Ralphie Choo, el gran descubrimiento español de 2023: “Mi música tiene de urbana que voy al Mercadona andando”
El cantante llamó la atención de Rosalía y de la prensa especializada de EE UU con su álbum ‘Supernova’. Ahora ha entrado en las listas de lo mejor del año en prestigiosos medios internacionales
La Ley de Godwin estipula que cuanto más se prolonga una discusión online, más probable es que se acabe hablando de Hitler. Análogamente, en entrevistas con músicos de cualquier género siempre termina apareciendo el nombre de Rosalía. “Es el máximo exponente de todo esto que estamos haciendo”, reflexiona el cantante Ralphie Choo (Ciudad Real, 24 años). Pero, en realidad, fue la estrella catalana la que habló de él en primer lugar. “Fue increíble que subiese el post con la canción de VOYCONTODO”, se emociona. “La escribí para agradecérselo y le dije que había sido una inspiración tochísima para el álbum. Sería un sueño encontrarme con ella en un estudio”.
Juan Casado, como se llama en realidad, se ha convertido en una suerte de muso de los modernos. Su álbum Supernova mezcla fluidamente trap, música clásica, flamenco y baladas con autotune, además de referencias como el libro Juan Salvador Gaviota (1970), de Richard Bach, “una biblia” para Choo. El resultado ha sido aplaudido por medios estadounidenses de prestigio como Pitchfork o Billboard, y suena en la NPR (la radio pública de allí) que lo ha incluido en la lista de los mejores discos del año. No es la única lista anglosajona en la que aparece: también está en la de la británica Clash, por ejemplo. Lo que intenta hacer, y según voces autorizadas ha logrado, se parece a lo que lleva haciendo Rosalía varios años: fusionar géneros, experimentar desde el mainstream o innovar desde la tradición. Él se define “ecléctico, sin género”. ¿Lo de la música urbana dónde ha quedado? “De urbana tiene que voy al Mercadona andando”, bromea.
Bebe mucho de fuera. Son, tanto él como el cantante Rusowsky, que además es su compañero de piso, algo así como los afrancesados de la nueva escena musical española. De hecho, el concepto de Rusia IDK, que es el sello discográfico al que ambos pertenecen, (aunque ahora ha fichado por la multinacional Warner) fue concebido por su mánager, Manuel Jubera, después de pasar una temporada en Francia. Ahí se le ocurrió la idea de hacer una marca musical con un criterio editorial potente. De vuelta en España, conoció a Mori, un artista cuyo enfoque innovador ha sido fundamental para el grupo. “Él es la primera persona que consigue que algo cantado en español no me parezca anticuado, o me dé cringe”, explica Choo.
Ha vivido en cinco casas desde que se independizó. Pasó su infancia y adolescencia en un pueblo de Ciudad Real, con su madre, y a los 16 le mandaron a Madrid con su padre. “Para enmendar mis errores”, apunta. “Él me abrió a una perspectiva más punki, por decirlo de alguna forma, incluso me mostró el lado vanguardista de ir más allá”. Estudió armonía y producción musical en la universidad. Empezó a componer bajo un nombre artístico inspirado en Los Simpson (el inmortal capítulo de la cuarta temporada en que Ralph Wiggum crea una tarjeta con la imagen de un tren que dice: “Eres muy chu, chu, chuli”). “Una de las primeras cosas que hice fue un remix de Yo x ti, tú x mí, de Rosalía”.
Teletrabaja. El estudio lo tiene dentro de su cuarto. “Tiene una parte de sentirte en una puta cárcel, porque ves el ordenador y ya te repites: ‘Joder, tengo que hacer música…’. Pero a la vez es guay porque te permite, estando fuera del mindset de currar, entrar superrápido de repente”. Admite que el proceso creativo implica cierta disciplina. “Es inevitable, algo de obligación tiene que haber. Aunque en casa cada uno tiene su propio ritmo. Rus [Rusowsky] es como Messi, todo lo que toca, sin apenas esfuerzo, lo hace increíble”. ¿Y él sería Cristiano? “Obviamente”, ríe, “por el trabajo que le pongo cada día”.
—Se definía en una entrevista como game changer.
—Sí, un poco what the fuck fue eso. Me refería a game changer para uno mismo. No como una figura pública con un cartel de dos kilos que diga: ‘Soy un game changer, vengo a cambiar la música”. No, es más: ‘Vengo a progresar y dejar atrás la fórmula de repetirse, crear hits y entrar en virales de TikTok. Hay muchos one-hit boys y one-hit girls que se centran en pegar un tema y chao. Yo quiero hacer de verdad cosas nuevas’.
Lamenta que ahora todo el mundo quiera cantar. “Hay una especie de overbooking. Obviamente tiene la parte buena de que aparece gente impresionante”. Aunque se haga música sin saber. “Se ha perdido un poquito, bro. A mí me ha ayudado a no depender de samples y loops, desenvolverme, entender por qué una progresión me gusta o una tensión me llama la atención”.
Le preocupa la rápida evolución de la atención del público y la constante demanda de novedades. “La vida útil de los álbumes es cada vez más corta. A mí ya me preguntan qué va a ser lo próximo, y es como: ‘Bro, acabo de dedicar dos años a un disco, te lo has quemado en dos semanas y ya me estás pidiendo una cosa nueva”.
En el camino a casa, deja caer la idea de mudarse. “Me apetece tener otros estímulos, dejar de lado Supernova, esta casa, esta manera de convivir”. ¿Ha pensado algún sitio? “Alguno que no tenga esta tasa de autónomos”. ¿Andorra? “Andorra no me acaba de convencer. Si se me va la olla, Estados Unidos. Hay una película que se llama Burning [2018] en la que explican que hay dos categorías de hambre, el little hunger, que es el hambre física, una necesidad resoluble: tienes hambre, comes. Y el great hunger, las grandes preguntas que dan sentido a la vida. A mí me gusta centrarme en el little hunger, ir resolviendo pequeñas cosas, praxis en el presente, ¿sabes? Ahora estoy un poco en el otro lado”.
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