imágenes en las que aparecen sobre las olas con la ciudad de fondo, casi como extrañas criaturas marinas, son espectaculares. Armengol cree que es muy importante que el desarrollo de la competición esté a la vista de todo el mundo y se produzca cerca de las playas: “Defendemos que la competición sea abierta. Sin entradas y sin gradas: tanto la regata como la previa y lo posterior, se vivirán en un village y en dos fanzones abiertos”. Cuando todo acabe y la Copa sea entregada, cierto legado debe permanecer en la ciudad en forma de actuaciones urbanísticas o proyectos de promoción de la vela a largo plazo. “Queremos que haya barcos disponibles para que la vela se convierta en una actividad extraescolar accesible para todos”. La vela es una gran desconocida en un país donde el 40% de la población vive en municipios costeros, pero Armengol confía en que estas iniciativas sirvan para desmontar prejuicios. Hay que tener en cuenta que el desembolso para un velero de iniciación es de un mínimo de 5.000 euros, que generalmente desembolsan los padres del regatista. Y para los adultos el problema es, en realidad, dónde tenerlo. Los atraques son escasos y caros. La corrección de estos problemas depende de la administración, y la popularización de las competiciones puede abrir camino.

El 23 de mayo, Louis Vuitton, principal patrocinador de la Copa del América, organizó en el Parc Güell un desfile para presentar su última colección. Fue un éxito, pero todas las crónicas incluyeron referencias a las protestas vecinales, que se han venido recrudeciendo. “Nuestro objetivo es manchar la postal turística idílica que algunos necesitan para seguir vendiendo la ciudad”, indica Daniel Pardo, miembro de la Plataforma No a la Copa del América, que aglutina a más de 120 entidades. “Lo que nos parece mal no es la vela, aunque esta es su versión más elitista, sino que todo esto nos ha caído del cielo. Se anunció a cosa hecha, con cláusulas confidenciales y sin debate ciudadano previo”, recuerda el activista.

Cuando se celebre la final habrá que hacer balance y comprobar si previsiones como la de la Universidad Pompeu Fabra, que defiende que la inversión pública de unos 50 millones de euros logrará un retorno de 1200, se han cumplido. Por ahora, todo son deseos: los de la organización y las administraciones, centradas en dar espectáculo, implicar a una ciudadanía reticente y hacer accesibles el mar y la náutica, y los de miembros de entidades como la Plataforma y tantos otros vecinos, que piden poder vivir tranquilos en sus barrios.

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